Dafne despertó con un importante mareo. Los párpados le pesaban y los labios tenían sabor a sangre. Trató de abrir los ojos pero la luz le quemó la pupila. Tardó varios minutos hasta poder acostumbrarse. Manos y pies atados. Quizo librarse pero le fue imposible. No era una chica acostumbrada al bondage aunque alguna que otra vez había estado atada. Sobretodo en sus fantasías.
Estaba en medio de una habitación de lo que le pareció era un motel de ruta. La cama estaba hecha un desastre al igual que toda la habitación.
Estando allí sentada, contemplando su alrededor trató de recordar y recapitalizar todo lo que la había llevado a estar en ese mismo momento y lugar. Atada y con una mordaza en la boca. Y como todas sus historias, empezaban los viernes con un café intragable.
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El café era un asco. La rejilla del lavadero de la cocina lo tragó de muy mala gana. Con las luces apagadas, mochila en mano, salió a la calle. Era un día gris y había estado lloviendo toda la noche. La humedad lo hacía sentir pegajoso. Odiaba estarlo por ese motivo.
La oficina estaba cerca, le gustaba caminar. Las 15 cuadras diarias lo mantenían en forma. También cuidaba su dieta. Ser delgado siempre le había resultado. Caminó apurado. Todos los viernes su caminata era rápida. La pila de papeles de la semana se le acumulaban como la yerba mala en un jardín. Sacarlas sólo parecía atraer más.
En la oficina, todos estaban atareados frente a sus monitores. Prácticamente nadie sacaba sus narices de los cubículos, excepto para los chismes de siempre. Wanda cogiéndose a los nuevos; Fred recibiendo más licencias por su estado psíquico; Mel escupiendo veneno contra todo aquel que no le daba una mano en su trabajo; y, claro, cómo olvidarse de su jefe... un perfecto imbécil.
Lo odiaba. No tanto por su descarado abuso de autoridad y sus formas de quedar siempre como el empleado ejemplar, sin haber movido un dedo mientras que los demás se quemaban las pestañas para salvarles las papas. Nadie nunca tuvo el valor para enfrentarlo o demostrar que era un completo inútil. Era el yerno del dueño de la empresa y esa carta le había valido varios aumentos de sueldo a costas de los demás. Sobretodo de David. Tenía todas las razones para odiarlo. Pero no podía hacer nada al respecto y ambos lo sabían.Esa mañana fue igual de abrumadora como todas las mañanas de viernes. La tarde fue aún peor. A última hora, el jefe tiró sobre su escritorio diez carpetas más para revisar. Fecha límite el lunes a primera hora.
Odiaba verle la espalda al dirigirse al ascensor cada vez que hacía eso. Odiaba su Audi nuevo; sus trajes de diseñador; su voz chillona; su peinado a la moda; y, por sobre todas las cosas odiaba su machismo de macho alpha que imitaba de muy mal modo.
Terminó con las carpetas cuando ya no quedaba nadie. Sabía que el seguridad era un obeso perezoso y que no había cámaras. La computadora tenía acceso al exterior y un amigo del área de sistemas le pasó una clave para navegar cualquier página sin quedar registrada en los servidores. Jack, era un verdadero amigo de oficina.
Tipeó la clave e ingresó a la computadora con un nuevo usuario incógnito. Abrió la mochila, la revisó y se encerró en el baño. Minutos más tarde, salió con un jean apretado y desgastado (debajo un culote negro de encaje), un par de zapatos botita con tacón negros, una remera blanca ajustada sin mangas que le permitía mostrar sus tatuajes y un collar de cuero apretado al cuello. Maquilarse era tan solo para su casa.
Dafne Love, era su usuario.
Jenny apareció online. Dafne sintió un calor recorrerle el cuerpo. Jenny era su sueño hecho realidad. A pesar de la distancia, habían entablado un amor lúdico en el chat. Jen, como le decía cariñosamente, era toda una chica con pechos de verdad y un pene envidiablemente delicioso. Era como una diosa para Daf. La idolatraba. Sus curvas delicadamente sinuosas, ojos celestes, cabello rubio, un maquillaje perfecto y un cuerpo enteramente depilado. Su piel parecía marfil recién tallado.
-Daf! ¿Cómo estás cielo? Decime que estás en tu casa! Tengo una sorpresa para vos...
-Jen, amor! Bien. No, estoy en la oficina, mucho trabajo pero tengo el culote que me regalaste para Navidad.Así eran ellas. Se enviában regalos como si fuesen novias y estuvieran viviendo cerca. Se podría decir que era una bellísima relación.
-¿Qué dijimos de trabajar tan tarde? No nos dá el horario para charlar linda.
-Ayer no estabas Jen... te extrañé.
-Lo sé amor, estuve preparándote una sorpresita que calculo te estará llegando muy prontito. Más no te puedo contar.
-Ay, ¿qué será? Contame, dale!
-No puedo, quiero que sea sorpresita. Daf, amor, te tengo que dejar. Tengo que salir por un tema de trabajo. Te amo!
-Yo a vos! Besitos donde más te gusten.
-Ya sabés donde, jajaja. Bye.Y así se desconectó. Por lo que sabía, Jen era una bioquímica con muchas credenciales en un complejo industrial de alto nivel que le permitía ser ella. Se lo había ganado con sus descubrimientos en el área.
Se habían visto en cam, las dos producidas como Jen y Daf. Se habían enamorado. Flechazo a primera producción. Había algo fuerte que las unía. El destino quizás o tan solo que eran dos chicas cross buscando un amor platónico y lúdico para desviarse de sus tediosas vidas como hombres ante la sociedad.
Aquella noche, Dafne durmió tan solo con el culote. Recordando aquellos labios y ojos que le hablaron sucio en sueños. Su sueño hecho realidad.
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Pow!
Fiksi UmumATENCIÓN: Historia con alto contenido explícito! Sólo para adultos. El sueño de toda chica cross... transformarse en una mujer. El deseo más profundo, la transformación, una metamorfosis de la que nunca quisiéramos volver. Cuando Dafne recibe un paq...