Zoey Una peculiar bienvenida

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La fiesta se hallaba completamente fuera de control. Música demasiado fuerte, alcohol en cada mano, chicas desnudas en la bañera de hidromasaje del exterior, y otras moviendo sus traseros en la mesa de café del interior. Si hubiera estado llevando perlas, me habría aferrado a ellas como si mi vida dependiera de ello mientras estaba parada en la puerta, boquiabierta por la vista delante de mí.

Esta era mi primera fiesta de barril universitaria... y nada menos que en la semana en la que estoy con mi periodo. No puedo creer que Cora quería que nos encontráramos aquí.

-¡Sal del camino! -gritó una voz detrás de mí-. Voy pasando.

Me di vuelta a tiempo para ver un barril plateado venir directamente hacia mí. Con un chillido, me lancé a un lado e ingresé a la casa de fraternidad, apenas salvando a los cerditos que colgaban de la parte delantera de mis sandalias de ser aplastados. El par de chicos borrachos que empujaban la cerveza hacia el interior en un carro me miraron de reojo y me ofrecieron una bebida si coqueteaba con ellos. Respetuosamente los rechacé, y se encogieron de hombros, se movieron y desaparecieron en la ruidosa horda.

Agarrando mis perlas imaginarias, tragué saliva con dificultad. ¿Qué diablos hacía? Después de vivir dieciocho años bajo la estricta dictadura de mi padre, nunca vi a alguien bebiendo alcohol, mucho menos emborrachándose, como casi toda la gente que me rodeaba. Diablos, incluso tomábamos jugo de uva porque el vino estaba prohibido en mi pequeño mundo.

Me encontraba tan fuera de mi elemento; quería correr y esconderme. Pero no tenía ningún sitio a donde correr. Ya que llegué tres días antes, estaba literalmente fuera de mi departamento hasta que encontrara a mi compañera de cuarto.

Después de llamarla desde el teléfono de prepago que me envió y luego de decirle que me hallaba en la ciudad, Cora me dio instrucciones de encontrarla en esta dirección. Y era esta dirección; lo comprobé una, dos, tres veces.

Le había enviado un mensaje desde afuera unos momentos atrás, avisándole de mi presencia aquí, esperando que saliera, pero lo único que respondió fue: Entra. Estoy en la parte de atrás.

La parte de atrás. También podría haberme dicho que la encontrara al final de un oscuro y espeluznante callejón de un gueto donde vagabundos sin hogar correteaban a través de la basura y mientras los matones trataban con drogas.

Si le decía a Cora de ninguna manera, que ella tenía que mover su pequeño trasero flaco a mi encuentro, solo expresaría cuán perdedora era. Así que me di fuerzas, cuadré mis hombros y tomé una respiración profunda.

Bienvenida a la universidad, Zoey.

¿Mencioné que estaba tan fuera de mi maldito elemento?

Mi corazón latía con fuerza, y me sentí tan inepta porque todo el mundo que me rodeaba se divertía. Nadie estaba asustado, nadie parecía como si pudieran romper a llorar en cualquier momento, y nadie parecía estar a punto de hiperventilar. El bicho de los celos mordió fuerte. Como que deseaba haber podido ser tan desinhibida y de espíritu libre como toda esta gente.

¿Por qué era tan difícil para mí mezclarme en una multitud de extraños borrachos? ¿Mezclarme y relacionarme? ¿Sociabilizar? Crecer tan aislada como lo hice no era excusa. Cora se crió en el mismo entorno, y ella estaba aquí, ¿o no?

Sería mejor que estuviera aquí.

Centrándome en la ira que sentía contra mí misma por ser tan cobarde, usé el calor detrás de eso para impulsarme hacia adelante. Podía hacer esto.

Haría esto.

La siguiente habitación a la que entré era afortunadamente más suave que la primera. Sin baile, sin música, sin desnudez. Pero, aun así, tan llena de gente, si no más. Muchas personas agrupadas, hablando. La mayoría eran hombres, lo que trajo otro temor irracional. Después de haber sido educada en el hogar los primeros ocho grados, no había estado muy cerca del sexo opuesto, al menos no mucho de los que eran de mi edad. Mi padre se aseguró de que me mantuviera alejada de los chicos. Así que ver muchos de ellos, en todas partes que miraba, era un poco desconcertante. Mis miembros se calentaron y mi rostro enrojeció. Estaba segura que iba a asistir a la universidad con una gran cantidad de galanes.

Sweet Love-- Joshua KimmichDonde viven las historias. Descúbrelo ahora