Josh Mis impulsos infieles

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No tengo idea de por qué le pedí a Zoey que nos reuniéramos en la biblioteca. Solos. Yo era un idiota, probablemente ese es el motivo. Tuve la tentación de mandarle un mensaje a Cora y ver si quería reunirse con nosotros allí, reducir el factor "solos", pero no lo hice. No sé por qué no lo hice. O tal vez sí sabía por qué.

Cora no era el tipo de chica bibliotecaria, y si le pedía que se uniera con nosotros y ella se negaba -lo cual haría-, entonces tendría que explicar por qué la necesitaba allí, y luego sabría que mis hormonas eran pequeñas roedoras infieles que habían respondido a otra mujer aparte de ella.

No debí haberle pedido nada a Zoey, pero la otra semana me gustó mucho ayudarla a estudiar. Había sido fácil y relajante y... Ella realmente me gustaba. Eso me hizo preguntarme si podíamos ser amigos después de todo. Conocí a un montón de chicas que eran lindas y nunca me preocupé por mi atracción hacia ellas. Así que ¿por qué me preocupaba tanto por mi fascinación con ella? Podría hacer esto completamente.

Sip, me encontraba tan seguro de mí mismo... hasta que entré a la biblioteca y la vi sentada en una mesa, con un libro de texto abierto delante de ella. Una pared llena de ventanas dejaba que entrara el sol, y la forma en que la luz la iluminaba, casi la hacía resplandecer. Como si sintiera mi presencia, alzó la mirada, y sí, sabía exactamente por qué no debería ser su amigo.

Esta no era una simple atracción. Lo que yo sufría era una conciencia total y debilitante. Cada centímetro de mí se hallaba en sintonía con ella. Sus ojos verdes provocaban que se me revolviera el estómago. Su sonrisa hacía que se me seque la boca. La forma en que sus dedos perfectos se levantaban para apartar un largo mechón de pelo de su cara causaba que, repentinamente, mis pantalones se sintieran más apretados.

Hasta hace cuatro meses, nunca había visto a una mujer desnuda. Pero ahora sí. Había tocado, lamido y experimentado cosas que me dejó alucinado.

Mi cuerpo no podía dejar de querer tocar, lamer y experimentar esas cosas otra vez... con Zoey.

Mi paso vaciló. No debería hacer esto. No debería pasar más tiempo con ella. Pero su sonrisa titubeó, y vi una pizca de dolor en sus ojos. De ninguna manera podría decepcionarla.

Además, no importaba cuán poderosos fueran los impulsos, nunca traicionaría a Cora.

Podría manejar esto.

-Oye -dije, poniendo mi mochila sobre la mesa junto a la suya-. ¿Cuánto tiempo tenemos?

Y genial, mi mente se dirigió directamente a lo sucio con esa pregunta. En cuánto tiempo podría dejarla desnuda e impulsarme dentro de ella...

Pero, gracias a Dios, Zoey no pareció afectada. Se miró la muñeca. -Cuarenta minutos.

Asentí y me senté a la mesa frente a ella, tenso pero también un poco encantado de que en realidad llevara un reloj. Creo que no conocía a ninguna chica que usara uno. Mi abuela siempre usó un reloj de plata fina. Todavía tenía esa joya sentimental almacenada en una cajita en mi armario.

Media hora más tarde, bajé la guía de estudio y levanté las cejas. -Creo que lo tienes controlado.

-¿En serio? -Una sonrisa esperanzada iluminó su rostro. Me encantó ser el causante de ella.

Con un asentimiento, dije-: Tendrás un sobresaliente, no hay problema.

-Dios, eso espero. -Metió un mechón de pelo detrás de su oreja antes de deslizar su hoja de estudio sobre su libro de biología-. Sé lo mucho que te gusta, pero la biología es una clase que no quiero tener que volver a tomar.

Sonreí, sin ofenderme. Mientras ella acercaba su bolsa para meter el libro, noté una carpeta de tres anillos abierta que había sido escondida debajo de su libro de biología. -Oh, toma. No te olvides esto. -Extendí la mano y la levanté solo para notar que su letra ocupaba cada línea. Un par de palabras me llamaron la atención.

Sweet Love-- Joshua KimmichDonde viven las historias. Descúbrelo ahora