J y Z: Manipulación nivel experto

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Josh

Cora miró pasivamente entre Zoey y yo, con los ojos amoratados llenos de censura.

-Bueno, esta es una imagen que a ninguna chica le gusta ver. Su novio en la habitación de su amiga a solas.

-Le mostraba mis historias -espetó Zoey.

Al mismo tiempo yo decía-: Me enseñaba sus historias.

Nos miramos el uno al otro y sonreímos juntos.

Cora gruñó. -En serio, bebé. ¿Qué haces aquí?

Nunca la había visto celosa o tan posesiva por mí. Hizo que mi estómago se retorciera con culpa mientras me preguntaba si sabía cuán atraído me sentía por Zoey.

-En serio -respondí-. Tomé prestada una de sus historias para leer. -Incliné la cabeza hacia un lado-. ¿Qué estás haciendo levantada otra vez? ¿No puedes dormir? ¿Necesitas algo?

-No, no puedo dormir, ¿de acuerdo? Pero, Josh, no lo hagas. -Entró a la habitación de Zoey y arrastró los pies hacia mí-. Sé que solo estás tratando de ser agradable, caballeroso y hacerte el interesado, pero créeme, sus lindas historias infantiles no son para ti. -Tomó el cuaderno que sostenía y lo lanzó descuidadamente sobre la cama de Zoey. Luego acarició de forma íntima mi pecho, el calor de su palma atravesando mi camiseta-. Creo que las pastillas me están haciendo efecto. Las náuseas se fueron, así que alquilemos una película y acurruquémonos en el sofá. ¿Eh?

Mientras se giraba y se iba del cuarto, fruncí el ceño tras ella, molesto de que acabara de hacerle eso a Zoey. Cuando me giré, la cara de Zoey era roja por la humillación. Con un bufido, recuperé la libreta que Cora había tirado. Zoey abrió la boca y levantó la mano para detenerme, pero hablé antes que ella.

-Gracias -dije, y agité la libreta para mostrarle que sí quería leer su historia. Una enfermiza preocupación apareció en su cara, así que añadí-: Las historias para niños son, de hecho, mis favoritas.

-Haznos palomitas, ¿quieres, bebé? -Cora no me miró mientras se movía a través de las opciones en la pantalla.

-¿No crees que te sentarán mal en el estómago? -pregunté.

Con una maldición ahogada, lanzó el control remoto al suelo y se cubrió la cabeza con ambas manos.

-Maldita sea -chilló-. ¿Por qué la gente no puede dejarme en paz y dejar que coma lo que jodidamente quiera comer?

Sorprendido cuando las lágrimas llenaron sus ojos, me apresuré hacia ella.

-Lo... Lo siento. ¿Cora? ¿Estás bien?

-Solo quiero palomitas -sollozó contra mi pecho cuando la atraje a mis brazos-. ¿Por qué no podías hacerlas? ¿Por qué tenías que ser quisquilloso y cuestionarlo todo? Si no creyera que pudiera comerlas, no las hubiera pedido.

-Está bien, está bien -la calmé, acariciándole el pelo, y preguntándome qué demonios sucedía. Me hallaba bastante seguro que no había explotado por las palomitas, pero no tenía ni idea de lo que pasaba realmente.

Quizás si lo supiera, podría ayudar. Pero... ella quería privacidad.

Me dejaría hacerle palomitas, sin embargo, así que después de que se tranquilizara de nuevo, las hice.

Seguía en la cocina esperando a que acabaran cuando saqué el cuaderno enrollado de mi bolsillo trasero, pero antes de que pudiera empezar, Cora gritó mi nombre.

-¿Josh?

-Estoy en la cocina. ¿Todo bien?

-¿Qué estás haciendo ahí? -sonó acusadora.

Sweet Love-- Joshua KimmichDonde viven las historias. Descúbrelo ahora