7. El número trece.

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13 de Octubre del 2016:

Hoy es día trece y no lo sabes, pero es mi número de la suerte.

Estábamos en la segunda hora, cuando un amigo  me llamó;  me paré de mi lugar sin importarme lo que el profesor explicaba y me acerqué a su lugar. Uno atrás de ti. Me preguntó algo de un ejercicio en el libro de inglés de tú mejor amiga. No le pregunté por qué hacía su trabajo y simplemente le ayudé. Segundos después, me pidió de favor ayudarte a ti en tú trabajo. Vas en el nivel más bajo de inglés y mi amigo y yo en el más alto. Solté un pequeño jadeo ante su petición. Tenía que estudiar para geografía y para mi propio examen de inglés, pero cuando volteé a verte y noté que me mirabas, no pude negarme.

Los ejercicio de tú libro eran tan fáciles como contar los pétalos de una flor, pero al ver tu ceño fruncido y la frustración en tú rostro, no mencioné nada. No intercambiamos muchas palabras en realidad. Solo veía como hacías los ejercicios y si te equivocabas, te explicaba por qué estabas mal y te ayudaba a conjugar bien los verbos.

Por la tarde, en nuestra última clase del día, algunos de los niños jugaban fútbol mientras que los demás estábamos en los costados viéndolos ir de un lado al otro detrás de un balón. Yo estaba parada con mis manos en mis bolsillos del pantalón, y tú estabas sentada a mi derecha hablando con una compañera y tú mejor amiga. El profesor pasaba lista y por el bullicio de nuestros compañeros y con lo distraída que eres, no escuchaste tú nombre. Al ver que él seguía diciendo tú nombre, te dije:

—Hey, el profe... el profesor está, está llamando a, a la lista.

—¿Qué?

Suspiré y volví a decir:

—El profesor está diciendo tú nombre en el pase de lista.

—¡Aquí! —gritaste en dirección al profesor y después me diste las gracias para después voltear a seguir hablando con nuestra compañera.

Minutos pasaron y los niños seguían jugando. Pateaban tan duro que casi podía escuchar a la pared crujir cuando el balón pegaba en ella. De un momento a otro, patearon el balón hacía nosotras, saqué mis manos de mi pantalón rápidamente y lo atrapé para evitar que nos pegara y lo lancé de vuelta a los chicos. Cuando bajaba las manos para volverlas a meter a mi pantalón, tomaste la derecha y dijiste:

—Gracias por detener el balón, venía justo a mi cara. En serio gracias.

—Sí, no es nada —sonreí y sentí como soltabas mi mano.

Tienes las manos frías pero suaves. Son tan delgadas que se ven delicadas. Y aunque sé que no tomaste mi mano por querer hacerlo y solo para llamar mi atención, me gustaría creer que sí lo hiciste a propósito porque el balón no iba a tú cara en realidad.

Para ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora