Capítulo XLIII. Síntomas extraños

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>>Tres meses después<<

Victoria había recuperado su empresa de las manos de Bernarda a pesar de sus negativas de devolverle las cosas. Desgraciadamente habían recurrido a la vía legal pero todo había salido con éxito a favor de Victoria.

Sin embargo, Bernarda había prometido vengarse de ella y de toda su familia aunque durante ese mes no había dado señales.

Su matrimonio iba de maravilla y la relación entre los muchachos cada día iba mejor. Heriberto era un excelente padre, esposo, amigo y amante. Era todo lo que le había pedido a la vida y no podía estar más agradecida.

Por desgracia, a Heriberto aún le preocupaba que Ricardo lo siguiera despreciando y Marcela se encargara de incrementar su odio hacia él cada que tenía oportunidad.

Por su parte Fer y Max estaban angustiados pues Osvaldo no daba señales de vida por ningún lado y a pesar de todo, era su padre y lo querían.

>>Casa Victoria<<

>>Oficina Presidencial<<

Victoria revisaba unos diseños que iba a entregar cuando se mareó. En la semana era la tercera vez que le pasaba y comenzaba a preocuparse, temía que tuviera relación nuevamente con el cáncer pero aún no decía nada por no preocuparlos.

M: (entrando) ma perdona que no tocara la puerta pero me urge verte (sonriendo).

V: (sorprendida) ¿qué pasa mi vida?, ¿estás bien?

M: sí, es sólo que ya me dijeron qué será mi bebé (feliz).

V: (emocionada) ¿y?, ¿qué va a ser?

M: una niña, por fin Max y yo tendremos a la nena.

V: (abrazándola) mi vida, ¡qué dicha me da escuchar eso!

M: eres la primera en saberlo, aún estoy planeando cómo decirle a Max, ¿tienes alguna idea?

V: (pensando) ¿por qué no en una cajita metes ropa de bebé para niña y se la dejas entre sus cosas? Puede ser un bonito gesto.

M: ¿y le dejo una nota junto con la cajita?

V: sí, es una buena idea acompañarlo de una nota (sonriendo).

M: ¡gracias mamita! (le dio un beso) ¿vas a salir a comer?

V: sí mi vida, ¿por qué?

M: ¿qué te parece si comemos juntas?

V: (sonrió) me agrada la idea mi amor, nada más tomo mi bolsa y nos vamos, ¿te parece?

M: de acuerdo.

Victoria organizó sus papeles en la carpeta y los metió en el cajón, se levantó hasta el escritorio que estaba enfrente pero en el camino un nuevo mareo la desequilibró y asustó a María.

M: ¡mamá!, ¿estás bien?

V: sí mi vida, no te preocupes, es estrés y que no he desayunado nada.

M: (no le creía) ¿de verdad?, se me hace que le hablo a Heriberto para que...

V: (interrumpiéndola) no amor, no es necesario, te juro que estoy bien, confía en mí.

M: es que ya has hecho eso antes, cuando te pasó lo del cáncer no le dijiste a nadie hasta que fue demasiado tarde, te conozco y me da miedo que tengas algo.

V: no tengo nada mi vida, de verdad confía en mí.

M: (suspiró resignada) está bien pero si te vuelve a ocurrir, me lo dirás para que veamos al médico, ¿de acuerdo?

V: de acuerdo.

Victoria estaba nerviosa por la situación, había sido demasiado cuidadosa para que Heriberto no lo notara y menos alguno de sus hijos pero justo tenía que ser María la que descubriera que algo le ocurría.

Era claro que debía ver a un médico para saber qué le pasaba, quizá si era estrés pero debía estar segura de eso para no cometer el mismo error que con el cáncer. Fue a comer con María y después la llevó a su casa para poder "regresar a la empresa" aunque realmente sus planes eran otros.

V: ¿bueno? ¿Omar?

O: Victoria, ¡qué sorpresa escucharte!, ¿a qué debo tu llamada?

V: ¿estás en México?

O: sí, desde hace medio año me vine a México a vivir, ¿por qué?

V: necesito verte, no me he sentido bien en los últimos días pero no quiero decirle nada a Heriberto, bueno, no todavía, primero quiero saber qué tengo.

O: (preocupado) sí podemos vernos, sólo dime una cosa, ¿qué síntomas tienes?

V: durante la última semana tuve mareos, ascos y una vez me desmayé pero tengo miedo a que sea del cáncer de nuevo porque así comencé.

O: no lo creo Victoria, tratemos de ser positivos, a mí se me hace que es estrés pero vamos a salir de dudas, te espero en mi consultorio, anota la dirección.

Victoria anotó la dirección, le avisó a Antonieta que no iría a la empresa por asuntos importantes y que la vería más tarde. Se dirigió al consultorio de Omar.

O: hola Victoria, pasa (indicándole que se sentara).

V: hola Omar ¿cómo te ha ido?

O: pues digamos que bien, ando viendo con tu marido el entrar a trabajar al CRIT, ¿no te ha dicho verdad?

V: no, últimamente no lo veo mucho, con eso de que va a tomar el cargo de director pues me cuesta más que esté en la casa, sólo lo veo en la noche y ya llega muy cansado.

O: sí, me dijo que te ha abandonado mucho y que le duele porque no quiere que pienses otras cosas pero veo que no las piensas (rieron).

V: no, claro que no las pienso, a pesar de que llega tarde, siempre se muestra cariñoso, no me ha dado motivos para pensar lo contrario y pobre de él donde me dé (rieron).

O: eso es un matrimonio pero dime Victoria, ¿por qué te has sentido mal?, ¿demasiado trabajo?

V: no, ni siquiera es exceso de trabajo, bueno, he tenido más en otras ocasiones. Realmente me preocupa lo que pueda ser porque no me había sentido mal y menos, he dado motivos para enfermarme.

O: bueno, vamos a hacerte unos análisis de sangre para ver que tu organismo esté bien y no tenga anemia ¿te parece?, tal vez pueda ser eso.

V: sí, está bien.

Omar procedió a hacerle los análisis necesarios y le pidió que fuera al otro día –aunque fuera domingo– a recogerlos con una cita para consultarla. Ella se regresó a la mansión y para su sorpresa estaban Heriberto junto con todos los muchachos.

V: (sorprendida) ¿qué hacen todos aquí?

H: mi amor, quisimos reunirnos todos para cenar hoy, ¿qué dices?

V: (le parecía extraño) sí, por mí no hay problema.

Se sentaron en la sala a platicar sobre su día cuando tocaron el timbre, Micaela fue a abrir y sólo se escucharon voces discutiendo, Victoria decidió ir a ver qué ocurría.

*Continuará...*

¿Será que el cáncer volvió?


¡Gracias por seguir la historia!

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