Capítulo LVII. Agonía

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>>Cuatro horas después<<

Victoria estaba a punto de volverse loca sin poder tener noticias de su marido. De pronto por el pasillo aparecieron Sebastián y Aarón.

V: (acercándose) Sebastián ¿cómo está mi marido?

S: (abatido) Victoria, tienes que ser muy fuerte. Heriberto está muy grave, la bala tocó puntos demasiado peligrosos. Nosotros ya hicimos lo necesario pero perdió mucha sangre, todo depende de Dios.

V: quiero verlo, ¡te lo suplico!

S: lo siento pero está en terapia intensiva y no puede pasar absolutamente nadie, espero que lo entiendas porque así será durante varios días

V: pero soy su esposa, además de que por tu culpa está así, ¡se callaron lo que estaba pasando sin importarles el daño que me hicieran! (Pegándole en el pecho).

S: lo sé, lo sé y no sabes cuánto lo lamento pero no puedo ir contra las normas, el estado de salud de tu marido es muy grave Victoria, por eso no puedes pasar (se sentía culpable).

Victoria se dejó caer en el sillón con el rostro bañado en lágrimas, ¡no era posible!, no de nuevo, ¡Osvaldo estaba saliéndose con la suya!

>>Delegación<<

Óscar había levantado un cargo más en contra de Osvaldo por intento de homicidio y en cuanto a Marcela, ya estaba perdida. Ambos fueron trasladados al reclusorio y comenzarían el proceso de juicio al otro día, todo sería inmediato.

Esa noche para todos sería terrible, principalmente para Victoria. Aunque a Osvaldo también le iría muy mal esa noche.

Estaba en su celda, maldiciendo a medio mundo por lo ocurrido cuando dos policías llegaron por él y lo llevaron a la celda de castigo.

O: ¿qué demonios?, ¡suéltenme! (Forcejeando).

X: lo mejor es que te quedes tranquilito porque lo que te viene no será nada fácil (rieron ambos oficiales).

Los oficiales salieron de la celda. Al poco rato llegó un hombre alto y fuerte con una bolsa.

O: ¿tú quién eres?, ¿qué quieres?

El hombre lo miró pero no hizo caso a sus palabras. Se limitó a colocar en la mesa de junto algunas sogas, navajas y un par de tijeras para cortar pasto.

O: ¿quién diablos es usted y qué busca aquí?, ¿para qué es todo eso?

Nuevamente el hombre se quedó callado y de un movimiento logró tomar a Osvaldo de ambas manos, atándoselas detrás de la espalda con la soga y arrodillándolo.

X: mi nombre no te interesa, sólo puedo decirte que me mandaron a saldar un par de cuentas contigo, a ver si así aprendes a no meterte donde no te llaman.

O: no pero es que esto debe ser un error (temblando de pies a cabeza).

X: no lo es, es tu realidad.

El hombre le explicó que en la cárcel, cuando recién se ingresa, se les da la bienvenida adecuada según los delitos y con él, era maltrato a una mujer, homicidio, violación y estafa.

Lo golpeó en diversas ocasiones con las sogas en el cuerpo. Eran sogas especiales, estaban mojadas y tenían algunas espinas. La cuerda cortó el aire y pegó en más de una ocasión en el cuerpo de Osvaldo hasta rasgarle la ropa.

O: (gemía de dolor) ¡basta por favor! Ha sido suficiente.

El hombre lo ignoró, simplemente tomó la navaja y comenzó a hacerle preguntas.

El Sueño De Un AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora