Historia N°11: Daño.

64 3 0
                                    

—Me haces daño.

Dijo esas palabras con la voz rota, sabía que en cualquier momento se caería de rodillas a llorar.

Él había sufrido.

Él había sufrido por amor.

Levantó la mirada y vio a su chica, con los ojos llorosos y su expresión echa furia. Le miraba con odio y eso hizo al muchacho sentirse más miserable.

Tenía que decirle, tenía que decirle la verdad, aunque doliera.

Él ya no lo soportaba más.

Tenía que separarse de ella.

Antes de que su corazón quedara más destrozado de lo que está.

Ella no era una buena persona para él.

Pero aunque él sufriera cada noche por ella...

Él seguía enamorado.

Estúpidamente enamorado.

«El amor te hace ciego» se dijo «estúpidamente ciego».

—¿Eso quieres decirme? —escupió—. ¿Que soy una persona que lastima a la gente? Después de todo lo que he pasado, ¿quieres deprimirme más?

Él sabía su historia, es más, vivió su historia.

Se enamoró de una persona con depresión. Que se autolesionaba todos los días.

Él fue fuerte, muy fuerte para soportarlo.

Es triste que una persona con depresión trate como la mismísima mierda a las personas que la querían ayudar.

Personas como él.

Que trataba de ayudarla de todas las maneras posibles, pero nada servía. Tal vez ella sólo quería morir. Pero él no sería capaz de verlo, sería como una tortura.

Él quería lo mejor para ella...

Pero no soportaría escuchar más sus insultos, de como ella lo culpaba de todo, hasta se atrevió a culparlo por su depresión.

Él no se merecía eso.

Se aclaró la garganta. Tomando valor, creyendo que dejarla sería lo mejor.

—Lo siento, lo siento mucho, pero no puedo seguir así. Tú... tu me tratas como si fuera un idiota y... y yo no me lo merezco. Te ayudé, te ayudé de tantas maneras... pero tu no quisiste avanzar, te estancaste, te estancaste en tu depresión y no quisiste salir. Me insultas siempre, cuando yo siempre te digo te quiero. Me ignoras, cuando yo te doy cariño. No puedo... no puedo seguir así. Lo siento.

La chica explotó de furia. Ella pensaba que él era un puto egoísta por no pensar en ella, en lo que había sufrido.

—¡Egoísta de mierda! —gritó enfurecida—. ¿Qué mierda te pasa? No tienes derecho a tratarme así. ¿No te das cuenta de que yo sufro?...

—Yo también —la cortó—. Yo también he sufrido bastante. He hecho tantas cosas por ti, y tú nunca me valoraste. Yo también tengo sentimientos, ¿sabías? No soy de piedra. Yo te amo, pero también tengo que preocuparme por mí, por mi bienestar. Hice todo lo que pude, pero si no ayudas a salir de tu depresión, no puedo hacer más.

La miró, miró esa cara de enojo, pero no se sintió culpable, no tenía por qué estarlo.

Caminó hacia la puerta y agarró el pomo. Suspiró.

Estaba listo.

Volteó la mirada a la chica.

—Adiós —murmuró. La miró por última vez.

Salió y cerró la puerta.

Y se sintió libre.

DREAM. [Historias cortas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora