Du wærest swâre baz genant: Juvente bele et la riant!(Gottfried de Strasbourg)
Señores, ¿os gustaría escuchar una hermosa historia de amor y demuerte? Es de Tristán y de la reina Isolda. Sabréis del goce y del dolor conque se amaron y cómo murieron, en el mismo día, él por ella, ella por él.En aquel tiempo, el rey Marés reinaba en Cornualles. Sabiendo que susenemigos le habían declarado la guerra, Rivalén, rey de Leonís, atravesó elmar para prestarle ayuda. Le sirvió con la espada y con el consejo, como lohubiera hecho un vasallo, y con tal fidelidad que Marés le otorgó enrecompensa a la hermosa Blancaflor, su hermana, a quien el rey Rivalénamaba con un amor maravilloso.Acababan de celebrarse los esponsales en el monasterio de Tintagelcuando llegó la noticia de que su antiguo enemigo el duque Morgan se habíalanzado sobre el Leonís, arrasando sus castillos, sus campos y sus ciudades.Rivalén equipó sus naves a toda prisa y llevó consigo a Blancaflor, queestaba encinta, hacia sus lejanas tierras.Desembarcó ante su castillo de Kanoel, confió la reina a la salvaguardade su mariscal Rohalt, a quien todos, por su lealtad, apodaban con unhermoso nombre, Rohalt el Fidelísimo, y luego, habiendo reunido a susbarones, partió para hacer la guerra.Blancaflor le esperó mucho tiempo. Mas, ¡ay!, jamás había de volver. Undía supo que el duque Morgan le había matado a traición. No le lloró: ni unalágrima, ni un lamento, pero sus miembros se volvieron débiles y flojos; sualma quiso, con deseo intenso, escapar del cuerpo. Rohalt se esforzaba enconsolarla.–Reina -le decía-, no conseguiremos nada ensartando pena sobre pena;todo el que nace, ¿no ha de morir acaso? ¡Que Dios acoja a los muertos yguarde a los vivos!...Pero ella no quiso escucharle. Tres días deseó ir a reunirse con su dueñoamado. Al cuarto día dio a luz un hijo y tomándolo en sus brazos:–Hijo -exclamó-, mucho tiempo he deseado verte, y veo en ti a la máshermosa criatura nacida de mujer. Con tristeza alumbro y triste es miprimera caricia, por ti siento la tristeza de morir. Y como has venido almundo con tristeza, te llamarás Tristán.Una vez pronunciadas estas palabras, le besó y falleció después dehaberle besado.Rohalt el Fidelísimo recogió al huérfano. Ya los hombres del duqueMorgan cercaban el castillo de Kanoel. ¿Hubiera podido Rohalt sostenermucho tiempo la guerra? En verdad se dice: «Temeridad no es valentía.Hubo de rendirse a merced del duque Morgan. Pero temiendo que Morgandegollara al hijo de Rivalén, el mariscal le hizo pasar por hijo suyo y leeducó entre sus propios hijos.Cumplidos los siete años y no necesitando ya cuidados de mujer, Rohaltconfió a Tristán a un sabio maestro, el buen escudero Gorvalán. Gorvalán leenseñó en pocos años las artes propias de los barones. Le enseñó a manejarla lanza, la espada, el escudo y el arco, a lanzar discos de piedra, a franquearde un salto los fosos más anchos; le inculcó el odio a la felonía y a lamentira, y le acostumbró a socorrer a los débiles, a guardar la fe jurada; leenseñó diversas clases de canto, el manejo del arpa y el arte de la montería;y cuando el niño cabalgaba entre los jóvenes escuderos, parecía como si sucaballo, sus armas y él formaran un solo cuerpo y nunca hubieran estadoseparados. Al verle tan noble y gallardo, ancho de espaldas, estrecho decaderas, fuerte, fiel y valeroso, todos alababan a Rohalt por semejante hijo.Pero Rohalt, pensando en Rivalén y en Blancaflor, de quienes revivía lajuventud y la gracia, amaba a Tristán como a un hijo y secretamente lereverenciaba como a su señor.Mas sucedió que toda su alegría quedó desvanecida cuando unosmercaderes de Noruega atrajeron a Tristán a bordo de su nave y se lollevaron como una hermosa presa. Mientras se hacían a la vela hacia ignotastierras, Tristán se debatía como un lobezno cogido en la trampa. Pero esverdad probada, y todos los marineros lo saben, que el mar lleva a disgustolas naves desleales y no protege los raptos ni las traiciones. Sublevósefuriosa, sumergió a la nave en tinieblas y la arrastró durante ocho días yocho noches a la ventura. Al fin los marineros vislumbraron a través de laniebla una costa escarpada y erizada de escollos, contra la cual se estrellaríala quilla. Se arrepintieron; comprendiendo que la furia del mar provenía deaquel niño en mala hora arrebatado, hicieron, voto de liberarle y aparejaronuna barca para llevarlo a la orilla. De súbito aplacóse el viento, decreció eloleaje y mientras la nave de los noruegos desaparecía en lontananza, las olasrisueñas y apacibles condujeron la barca de Tristán hasta la arena de unaplaya.Con un gran esfuerzo escaló el acantilado y vio que más allá de unalanda hundida y desierta se extendía una selva sin fin. Se lamentabaañorando a Gorvalán, a Rohalt, su padre, y la tierra de Leonís, cuando elbullicio lejano de una cacería, a toque de cuerno y con gran algazara,regocijó su corazón. De entre la espesura surgió un hermoso ciervo. Lajauría y los monteros le seguían el rastro con gran tumulto de voces ytrompetas, pero como los sabuesos colgaban ya en racimos de la piel de sucrucero, la bestia, a algunos pasos de Tristán, dobló las patas, agonizante. Unmontero la remató con el venablo. Mientras los cazadores alineados encírculo señalaban pieza cobrada a toque de cuerno, Tristán, atónito, vio queel montero mayor rajaba ampliamente el cuello del ciervo como paracortarlo. Exclamó:–¿Qué hacéis, señor? ¿Está bien descabezar esta bestia tan noble, comosi fuera un cerdo degollado? ¿Es costumbre del país?–Buen hermano -respondió el montero-, ¿qué hago que puedasorprenderte? Sí, corto primero la cabeza de este ciervo, después dividiré elcuerpo en cuatro partes y las llevaremos colgadas de los arzones de nuestrassillas al rey Marés, nuestro señor. Así lo hacemos y desde el tiempo de losmás antiguos monteros se ha venido haciendo en Cornualles. Pero si túconoces alguna costumbre más loable, enséñanosla: toma este cuchillo, buenhermano, y nosotros la aprenderemos con mucho gusto.Tristán se hincó de rodillas y quitó la piel al ciervo antes de deshacerlo;después despedazó a la bestia dejando intacto el hueso sacro, segúncostumbre; luego separó las extremidades, el morro, la lengua, las criadillasy la vena del corazón.Y monteros y lacayos de jauría, inclinados sobre él, le contemplabanarrobados:–Amigo -dijo el montero mayor-, bellas costumbres son éstas; ¿en quétierra las aprendiste? Dinos tu país y tu nombre.–Buen señor, me llamo Tristán y aprendí estas costumbres en mi tierrade Leonís.–¡Tristán -dijo el montero-, que Dios recompense al padre que te hacriado tan noblemente! ¿Es sin duda barón rico y poderoso?Pero Tristán, que sabía hablar bien y callar mejor, contestó con astucia:–No, señor, mi padre es un mercader. He huido secretamente de casa abordo de una nave que partía para comerciar en lejanas tierras, pues querríaaprender cómo se comportan los hombres de los países extranjeros. Pero sime aceptáis entre vuestros monteros, os seguiré de buena gana y os enseñaré,señor, otros pasatiempos de montería.–Hermoso Tristán, me admira que haya una tierra donde los hijos de losmercaderes sepan cosas que en otra ignoran los hijos de los caballeros. Peroven con nosotros, si así lo deseas, y sé bienvenido. Te llevaremos al reyMarés, nuestro señor.Tristán acabó de descuartizar el ciervo. Dio a los perros el corazón, losdespojos de la cabeza y las entrañas y enseñó a los cazadores cómo debeprepararse la porción destinada a los perros y la que ha de servir de cebo.Después enristró los trozos bien divididos y los confió a los diferentesmonteros: la cabeza a uno, a otro la grupa y los grandes filetes; a ésteespaldas, a aquél las ancas, a estotro los lomos. Les enseñó cómo habían dealinearse de dos en dos para cabalgar en buen orden, según la categoría delos pedazos de caza enristrados en las horquillas.Luego se pusieron en camino, conversando, hasta que al fin divisaron unrico castillo. Estaba rodeado de prados, jardines, surtidores, pesquerías ytierras de labrantío. Numerosas naves fondeaban en el puerto. El castillo seerguía sobre el mar, fuerte y hermoso, bien fortificado contra todo asalto ytoda artimaña de la guerra; y la torre del homenaje, erigida por gigantes enremotos tiempos, estaba construida con bloques de piedra, grandes y bientallados, dispuestos como un tablero de verde y azul.Tristán preguntó el nombre de este castillo.–Hermoso mancebo, se llama Tintagel.–Tintagel -exclamó Tristán-, ¡bendito seas de Dios y benditos sean tusmoradores!Señores, era allí donde en otro tiempo, con gran júbilo, su padre Rivaléncelebró sus desposorios con Blancaflor. Mas, ¡ay!, Tristán lo ignoraba.Llegados al pie de la torre maestra, las charangas de los monterosatrajeron a las puertas a los barones y al mismo rey Marés.Después que el montero mayor lo hubo contado la aventura, Marésadmiró los hermosos arreos de caballería, el ciervo bien despedazado y elgran acierto en los usos de la montería. Pero admiraba sobre todo al hermosomuchacho extranjero y sus ojos no podían separarse de él. ¿De dóndeprovenía tan honda ternura? El rey interrogaba a su corazón y no podíacomprenderlo. Señores, era su sangre que se conmovía y hablaba dentro de síy el amor que en otro tiempo sintiera por Blancaflor, su hermana.Por la noche, una vez levantados los manteles, un juglar galés, maestroen su arte, avanzó entre los barones reunidos y cantó layes de arpa. Tristánestaba sentado a los pies del rey y como el arpista preludiara una nuevamelodía, Tristán le habló así:–Maestro, este romance es bello entre los más bellos: los antiguosbretones lo compusieron antaño para celebrar los amores de Graelent. Dulcees su tono y dulces sus palabras. Maestro, tu voz es hábil, acompáñalo biencon tu arpa.El galés cantó y respondió luego:–Chiquillo, ¿qué sabes tú del arte de los instrumentos? Si los mercaderesde la tierra de Leonís enseñan también a sus hijos a tocar el arpa, la cítara yla vihuela, toma el arpa y muéstranos tu habilidad.Tristán tomó el arpa y cantó tan bellamente que los barones seenternecieron al oírle. Y Marés admiraba al arpista venido de aquel Leonísadonde antaño Rivalén se llevó a Blancaflor.Acabado el canto, el rey permaneció largo rato callado.–Hijo -exclamó al fin-, ¡bendito sea el maestro que te enseñó y benditode Dios seas tú! Dios ama a los buenos cantores. Su voz y el arpa penetranen el corazón de los hombres, desvelan los recuerdos amables y hacenolvidar los duelos y las vilezas. Has venido a esta mansión para alegríanuestra. ¡Quédate por mucho tiempo a mi lado, amigo!–De buena gana os serviré, señor -respondió Tristán-, como arpista,como montero y como súbdito vuestro.Así lo hizo y, durante tres años, un mutuo afecto creció en sus corazones.Durante el día, Tristán seguía a Marés a la audiencia o a la caza y, por lanoche, como dormía en la cámara real con los privados y los fieles, si el reyestaba triste tocaba el arpa para mitigar sus penas. Los barones le querían y,más que ninguno, como os enseñará la historia, el senescal Dinas de Lidán.Pero más tiernamente que los barones y que Dinas de Lidán le amaba el rey.A pesar de su afecto, Tristán no se consolaba de haber perdido a su padre, asu maestro Gorvalán y la tierra de Leonís.Señores, el narrador, para no ser enojoso, debe evitar los relatosdemasiados largos. Muy bellos y muy diversos son los elementos de estahistoria: ¿qué ganaríamos con prolongarla? Diré, pues, brevemente, que trashaber vagado largo tiempo por tierras y por mares, Rohalt el Fidelísimoatracó en Cornualles y enseñando al rey el carbunclo dado por él aBlancaflor en otro tiempo como rico presente nupcial, le dijo:–Rey Marés, éste es Tristán de Leonís, vuestro sobrino, hijo de vuestrahermana Blancaflor y del rey Rivalén. El duque Morgan gobierna su tierracontra toda razón: es hora de que vuelva a su heredero.Y diré brevemente cómo Tristán, ya armado caballero por su tío,atravesó el mar en las naves de Cornualles, se hizo reconocer por losantiguos vasallos de su padre, desafió al asesino de Rivalén, le dio muerte, yrecobró su tierra.Pensó luego que el rey Marés ya no viviría feliz sin él, y como la noblezade su corazón le revelaba siempre la decisión más acertada, llamó a suscondes y barones y les habló de esta manera:–Señores de Leonís, he reconquistado este país y he vengado al reyRivalén con la ayuda de Dios y la vuestra. Así he reivindicado a mi padre.Pero dos hombres, Rohalt y el rey Marés de Cornualles, han sostenido alhuérfano y al niño errante y debo también llamarles padres, ¿No les deboprestar, también, mi ayuda? Ahora bien, el hombre de alto rango posee doscosas: su tierra y su cuerpo. A Rohalt, que veis aquí, cederé mi tierra: padre,vuestra será y de vuestro hijo después de vos. Al rey Marés cederé micuerpo; abandonaré este país, aunque muy amado, e iré a servir a Marés, miseñor, en Cornualles. Esta es mi idea; pero vosotros sois mis leales, señoresde Leonís, y me debéis consejo. ¡Sí alguno de vosotros quiere enseñarmeotra resolución, que se levante y que hable!Pero todos los barones le ensalzaron con sus lágrimas y Tristán, llevandoconsigo únicamente a Gorvalán, se dispuso a partir hacia la tierra de Marés.
YOU ARE READING
Tristán e Isolda
PoetryNada se sabe sobre el origen y procedencia de esta leyenda o esta historia, mucho más remota que la fecha a que corresponden los datos más antiguos que hacen referencia a ella.