En po d'ore vos oí paiéeO la parole do chevol,Dont je n'ai puis eü gran dol.(Lay de la Locura de Tristán.)
Había en la corte del rey Marés cuatro barones, de lo más felón queimaginarse pueda y que odiaban de muerte a Tristán por sus proezas y por eltierno amor que el rey le profesaba. Recuerdo sus nombres: Andret, Canelón,Gondoino y Denoalén. El duque Andret era, como Tristán, sobrino del reyMarés. Comprendiendo que el rey procuraba envejecer sin hijos para dejarsu tierra a Tristán, se agudizó su envidia y con mentiras incitaba contraTristán los sentimientos de los personajes de Cornualles.–¡Cuántas maravillas en su vida! – decían los traidores-. Pero vosotrossois hombres de gran juicio, señores, y sin duda sabréis demostrarlo. Quehaya triunfado de Morolt, es un gran prodigio; pero, ¿por qué suerte dehechizos ha podido, casi moribundo, bogar solo por el mar? Los magospueden hacerlo, decimos. Además, ¿en qué embrujado país ha podidoencontrar remedio a sus llagas? Ciertamente, es un hechicero. ¡Sí, su barca,su espada y su arpa están encantadas y cada día vierten venenos en elcorazón del rey Marés! ¡Cómo ha sabido domar este corazón con poder yartes de brujería! ¡Será rey, señores, y vosotros tendréis vuestras tierras afeudo de un mago!Convencieron por fin a la mayor parte de los barones, pues muchoshombres ignoran que lo que parece poder de magos, el corazón puedealcanzarlo por la fuerza del amor y de la osadía. Y fue por esto que losbarones instaron al rey Marés a tomar por esposa una hija de rey, que lediera herederos; si rehusaba, retiraríanse a sus fortalezas para hacerle laguerra. El rey se resistía y juraba en su corazón que mientras viviera suamado sobrino ninguna hija de rey entraría en su lecho. Pero, a su vez,Tristán, que soportaba con gran vergüenza la sospecha de amar a su tío coninteresado amor, le apremió diciéndole que se rindiera a la voluntad de labaronía; si no, abandonaría la corte, e iría a servir al rico rey de Gavoya.Entonces Marés fijó un plazo a sus barones: pasados cuarenta días,expresaría su pensamiento.El día señalado, solo en su cuarto, el Rey esperaba la llegada de losbarones y pensaba tristemente:«¿Dónde encontrar hija de rey tan lejana e inaccesible a quien puedafingir, pero fingir tan sólo, que la quiero por esposa?»En aquel instante, por la ventana abierta al mar, dos golondrinas quehacían su nido entraron jugueteando; luego, espantadas, desaparecieron. Perode sus picos había escapado un largo cabello de mujer, más fino que un hilode seda y brillante como un rayo de sol.Habiéndolo cogido Marés, hizo entrar a Tristán y a los barones y les dijo:–Para complaceros, señores, tomaré mujer, siempre que vosotros queráisbuscar a la que he escogido.–Ciertamente, la buscaremos, buen señor; pero, ¿quién es la elegida?–Escogí aquella a quien perteneció este cabello y sabed que no quiero aninguna otra.–¿Y de dónde, buen señor, os viene este cabello de oro? ¿Quién os lo hatraído? ¿Y de qué país?–Viene, señores, de la Bella de los cabellos de oro; dos golondrinas melo han traído: ellas saben de qué país.Los barones comprendieron que eran víctimas de una burla y un engaño.Miraban a Tristán con desdén; porque sospechaban que él había aconsejadotal astucia. Pero Tristán, habiendo examinado el cabello de oro, acordóse deIsolda la Rubia. Sonrió y habló así:–Rey Marés, hacéis muy mal; ¿no veis que las sospechas de estosseñores me avergüenzan? Pero en vano habéis preparado esta burla; yo iré abuscar a la Bella de los cabellos de oro. Sabed que la busca es peligrosa yque me será más difícil regresar de su país que de la isla donde he matado aMorolt; pero de nuevo quiero poner por vos, buen tío, mi cuerpo y mi vida ala ventura. Para que vuestros barones comprendan que os amo con amor leal,empeño mi fe en este juramento: O moriré en la empresa o conduciré a estecastillo de Tintagel a la Reina de los cabellos de oro.Equipó una hermosa nave y la abasteció de trigo, vino, miel y toda clasede buenos manjares. Hizo subir en ella, además de Gorvalán, a cien jóvenescaballeros de alta alcurnia, escogidos entre los más audaces, vistióles concotas de buriel y capas de tela basta, de tal modo que parecían mercaderes;pero bajo el puente de la nave ocultaban las ricas vestiduras de tisú de oro,de cendal y de escarlata que corresponden a los mensajeros de un reypoderoso.Cuando la nave se hubo hecho a la mar, el piloto preguntó:–Buen, señor, ¿hacia qué tierra navegamos?–Amigo, ve con rumbo a Irlanda, derecho al puerto de Weisefort.El piloto se estremeció, ¿Ignoraba Tristán que desde la muerte de Moroltel rey de Irlanda perseguía las naves de Cornualles, apresaba a los marinerosy los colgaba en la horca? El piloto obedeció, no obstante, y alcanzó la tierrapeligrosa.Tristán supo persuadir a los hombres de Weisefort de que suscompañeros eran unos mercaderes de Inglaterra venidos para comerciar enpaz. Pero como estos raros mercaderes pasaban el día en los nobles juegosdel chaquete y del ajedrez y parecían más hábiles en manejar los dados queen medir el trigo, Tristán temió ser descubierto y no sabía cómo iniciar suempresa.Cierta mañana, al rayar el alba, oyó una voz tan espantosa que se hubierapodido confundir con el grito de un demonio. Jamás había oído chillar a unabestia de un modo tan horrible y maravilloso a la vez. Llamó a una mujerque pasaba por el puerto.–Decidme -exclamó-, señora, ¿de dónde viene esta voz que he oído? Nome lo ocultéis.–No, señor, os lo diré sin engaño. Sale de una bestia fiera, la máshorrorosa que pueda haber en el mundo. Cada día baja de su caverna y separa en una de las puertas de la ciudad. Nadie puede entrar ni salir sin haberentregado al dragón una doncella; y así que la tiene entre sus garras ladevora en un santiamén.–Buena dama -dijo Tristán-, no os burléis de mí, pero decidme si seríaposible a un hombre nacido de madre vencerle en batalla.–No sé, hermoso y dulce señor; lo cierto es que veinte esforzadoscaballeros han intentado ya la aventura; porque el rey de Irlanda ha hechoproclamar por sus heraldos que concedería su hija Isolda la Rubia a quienaniquilara al monstruo; pero el monstruo los ha devorado a todos.Tristán deja a la mujer y vuelve hacia la nave. Se arma en secreto, y ¡quéasombro habría causado ver salir de aquel bajel mercante a un guerrero tanricamente ataviado y tan apuesto caballero! Pero el puerto estaba desierto,pues acababa de apuntar el día, y nadie vio al valiente cabalgando hasta lapuerta que la dama le había mostrado. De súbito bajaron por el camino cincohombres, que espoleaban a sus caballos, sueltos los frenos, y huían hacia laciudad. Tristán asió a uno de ellos por la roja melena trenzada, con tantafuerza, que le derribó sobre la grupa de su caballo y le mantuvo inmóvil.–¡Salve, buen señor! – dijo Tristán-, ¿por dónde viene el dragón?Y cuando el fugitivo le hubo enseñado el camino, Tristán le soltó.El monstruo se acercaba. Tenía cabeza de bicha, los ojos rojos cornocarbones encendidos, dos cuernos en la frente, las orejas largas y peludas,garras de león, cola de serpiente y el cuerpo escamoso como el de un grifo.Tristán arrojó contra él su corcel con tal furia, que éste, a pesar delmiedo que le dominaba, arremetió contra el monstruo. La lanza de Tristánchocó contra las escamas y voló hecha añicos. Al punto el osado saca suespada, la levanta, la descarga sobre la cabeza del dragón, pero... ¡ni llega acortar la piel!... El monstruo ha sentido el golpe y se enfurece, lanza susgarras contra el escudo, las hinca en él y hace volar las ligaduras. A pechodescubierto Tristán le hostiga todavía con la espada y pega, por fin, sobresus flancos un golpe tan violento que hace retumbar el aire. Todo en vano:no puede herirle. Entonces el dragón vomita por las ventanas de la nariz undoble chorro de llamas venenosas; la cota de Tristán se torna negra como uncarbón apagado, su caballo se desploma y muere. Pero el héroe,levantándose de súbito, hunde su buena espada en la garganta del monstruo:la clava entera y le parte el corazón en dos pedazos. El dragón lanza porúltima vez su horrible rugido y muere.Tristán le cortó la lengua y la metió en su jubón. Después, aturdido por laacre humareda se encaminó, para calmar su sed, hacia un estanque quebrillaba a lo lejos. Pero el veneno que destilado por la lengua del dragón leimpregnaba ardía por su cuerpo y, entre las altas hierbas que bordeaban elpantano, el héroe cayó inanimado.Sabed, pues, que el fugitivo de la roja cabellera trenzada era el cobardeAguinguerrán el Rojo, el senescal del rey de Irlanda, que codiciaba a Isoldala Rubia. Pero tal es la fuerza del amor, que cada mañana se emboscaba,armado, para atacar al monstruo; sin embargo, con sólo oír de lejos su grito,el valiente huía.Aquel día, seguido de sus cuatro compañeros, osó desandar el camino.Encontró al dragón derribado, el caballo muerto, el escudo roto y pensó queel vencedor acababa de morir por allí cerca. Entonces cortó la cabeza delmonstruo, la llevó al rey y reclamó el hermoso salario prometido.El rey desconfió un tanto de su proeza; pero queriendo hacerle justicia,ordenó a sus vasallos que acudieran a la corte al cabo de tres días. Ante labaronía reunida, el senescal Aguinguerrán exhibiría la prueba de su victoria.Cuando Isolda la Rubia supo que sería concedida su mano a aquelcobarde, soltó primero una larga carcajada y luego se deshizo en lamentos.Pero a la mañana siguiente, sospechando la impostura, tomó consigo a supaje, el rubio y fiel Perinís, y a Brangania, su joven sirvienta y compañera,hasta que Isolda notó en el camino unas huellas de caballo de formasingular; sin duda éste no era del país. Después encontró el monstruodescabezado y el caballo muerto: no iba enjaezado según la costumbre deIrlanda. Con toda seguridad era un extranjero quien había matado al dragón:pero ¿vivía aún?Isolda, Perinís y Brangania le buscaron largo rato; por último, entre lashierbas del pantano, Brangania vio brillar el yelmo del valiente. Respirabaaún, Perinís lo montó en su caballo y lo llevó secretamente a la cámara delas mujeres. Allí Isolda contó la aventura a su madre, y le confió elextranjero. Cuando la reina le despojaba de su armadura, la lenguaenvenenada del dragón cayó de entre las ropas. Entonces la reina de Irlandahizo volver en sí al herido por la virtud de una hierba y le dijo:–Extranjero, yo sé que tú eres el verdadero matador del dragón. Peronuestro senescal, un felón, un cobarde, le ha cortado la cabeza y reclama ami hija Isolda la Rubia en recompensa. ¿Sabrás dentro de dos días probarlesu injusticia en batalla?–Reina -dijo Tristán-, el plazo es corto. Pero sin duda vos podéis curarmeen dos días. He conquistado a Isolda luchando con el dragón; tal vez laconquistaré luchando con el senescal.Entonces la reina le alojó espléndidamente y preparó para él remedioseficaces. Al día siguiente Isolda la Rubia le preparó un baño y ungiódulcemente su cuerpo con un bálsamo que su madre había compuesto.Deteniendo la mirada sobre el rostro del herido, vio que era hermoso ysumergióse con placer en estos pensamientos:«Ciertamente, si su valentía es tanta como su hermosura, mi campeónlibrará ruda batalla»Tristán, reanimado por el calor del agua y la fuerza de los aromas, lamiraba y, pensando qua había conquistado a la Reina de los cabellos de oro,inició una sonrisa. Isolda lo notó y dijo para sí:«¿Por qué ha sonreído este extranjero? ¿He cometido algunainconveniencia? ¿He olvidado alguno as los servicios que una doncella debeprestar a su huésped? Habrá reído porque he olvidado pulir sus armasempañadas por el veneno»Fue, pues, adonde la armadura de Tristán estaba guardada:«Este yelmo es de buen acero -pensó-; no cederá en lo mejor delcombate. Y esta cota es fuerte, ligera y muy digna de ser ceñida por unvaliente»Asió la espada por la empuñadura:«He aquí una hermosa espada, como tan intrépido caballero requiere»Saca de la rica vaina, para enjugarla, la hoja ensangrentada. Pero ve quetiene mellas profundas. Repara en la forma del mellado: ¿no sería aquella lahoja que se rompió en la cabeza de Morolt? Vacila, mira una y otra vez paracerciorarse de lo que imagina. Corre a la cámara donde guarda el fragmentode acero extraído en otro tiempo del cráneo de Morolt. Junta el fragmento almellado; apenas se perfila señal de rotura.Entonces se precipitó hacia Tristán y, blandiendo sobre la cabeza delherido la enorme espada, le gritó:–Tú eres Tristán de Leonís, el matador de Morolt, mí tío amado. ¡Muere,pues, tú también!Tristán hizo un esfuerzo para detener su brazo: pero fue en vano; sucuerpo estaba tullido aunque su espíritu se conservara ágil. Habló, pues,ingeniosamente, de esta manera:–Sea, moriré, pero para ahorrarte eternos remordimientos, escucha, hijade rey: sabe que no solamente tienes el poder sino el derecho cíe matarme.Sí, tú tienes derecho sobre mi vida pues por dos veces me la has conservadoy devuelto. La primera vez, no ha mucho; yo era el juglar herido que túsalvaste al expulsar de mi cuerpo el virus con que el venablo de Morolt lohabía emponzoñado. No te sonrojes, doncella, por haber curado estasheridas, ¿Acaso no las recibí en leal combate? ¿Acaso he matado a Morolt atraición? ¿No me había desafiado? ¿No había de defender mi cuerpo? Yendoa recogerme al pantano me has salvado por segunda vez. ¡Ah! Es por ti,doncella, por quien he combatido al dragón... Pero dejemos estas cosas:quería probarte solamente que habiéndome librado del peligro de la muertepor dos veces, tienes derecho sobre mi vida. Mátame, pues, si piensas ganarcon ello loor y gloria. Acaso cuando estés en brazos del valeroso senescal, teserá dulce pensar en tu huésped herido, el que arriesgó su vida paraconquistarte y al que habrás matado, indefenso, en este baño.Isolda exclamó:–Oigo palabras maravillosas. ¿Por qué el matador de Morolt ha queridoconquistarme? ¡Ah! Ya que Morolt había intentado arrebatar en su nave a lasdoncellas de Cornualles, quieres tomar hermosas represalias y te jactaríasllevándote como sierva aquella a quien Morolt amaba por encima de todas...–No, hija del rey -dijo Tristán-. Un día, dos golondrinas volaron hastaTintagel llevando allí uno de tus cabellos de oro. Creí que venían aanunciarme paz y amor. Por esto he venido a buscarte al otro lado del mar.Por esto he afrontado al monstruo y su veneno. Mira este cabello cosidoentre los hilos de oro de mi brial; el oro de los hilos se ha desvanecido; eloro del cabello brilla con toda su hermosura.Isolda tiró la gran espada y, tomando en sus manos el brial de Tristán,vio el cabello de oro. Permaneció largo rato callada; después besó al huéspeden los labios en señal de paz y le revistió de ricas prendas.El día de la asamblea de los barones, Tristán envió a Perinís, el paje deIsolda, para ordenar a sus compañeros que se trasladaran a la corte,ataviados como correspondía a los mensajeros de un gran rey, porqueesperaba conseguir aquel mismo día el término de la aventura. Gorvalán ylos cien caballeros, que hacía cuatro días se hallaban desolados por lapérdida de Tristán, se regocijaron con la noticia.Entraron uno a uno en la sala donde se agolpaban, incontables, losbarones de Irlanda, y se sentaron en una sola hilera. Las pedreríascentelleaban a lo largo de sus ricas vestiduras de escarlata, de cendal y depúrpura. Los irlandeses decían para sí:–¿Quiénes son, estos magníficos señores? ¿Quién les conoce? ¡Ved esosmantos suntuosos adornados con ofre y cebellina! ¡Ved en el puño de lasespadas, en el broche de las pellizas, rutilar los rubíes, los berilos, lasesmeraldas y tantas piedras preciosas de las que ni siquiera sabemos elnombre! ¿Quién vio jamás semejante esplendor? ¿De dónde vendrán estosseñores? ¿De quién son vasallos?Pero los cien caballeros permanecían silenciosos, inmóviles en su sitio,sin levantarse por nadie.Cuando el rey de Irlanda se hubo sentado bajo el dosel, el senescalAguinguerrán el Rojo se ofreció a probar con testigos y a sostener en batallaeme había matado al monstruo y que en consecuencia Isolda la Rubia ledebía ser entregada. Entonces Isolda se inclinó ante su padre, y dijo:–Rey, ahí está un hombre que pretende convencer al senescal de mentiray felonía. A este hombre, dispuesto a probar que él ha librado a vuestra tierradel azote y que vuestra hija no debe ser abandonada a un cobarde,¿prometéis perdonarle sus antiguos agravios, por grandes que sean, yconcederle vuestro favor y vuestra paz?El rey quedó pensativo, sin apresurarse a responder, tero sus baronesgritaron á un tiempo:–¡Otorgadlo, señor, otorgadlo!Y el rey dijo:–Otorgado.Entonces Isolda se arrodilló a sus pies:–Padre, dadme primero a mí el beso de gracia y de paz en señal de que lodaréis también a este hombre.Cuando hubo recibido el beso, fue a buscar a Tristán y lo llevó de lamano a la asamblea. A su vista, los cien caballeros se levantaron a la vez, lesaludaron con los brazos en cruz sobre el pecho, alineáronse a su lado y losirlandeses comprendieron que era su señor. Muchos de ellos le reconocieronentonces y resonó un grito atronador:–¡Es Tristán de Leonís, es el matador de Morolt!Las espadas desnudas brillaron y voces furiosas repetían:–¡Que muera!Isolda exclamó:–Rey, besa a este hombre en la boca como me has prometido.El rey le besó en la boca. Y el clamor se aplacó.Entonces Tristán mostró la lengua del dragón y presentó batalla alsenescal, que no osó aceptarla, reconociendo su impostura.Tristán habló así:–Señores, yo he matado a Morolt, pero he cruzado el mar para ofrecerosun hermoso desquite. A fin de compensar el desaguisado, he puesto micuerpo en peligro de muerte, librándoos del monstruo. De esta manera heconquistado a la bella y rubia Isolda. Tengo, pues, derecho a llevarla en minave. Pero a fin de que en tierras de Irlanda y de Cornualles no reine jamásel odio sino el amor sabed que el rey Marés, mi caro señor, la tomará poresposa. Ved aquí cien caballeros de alta alcurnia dispuestos a jurar sobre lasreliquias de los santos, que el rey Marés os envía paz y amor, que su deseoes honrar á Isolda como a su esposa amada y que todos los hombres deCornualles la servirán como a su reina y señora.Trajeron los cuerpos santos, con gran júbilo, y los cien caballeros juraronque había dicho verdad.El rey tomó a Isolda de la mano y preguntó a Tristán si la conduciríalealmente a su señor. Y ante sus cien caballeros y ante los barones deIrlanda, Tristán lo juró.Isolda la Rubia temblaba de vergüenza y de angustia. Una vezconquistada por Tristán, éste la desdeñaba; el hermoso cuento del cabello deoro era una mentira y el triunfador la entregaba a otro... El rey puso la manoderecha de Isolda en la diestra de Tristán, y éste la retuvo en señal de que seposesionaba de ella en nombre del rey de Cornualles.De este modo, por amor al rey Marés, con su ingenio y su bravura,Tristán llevó a cabo la búsqueda de la Reina de los cabellos de oro.
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Tristán e Isolda
PoesíaNada se sabe sobre el origen y procedencia de esta leyenda o esta historia, mucho más remota que la fecha a que corresponden los datos más antiguos que hacen referencia a ella.