iv. tsukishima

832 118 20
                                    

El calor que hacía en Miyagi aquella tarde era cosa seria. Los mosquitos acechaban, su dolor de cabeza aumentaba...

Y por si fuera poco, le habían dejado solo con la mocosa. En algún momento y por alguna (estúpida) razón, sus compañeros habían desaparecido.

Se suponía que esa era una salida de despedida para los senpais que pronto entrarían a la Universidad, por insistencia de Nishinoya y Tanaka. Todo el club de voleyball había asistido.

Excepto Yachi y Kiyoko. Seguro que ese fue el factor determinante para el fracaso.

Llegada la media tarde, los de tercer año habían ido por algo de comer y beber para todos. Terminaron llevando a Yamaguchi y Ennoshita con ellos para que ayudaran a cargar las bolsas.

Aunque fuera su propia "fiesta". Ni Suga ni Daichi dejarían pasar hambre a sus chicos.

—¿Dónde está onii-chan?

Esa vocecita. Kei estaba seguro de que soñaría con ella.

—Oi. Te estoy hablando.

Y él la escuchaba perfectamente, aún con los cascos puestos simulando oír música.

—¡Bakashimaaa!

Uno, dos, tres. No, no pierdas la calma. Es solo una niña.

—¡Hmpf! Eres malo—refunfuñó Natsu, cruzando los bracitos sobre su pecho.

El rubio la miró de reojo, se encogió de hombros y se acomodó en su lugar en la banca donde ambos se encontraban sentados. Uno en cada punta.

—No lo soy.

No sabía cómo tratar con los niños. Ni quería saber. Pero no era malo.

—Entonces, u-uh, dime dónde está onii-chan.

La voz de la menor había sonado más suave, se había sentido tímida de repente.

—No lo sé. Fue con el rey y los otros a buscar un lugar libre para jugar al voley.

De eso ya hacían más de 15 minutos.

El enano debería haberse quedado a cuidar a su hermana pero fue el primero en salir corriendo cuando Noya tiró la idea de buscar un lugar para jugar voleyball.

—Onii-chan se olvidó de mí otra vez—murmuró quedito, haciendo un puchero.

Aquello llamó un poco la atención del bloqueador.

—¿Por qué dices "otra vez"?

—Se suponía que hoy onii-chan y yo jugaríamos a las muñecas... Pero se olvidó e hizo planes con ustedes.

Sí. Eso sonaba como algo que aquel cabeza de balón haría.

—Me trajo con él como compensación pero parece que ya se olvidó de nuevo.

Un destello de tristeza cubrieron los orbes miel de la pequeña. Tsukishima podría jurar haber visto esa reacción antes en él, cuando era niño.

—Mi hermano mayor es un idiota, como el tuyo —afirmó de repente—, se olvida cosas y miente, sobre todo miente, pero uh, al final no creo que sea porque no me quiere. Solo es así.

La sonrisa brillante de Natsu le dio la idea a Kei de que había dicho lo correcto. Y ni siquiera sabía por qué.

Un silencio cómodo se instaló entre ambos.

.

—¡Hinata idiota! ¡Tienes suerte de que ese señor no haya llamado a la policía porque rompiste el vidrio de su auto! Aunque no nos devolvió el balón...

—Uuh, ya. Cállate Bakeyama. Tengo que encontrar a Natsu.

Sin mucho esfuerzo, lograron localizar a la niña que se columpiaba un poco más allá. Había muchos otros niños en las hamacas pero ella estaba acompañada por Tsukishima, que sobresalía de entre los pequeños.

—¡Natsu! —gritó a todo pulmón el número diez, llamando la atención de toda la gente allí, ganándose un coscorrón de Tobio.

Al cabo de segundos, Natsu y Kei se acercaron a ellos. Luego de que Shouyou se disculpara con su hermana, fueron a encontrarse con los demás.

Acelerando el paso, la niña tironeó del pantalón al rubio.

—¡Vamos, vamos Tsukki-niisan!

La mirada sombría que les dedicó Tsukishima fue suficiente para que cualquier burla proviniente del combo raro se quedara en un intento fallido.

Natsu & OniichanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora