viii. la panadería

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—Mamá, ¿traes la leche? A Bakeyama-san... Eh. Kageyama-san le gusta tomar leche cuando visita a oniichan.

Madre e hija caminaban tomadas de las manos rumbo a casa, acababan de salir del supermercado. El calor en Miyagi era bastante molesto aquella mañana, pero Mamá había comprado a Natsu unas paletas de fresa así que todo estaba bien.

—Oh, no —la mujer mayor detuvo su caminata para revisar dentro de las bolsas de compras sin encontrar lo que buscaba—, olvidé la leche... Pero aún debemos ir hasta la panadería...

La niña asintió pensativa, aquella situación parecía ser un verdadero problema para su madre por lo que pensó en alguna forma de ayudar.

—Mamá, Natsu irá hasta la panadería, tú vuelve por la leche —ordenó la pelinaranja con manos en la cintura y el pecho inflado.

Por más graciosa que la actitud de su hija le pareciere, procuró no burlarse y tomarse en serio aquella propuesta, tal y como la pequeña lo merecía.

Estando apenas a unas calles de casa y prácticamente frente a la panadería, no parecía tan mala idea.

—Bien, ya que Natsu es una niña responsable, mamá le dará una misión.

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Aquello no pareció tan complicado en su mente. En su corta vida había acompañado a mamá a esa panadería más veces de las que pudiera contar... Pero ahora estaba allí, sin saber que hacer.

—Vamos pequeña, ¿tienes lo que falta para completar la compra? Creo que pediste más de lo que puedes pagar —la mirada que le dedicaba la anciana mujer tras el mostrador le dio escalofríos, estaba más que acostumbrada a la sonrisa amable que la nieta de la mujer les daba a ella y su madre cuando las atendía. Mala suerte la suya que esta vez le tocó esa vieja gruñona—, puedes devolverme el pan si no tienes el dinero. Pero anda, decide. Tengo otros clientes que atender.

Natsu rebuscó entre sus bolsillos con forma de girasol pero no encontró más que una de las paletas que mamá le había comprado.

Sí, al parecer confundió el pedido de mamá y terminó comprando más pan del que debía. No era mucho lo que le faltaba para completar su compra, de eso estaba segura, sin embargo, la mirada de la anciana más las de los demás clientes que esperaban su turno cuchicheando tras ella la ponían cada vez más narviosa.

—Anda niña, ya decide. ¿Me das el dinero que falta o me devuelves el pan?

Con un nudo en la garganta, Natsu alzó la manito extendiendo la bolsa a la señora.

Había fallado en su misión. Había fallado a mamá.

Luego de una disculpa y de recuperar su dinero, la pelinaranja se dispuso a salir de allí hasta que un murmullo dulce sonó a sus espaldas.

—Yo, yo pa-pago por la niña —aquella muchachita de cabellera rubia se acercó hasta la anciana y le entregó la cantidad justa de la compra de Natsu.

Con una clara muestra de fastidio, la señora gruñona devolvió a la pequeña Hinata la bolsa con el pan.

Loa ojitos de la niña brillaron y tragándose las lágrimas de felicidad, le entregó el dinero que tenía a la chica de ojos miel quien la miraba enternecida.

—¡Muchas gracias, oneesama!

—Oh... N-no, solo fue una pequeña ayuda. Y... ¡Pudes llamarme Yachi!

—¡Yachi-neesan, ¿te gustan las paletas de fresa?!

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—Mamá, ¡hoy conocí a una oneesan muy amable en la panadería! Y ella me ayudó...

Otra vez rumbo a casa, madre e hija caminaban tomadas de las manos. Mamá no había tardado ni un minuto en alcanzarla fuera de la panadería cuando Natsu salió.

—Me alegro mucho, querida. Ese tipo de personas siempre son una bendición, como ángeles que se cruzan de pronto en nuestro camino.

—¡Uwaah! ¡Pues entonces a los ángeles les gustan las paletas de fresa como a mí!  —la risa de la mujer se escuchó melódica en los oídos de su hija.

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Natsu & OniichanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora