— ¿Ya es hora? — dije despertando a mi prima por sexta vez.
Con un gruñido de su parte acercó el reloj digital a mi cara para que viera la hora y sin dudarlo un segundo me levanté de un salto para preparar un rico desayuno y un buen almuerzo para Phoebus y por tanto para Maye y para mí.
Colocándome mi delantal, saqué los ingredientes del refrigerador y comencé a utilizar todas las técnicas que la señora Sophia me había enseñado ayer por la tarde.
Por suerte mía, las súcubos aprendíamos más rápido que un ángel incluso.
Una vez dejé la lonchera de Phoebus preparada, me quité el delantal y subí las escaleras dirigiéndome a la ducha.
Una vez que me bañé rápidamente, salí fugaz a la habitación que por obligación compartía con Maye y me cambié por ropa decente que había adquirido gratuitamente de mis poderes.
Escribí una rápida nota a Maye de que dejaba su desayuno en el microondas y salí sigilosamente con mis cosas en mano.
Caminé hasta el cuarto de Phoebus y recorrí las cortinas con suavidad para que no la despertara la luz del sol a la fuerza, sino que la luz natural lo hiciera. Al fin y al cabo teníamos tiempo.
Bajé a la cocina y tomé una mochila, la cual consideraba más practica que un bolso de mano. Metí todo lo que iba a necesitar e incluí mi almuerzo, con todo preparado, sólo metí en una bolsa extra las llaves de la casa y del auto.
— ¡Buenos días! — Phoebus anunció su despertar mientras bajaba las escaleras con saltitos y su mochila preparada en su espalda.
Mientras ella se sentaba a desayunar, le quité su mochila dejándola en el suelo y me dispuse a hacerle un lindo peinado en sus rizos rubios.
Me encantaba peinar a mis muñecas de pequeña, y peinar a una niña ahora era como un sueño.
Al darle el toque final y tener todo listo, fuí a la cajuela a dejar su mochila y su lonchera junto a mi improvisada bolsa.
Cuando regresé Phoe ya estaba cepillando sus dientes. Volví a la cocina para revisar que todo estuviera en orden y seguí a Phoebus en cuanto a cepillar mis dientes. Tomé mi melena en una coleta alta y le di la mano a la niña que esperaba ansiosa como yo a que llegáramos a su escuela.
Nos salimos de la casa y no me molesté en poner el pasador sino que nos dirigimos directamente al auto. La pequeña subía en la puerta del copiloto y yo aseguraba mi cinturón de seguridad.
— ¿Lista? — dije a Phoe, quien se veía entusiasmada por la idea de que la llevara a la escuela.
— Lista. — contestó con una gran sonrisa.
Con el sol golpeando nuestras caras, tomé la ruta que la señora Sophia me había indicado para llegar al centro educativo.
Una vez que llegamos me estacioné detrás de una enorme camioneta negra. Ayude a Phoebus a quitarse el cinturón y salí abriendo la cajuela.
Una vez con sus cosas en una mano cerré la cajuela y le puse la alarma al auto, le ofrecí la otra y caminamos hasta la entrada de su escuela.
Le colgué su mochila, en su mano puse su lonchera con un delicioso almuerzo y me aseguré de que su peinado estuviera perfecto mientras me arrodillaba a su altura.
La observé con una gran sonrisa, todo en la niña era hermoso y perfecto. Por un momento podía sentir como si fuera mía, pero la idea desapareció al instante.
Suspiré y apreté mis labios.
— ¿A qué hora sales? — le recordé.
— A la 1:30. — contestó con una gran sonrisa.
— ¿En dónde me esperarás? — le advertí.
— Adentro. — dijo rodando los ojos.
Sonreí y me puse en pie disponiéndome a marcharme al trabajo, pero unos pequeños brazos inmovilizaron mis piernas.
Phoe fundía su gran abrazo a la altura que podía y al no poder responderlo se separó y se despidió adentrándose en su escuela.
Parpadeé varias veces y sacudí la cabeza.
Recuerda a qué vienes, Verno.
(...)
— Es lo último, Verno. — anunció mi jefe. — Ya puedes ir por la niña.
Agradecí en un susurro, me quité el delantal y corrí hacia la salida con la mochila en mano. Arrojé el objeto en el asiento del copiloto y arranqué a toda velocidad hacia la escuela de la niña.
1:25
Con un gran derrape logré visualizar un espacio vacío detrás de la misma camioneta de la mañana y una vez estacioné el auto salí a toda prisa poniendo los seguros.
Me acerqué a la puerta y una señora de unos 30 años me recibió con una sonrisa.
— ¿Viene por alguien? — preguntó amablemente.
— Phoebus... Eh, Phoebus Stone. — dije recordando el apellido de la pequeña.
— Claro, vaya por el pasillo, doble a su derecha y en el aula 3 está ella. — dijo señalando los pasillos.
Le agradecí de antemano y seguí sus instrucciones. Al ver el aula que me había señalado, Phoebus ya estaba guardando sus cosas aprisa y corría hacia la puerta.
Una vez que la abrí para dar paso a la niña, ésta se lanzó a mis brazos depositando un abrazo.
— Les dije que vendría. — reprendió a unas niñas que me veían con boca abierta.
— ¿Hola? — saludé a las infantes.
— Señorita... — se acercó la maestra.
— Verno. — completé.
— Ah, sí. Phoebus no ha dejado de hablar de usted en todo el día. — dijo con una sonrisa.
— Sí. — contesté tomando la espalda de la niña e incitándola a que caminara. — Tengo cosas que hacer si no le molesta. — dije en modo de despedida.
Tomé a Phoebus de la mano y caminamos por los pasillos a paso veloz.
— Corre que tenemos que dejarle el coche a Maye.
Una vez que llegamos a la casa quemando llantas, mi prima nos esperaba en la puerta.
— ¡Mi primer día y no puedo creer que vaya a llegar tarde! — reclamó mi prima.
— Anda ya, que si sigues quejándote no vas a llegar. — le aventé las llaves y ella se fue en un instante.
Miré a Phoebus y suspiré.
— Este es el trato. — dije acercándome a su cara. — Tú haces tus deberes y yo cocino en paz.
La niña asintió con la cabeza y fue a su habitación a cambiar su ropa para después bajar y poner sus deberes sobre la mesa del comedor.
¿No te está costando mucho o sí? Tienes el poder de dar a relucir tu verdadera persona... Pero la sed de venganza no te deja verlo.
Trato de hacerlo, Padre.
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Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2)
FantasyDespués de que la profecía del poema fuera errónea, Verno se apoderó de la llave de Edom para poder reinar y tomar el trono que su padre, Asmodeus, le otorgó. Sin embargo, la cordura de la súcubo la lleva a hacer cosas que su verdadera persona no ha...