Capítulo 28

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Verno

— ¡Phoebus! ¡Te dije que no salieras de la maldita habitación! — grité en su dirección al ver cómo se arrastraba entre el suelo con una cara de pánico.

— ¡Escuché mucho ruido! — se quejó.

La observé enojada mientras tomaba mi estómago con un inmenso agujero en el centro.

— ¡Largo! — le grité.

— Pero... — su pequeña cara se arrugó.

— ¡Dije que te largues! — gruñí con una voz mecánica y llena de euforia.

La cara de Phoebus de tornó roja y después pequeños hilos de lágrimas corrieron por sus mejillas sonrojadas.

Abrí los ojos un instante, pensando en lo que había hecho.

— No... Phoe... — alargué mi mano hacia ella pero la pequeña mortal retrocedió con miedo.

— Phoe... — llamó Maye con dificultad. — Ven.

La niña corrió hacia los brazos de Maye y se acurrucó contra ella, largándose a llorar.

Mi prima me observó con una expresión enojada y yo negué con la cabeza sin saber qué decir.

— No pasa nada, ¿de acuerdo? — susurró Maye en el oído de la niña.

Apreté mis dientes.

¿Luchar por alguien que no fuera yo?

No lo creo.

Me levanté con las fuerzas de Edom y corrí hacia la puerta observando el desastre que Emma había dejado a su paso y cómo mis sirvientas corrían de un lado a otro.

— ¡Señora! — llamó uno de los guardianes.

— ¡Bloquea todas las salidas! Ella no va a salir de aquí. — le ordené y él fue rápidamente a pasar el mensaje.

— ¿Qué está pasando? — preguntó Sean al llegar a mi lado y correr a mi paso.

— Emma escapó. — le expliqué lo más resumido posible, y eso bastó para tenerlo pegado a mí dándome el apoyo suficiente.

De repente se escuchó un silencio sepulcral y Sean y yo paramos nuestra carrera sin rumbo.

Observé las paredes del castillo en busca de una señal.

Emma impactó en mi costado, llevando el cuerpo de Sean contra el mío y tumbándonos para tomar ventaja.

— ¡Cierren el maldito calabozo! — gruñí a los guardias y acataron mis órdenes. — ¿En dónde está el inútil de Aroc? — grité para llamarlo mientras Sean me ayudaba a ponerme de pie.

Emma revoloteaba por todo el castillo, destruyendo todo a su paso y buscando una salida.

Una silueta voló por los aires y se aferró a su ala derecha... Era Lilith.

Busqué entre las chaquetas de Sean para dar con un sedante y fue fácil y certero encontrarlo, puesto que lo lancé justo en su espalda, su punto débil.

El cuerpo de Emma cayó en el centro del castillo con mi madre aferrada a ella.

Respiré con dificultad y después pasé saliva asimilando que todo se había calmado tan rápido cómo había llegado.

Escuché un sollozo entre todo el burullo y observé a Phoebus aferrada a las ropas de Maye, mientras ella me observaba con una expresión triste.

Volví mi cabeza hacia los guardias y les ordené que llevaran el cuerpo de Emma al calabozo.

— ¿Dónde está Aroc? — gruñí comenzando a caminar por el castillo e ignorando el llanto de Phoebus y los intentos de Maye y Lilith para calmarla.

Aparentemente mi madre aceptaba la idea de que Phoebus tenía que quedarse viva, pero la mortal seguía temiéndole.

— Él salió del castillo mucho antes de que comenzara todo. — habló una súcubo en mi oído.

— ¿Dónde fue? — exigí saber.

Ella se encogió de hombros y negó con la cabeza.

— ¿Qué pasó aquí? — su voz se hizo resonar por todas las paredes del castillo y mi mirada viajó a su cuerpo.

Entrecerré mis ojos hacia él.

— ¿Dónde demonios te metiste? — susurré con los dientes apretados.

— ¿Qué? — preguntó confundido.

— ¡Emma escapó y casi me mata! — caminé hacia él amenazante. — ¿Dónde estabas? — le grité en su cara.

— Eso no te incumbe. — respondió de vuelta y salió de nuevo.

Apreté los dientes un tanto furiosa y observé a Sean quien levantaba sus hombros y negaba con la cabeza.

Observé todo a mi alrededor y me sentí abrumada con el llanto de Phoebus.

— ¡Cállate, maldita sea! — grité en dirección a Phoebus y ella me observó con los ojos cómo platos. — ¡No será la primera vez que estarás presente en algo cómo esto, ni la última! Es mejor que te vayas haciendo a la idea de ser un demonio. — le grité apretando los puños.

Phoebus salió corriendo de los brazos de Maye hacia la habitación dónde la había dejado.

— ¡¿Y a tí qué demonios te sucede?! ¡No puedes hablarle así! — me gritó Maye apoyándose en mi madre para caminar hacia mí.

— ¡Es mejor que se vaya acostumbrando! — grité de vuelta.

— ¡Ella no es un demonio, Verno! — gritó Maye con desesperación. — ¿Qué no lo ves? ¡Es una niña!

— Niña o no, ya basta de llorar por todo. — dije con los dientes apretados.

— ¡Lo dice la persona que mató a sus padres! — gritó Maye haciéndome enfurecer.

— ¡Lo dice la persona que mató a su hermano! — me defendí.

Mate me observó con una expresión dolida pero a la vez furiosa.

— Por lo menos no lo maté sin ninguna razón. — caminó a la habitación dónde Phoebus lloraba desconsoladamente y me sentí oprimida del pecho.

Grité de frustración y me apoyé en un balcón de las ventanas.

— Dale tiempo. — sugirió Sean quedándose a mi lado. — Es verdad lo que dice Maye... Es sólo una niña a la que le quitaron sus padres.

— ¡A mí también me quitaron a mi padre! Y no estuve lloriqueando. — dije enfurecida.

— Ten en cuenta la diferencia de edad y de gravedad. — Sean habló como si fuera obvio. — Sólo piénsalo.

Se alejó de mi lado y fue a arreglar los destrozos.

Padre... ¿Qué tengo que hacer?

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora