Capítulo 29

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— Eleva más la barbilla. — le dije resonando con eco en todo el salón de mi castillo.

Phoebus hizo lo que le ordené y el pesado libro que llevaba en su cabeza trastabilló, pero por fin no se cayó.

— Una vuelta más y podrás descansar. — dije restándole importancia y sorbiendo un poco de mi té de limón.

— No veo el motivo de esto. — replicó Phoebus por enésima vez.

— Astucia al caminar, equilibrio y delicadeza. — dije soplando por arriba de mi taza.

Ella gruñó y el libro cayó de su cabeza.

Había pasado una semana desde aquel incidente. Phoebus no había tocado el tema, pero sabía que no me había perdonado del todo.

Maye y mi madre habían hablado con ella, y ninguna de las tres quería decirme qué habían cotilleado entre ellas.

— Una vuelta más. — le recordé cuando colocó el libro en su cabeza.

Emma estaba con extremo cuidado, incluso la habíamos separado de los demás ángeles, lo que había causado un caos entre ellos y el descontento.

El ángel supremo estaba sedada día y noche. Incluso teníamos horas exactas para ponerle una dosis.

No podía arriesgarme a otra cosa igual, estaba a nada de poder acabar con mi reino.

— Ella no te hizo nada... ¿cierto? — habló Phoebus sin despegar la vista del frente.

Conforme los días iban pasando, la niña que había acogido en mi reino dejaba de serlo. Ahora sus facciones cambiaban con el tiempo, y su voz se quitaba el desdén de la niñez... Incluso podría decir que había crecido tanto físicamente cómo mentalmente.

— Eso a tí no te importa. — dije sin despegar los ojos de mi taza.

Resopló con delicadeza y siguió caminando.

— ¿No puedes ser un poco más flexible? — dijo frunciendo su ceño.

Levanté una ceja en su dirección y observé cómo su altura había cambiado drásticamente... Ahora era un poco más alta, y su cuerpo comenzaba a recibir la etapa de la adolescencia.

— Me refiero a que si no pudieras sólo hablar con ellos. — dijo bajando la mirada.

— No es ninguna charla pacífica que pueda arreglarse con solo hablar. — cerré los ojos con cansancio. — Es una guerra.

Ella se quedó en silencio y poco a poco abrí los ojos para ver su cara observándome fijamente. Edom definitivamente había acelerado su crecimiento, casi no quedaba rastro de que fuera mortal.

— ¿Y si yo fuera la reina de Edom? — dijo parpadeando lentamente pero sin ningún atisbo de amenaza.

— Tú decidirías lo que creas mejor, pero ya no para tí, sino para tu reino. — contesté tal y como mi padre me lo había dicho hace tiempo.

— ¿Entonces por qué sólo estás viendo por tí? — preguntó con curiosidad y entrecerré los ojos.

— No lo hago, ellos destruirán el reino si los dejo libres.

— Ellos no tienen nada contra tu reino, sólo contra ti... — dijo tomando el libro de su cabeza y abrazándolo.

— ¿Y tú de qué lado estás? — dije cruzando mis brazos.

— Del justo. — sus ojos brillaron y con paso firme y la espalda erguida caminó fuera de la habitación con tanta delicadeza.

Observé el gran salón en silencio.

Las lecciones están por acabar... ¿Has decidido ya?

¿Decidir qué, padre? Está más que claro que el reino y la corona le pertenecen a ella.

¿Sabes que podrá liberar a los ángeles en cuánto tenga el poder?

Lo sé... Pero no lo hará si le muestro que tan malos pueden ser.

(...)

— Acércate. — le dije a Phoebus.

Ella caminó grácil hacia mí, el vestido verde jade era hermoso, y se adecuaba a su cintura, podría tener tan sólo 8 años, pero en Edom tendría muchos más.

Había crecido, Maye cada vez le enseñaba más cosas que la hacían crecer sin darse cuenta... Y justo ahora parecía tener un poco menos de mi edad.

— Siéntate. — le ordené moviendo la barbilla hacia una silla.

Ella alisó la falda de atrás y se sentó recta entrelazando sus dedos y dejándolos reposar en su regazo.

— ¿Tienes el poder para tomar la responsabilidad de este reino? — dije leyendo la pregunta más llena de importancia en el infierno.

— Supongo que sí... — balbuceó Phoebus.

— No, Phoebus, ya te dije que tienes que decir "sí". — le recordé rodando los ojos. — Tienes que ser firme, segura de tu palabra, tienes que dar a conocer al reino que tienen una reina poderosa.

— Estoy cansada. — se quejó.

— Es tu última lección en la semana. — repliqué.

— Después de esto sigue la lucha, no quiero luchar. — dijo dejando caer sus hombros. — Será difícil.

— Lo será, pero eso te fortalecerá. — me levanté de mi asiento y caminé hacia ella. — Phoe... Lamento mucho lo de...

Un grito cortó mis palabras. Mis ojos viajaron al recibidor del castillo y unas alas pasaron por mi visión.

— ¿Verno? — dijo Phoebus alarmada.

— Rápido, vete. — dije empujándola por la espalda hacia las escaleras. — ¡Ve y escóndete!

Phoebus tomó su largo vestido y corrió escaleras arriba.

Un gran estruendo avisó que habían encontrado mi ubicación. El anterior ángel supremo, Milton, estaba revoloteando sobre el mismo lugar mientras me observaba.

— Traigan a la niña. — mandó a los ángeles que se quedaban a su lado.

Ellos volaron hacia Phoebus y ella gritó mi nombre, despavorida.

Estaba en desventaja por dos razones, la primera no tenía ningún arma conmigo, y la segunda no tenía mi armadura.

Observé a mi alrededor y ví cómo el castillo comenzaba a agrietarse, en cualquier momento podría venirse abajo.

— Esto no era lo que tenía en mente. — dije observando a Milton. — Pero si quieres jugar, vamos a jugar.

Corrí hacia el recibidor con Milton detrás mío, observaba a todos los demonios y súcubos luchando con impaciencia.

— Venga, sólo un poco más. — dije dándome impulso para seguir corriendo pero esta vez por las paredes del castillo.

Con mi acto Milton lucía un poco confundido, pero mi plan estaba funcionando a la perfección.

Llegué de nuevo al gran salón y quité a los ángeles que trataban de apresar a Phoebus. Se quedaron desorientados al chocar con Milton, y yo aproveché para correr con Phoebus siguiéndome.

— ¡Vamos! — dije viendo el castillo en su última grieta.

Al escuchar el gran quebrantamiento de la primer estructura, me refugié detrás del muro/cortina que por ende sería indestructible. Me metí con Phoebus abrazándome y observé fuera.

El castillo caía en pedazos y hacía rima con los sollozos de Phoebus.

¿Los ángeles no son crueles? ¿No me han hecho nada? Han acabado con todo lo que mi padre había tardado años en construir... Los ángeles no son tus amigos, Phoebus. Entiéndelo.

Era justo lo que necesitaba.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora