Capítulo 19

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— ¡Phoebus, no corras! — gritó Maye persiguiendo a la niña por todo el parque.

Habíamos ido al lugar favorito de Phoebus, ya que era fin de semana y ella estaba asimilando las cosas con mucha rapidez.

A Phoebus no parecía importarle lo que fuera, o el origen que tuviera, me aceptaba tal cual era y eso me ablandaba el corazón de vez en cuando.

— Verno. — llamó Phoebus alarmada.

Me paré de mi lugar y observé el lugar con mis ojos, recorriendo todo el parque en busca de Phoebus.

— ¿Phoe? — pregunté alarmada y corrí a dónde ví un cuerpo tirado.

Cuándo llegué, observé a Maye tirada en el suelo y quejándose de dolor.

— ¡Ve por ella! — gruñó apuntando la calle y en ella, una figura corría con un saco en su espalda.

Estuve indecisa en cuanto a dejar a mi prima sola, pero cuándo ella volvió a insistir, corrí a toda velocidad detrás de la persona que traía a Phoebus consigo.

Salté por los puestos que me estorbaban y decidí ir por los techos de las casas sin impedimento alguno.

Una vez teniendo calculado la velocidad con la que el hombre corría, me lancé contra él y con mis garras empecé a arañar su cara, provocando que soltara a Phoebus y así tratar de quitarme de encima.

— ¡Corre! — le grité a Phoebus una vez que salió del saco y me vió con miedo. — ¡Anda ya! — dije quejándome por la fuerza que utilizaba el hombre para quitarme con brutalidad.

Maye llegó corriendo por Phoebus y la llevó lejos de la escena, en cuanto volví mi vista al hombre, él soltó un puñetazo contra mi barbilla y me envió a volar por los aires.

Una vez que me compuse y lo enfrenté, observé sus cicatrices y su mandíbula tensa.

— Pensé que Sean estaba tomándome el pelo. — gruñó el hombre con una voz profunda y ronca. — Así que la famosa Verno se hizo presente en el mundo de los mortales... — su risa fue mecánica y oxidada. — Bienvenida a tu reino, Verno. — se burló e hizo una reverencia lentamente, lo que me dio ventaja para correr con velocidad de la luz hacia él y poner una daga en su cuello una vez que se enderezó.

Su expresión fue muy serena, como si no tuviera una daga que podría acabar con su vida en cualquier minuto.

Con un rápido movimiento, me quitó de su espalda y me estampó contra el suelo, haciendo que mi cabeza se golpeara fuertemente y todo mi sistema se hiciera borroso.

El hombre me alzó sobre su hombro y me aventó por los aires sacando una espada de su gran chamarra y apuntando a mi cuerpo.

Maye impactó contra mi cuerpo y me llevó al otro lado de dónde estaba el hombre, me dejó en el pavimento y se enfrentó a él.

Sus movimientos eran rápidos y certeros, su don le daba facilidad para evadir los ataques de su oponente, y sin más ya lo tenía apresado contra el pavimento.

Pero la musculatura del hombre no no era rivalidad para Maye, se la sacó de encima y puso su espada en su garganta.

Rechiné los dientes y saqué la espada que últimamente cargaba conmigo, el resplandor verde que caracterizaba a Edom fulminó, llamando la atención del hombre.

Cuando sentí el poder de la espada, me abalancé contra él y la hoja lo cortó por la cintura, rebanando todo su inminente cuerpo por la mitad.

Maye cayó la suelo tosiendo y tomando su cuello, la ayudé a ponerse de pie y la apresuré por el callejón dónde había dejado a Phoebus.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora