CAPÍTULO 33. Así no funciona.

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CAPÍTULO 33.

Así no funciona.

Yo seré tu Dios, yo seré tu paraíso.

-¡No, Lauren, no puedo hacerlo! –repetí agitada.

Ella soltó una carcajada, a lo largo del día sus carcajadas se habían convertido en algo común y me encantaba.

-¿Por qué no? –preguntó como si no fuera obvio.

-¡Porque es ilegal! ¡Incluso es pecado! ¡Está en los Mandamientos de la Biblia, Lauren! ¡Perderé mi pase! –respondí nerviosa, asustada y preocupada, pero había una parte muy pequeña en mi interior que se estaba divirtiendo como nunca y que quería hacerlo.

Lauren soltó otra carcajada.

-¿Tu pase? ¿De qué hablas, princesa? –preguntó entre risas.

-¡Mi pase al paraíso! Debo ser una buena cristiana y así lograré ir al cielo sin problemas al morir. –respondí como si fuera obvio.

Las risas de Lauren se apagaron y frunció el ceño. Se acercó a mí a paso lento y tomó mis mejillas entre sus manos, y me miró por un largo rato en silencio.

-¿El paraíso? ¿Crees en Dios, princesa? –preguntó en voz baja.

Yo asentí, claro que creía en Dios.

Ella entrecerró los ojos y su expresión se tornó furiosa de un momento a otro, apretó su agarré en mi rostro, pero pasados unos segundos, todo volvió a la normalidad, sus manos se relajaron en mi rostro y ya no parecía estar molesta, sino sólo concentrada en algo.

Se acercó un poco más, hasta que nuestros cuerpos estuvieron completamente pegados, pegó su frente con la mía y susurró:

-Ya no. Ya no, Camila. Ahora yo seré tu Dios, ahora yo seré tu paraíso. –se acercó aún más y pegó sus labios a mi oreja. –Tú creerás sólo en mí. –volvió a pegar nuestras frentes y a mirarme a los ojos. -¿Entiendes?

Iba en contra de todo en lo que yo había creído desde niña, iba en contra de todo lo que yo había vivido, iba en contra de mí, de lo que me hacía ser yo, pero sin pensarlo, sólo... asentí.

Ella sonrió y besó mi frente.

-Venga, ahora hazlo. –ordenó con voz divertida.

No quería hacerlo, no, más bien, no debía hacerlo, pero sí quería. Tampoco debí haber dejado que Lauren me enseñara a abrir cerraduras, pero quería hacerlo. Mucho menos debí haber abierto tantas puertas, pero había querido hacerlo, habíamos tenido suerte pues las cuatro casas a las que habíamos entrado habían estado vacías. Y ahora, realmente no debía robar aquellos billetes, billetes que pertenecían a un desconocido, tal vez era una madre soltera, tal vez tenía 8 hijos y ese dinero era para comprar comida, no debía hacerlo, una cosa era entrar e invadir la privacidad de desconocidos, otra muy distinta era robar, yo no debía hacerlo; pero quería.

Yo mordí mi labio, me sentía mal por querer hacerlo.

-Pero... no lo necesito.

-No se trata de eso. Se trata de hacerlo. –intentó convencerme.

-Pero... está mal. –susurré intentando persuadirme de hacerlo.

-También está mal abrir la puerta de una casa ajena y entrar, pero lo hiciste. Muchas veces. –murmuró entre risas.

El sonido de su risa me dejó atontada y sin más, tomé el dinero.

Lauren soltó una carcajada más fuerte que las anteriores, tomó mi mano y gritó:

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