CAPÍTULO 39. MARATÓN 3/5

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CAPÍTULO 39. MARATÓN 3/5

Pobre, Camila, pobre.

No les des la espalda.

Era la primera vez que salía sola, completamente sola a las calles de Bradford. Habían pasado ya 4 meses desde que yo había llegado a Bradford y esta era la primera vez que yo salía sola. Sin Alejandro, sin Ana, sin Lauren.

Caminé lento mirando a todos lados, era cómico y repugnante al mismo tiempo el hecho de que la navaja de plata en mi bolsillo me hiciera sentir tan segura.

Sólo ve a la tienda. Toma algo, lo que quieras y regresas. Fueron las palabras de Lauren. Había sonado extremadamente segura y confiada como si supiera exactamente lo que iba a pasar.

Todo esto había surgido porque mi bocota y yo nos habíamos delatado al decir que Bradford aún me daba miedo. Había pasado casi una semana desde que Lauren me había regalado la navaja y ella simplemente no pudo creer que a pesar de tenerla yo siguiera con miedo.

Así que aquí estaba, caminando hacia la tiendita más cercana, con todo mi interior temblando pero mi exterior fingiendo estar confiado.

No agaches la cabeza. No tiembles. Hecha los hombros hacia atrás. Levanta ese mentón tan digno que tienes, princesa. No mires a nadie por más tiempo del necesario. No dudes en usar tu navaja si crees que lo necesitas. Y, Camila, si ves que alguien actúa extraño, recuerda su rostro. Me ordenó Lauren.

Giré en la esquina y pronto pude ver a todas las personas que estaban ahí, mínimo 30, regados por todas partes, en pequeños grupos.

Bradford era como una jungla. Unos peleaban en medio de la calle, cual animales. Otros reían a carcajadas mientras tomaban alcohol en plena calle, a plena luz del día. Otros gritaban enfurecidos a la nada, a nadie. Otros estaban tirados en el suelo, sucios y acostumbrados a eso. Bradford era una jungla.

Pero cuando yo pise la misma calle que ellos, la jungla desapareció.

Los más cercanos me miraron y en seguida agacharon la mirada, haciéndose a un lado para abrirme el paso. Los demás hicieron lo mismo en el mismo efecto domino que había visto antes, cuando miraban a Lauren.

Me congelé. Poco falto para que yo empezara a gritar como loca, aterrada.

Lauren no estaba aquí, ¿por qué tenían tanto miedo?

Yo no era Lauren.

Antes yo creía que el miedo al daño era lo peor que podías sentir, pero éste era peor, el miedo a ser un monstruo.

Reanude mi paso y lo acelere tanto que parecía que iba trotando, quería salir de ahí.

Entré como alma que lleva el diablo a la tienda y tomé la primera bolsa de frituras que vi, ignoré, o al menos intenté ignorar los jadeos aterrados de quienes estaban adentro y que salieron corriendo, huyendo, huyendo de mí.

Avente con desesperación la bolsa a la mesa donde estaba la cajera y apenas alcancé a pronunciar:

-¿Cuánto es?

La chica, de unos 20 años negó con la cabeza enérgicamente con los ojos mirando sus manos nerviosas.

-¡¿Cuánto es?! -grité sin querer, desesperada, sin poder evitarlo. No quería asustarla, sólo quería salir de ahí.

Ella negó de nuevo sin mirarme. Sus manos se movían cada vez más deprisa, equivalentes a lo aterrada que estaba.

Pero si estaba tan aterrada, ¿por qué no sólo me decía el precio y ya?

BAD |Camren|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora