SIEMPRE

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Hace mucho frío. El invierno ha llegado de golpe y nos ha sorprendido a todos.
Ajusto la bufanda a mi cuello, me pongo los guantes y me voy a la cafetería donde he quedado con mi amigo. Debo admitir que me lo he pensado antes de salir de casa, prefiero estar tapado con la manta.

Entro a la cafetería y todavía no está. Qué raro... Siempre hace igual; es un tardón.
Saludo a la chica que está en la mesa de al lado. Siempre la he visto ahí sentada, pero es algo maleducada. Nunca me contesta, solo sonríe.
Miro el reloj tres cuartos de hora después de mi llegada. Me va a faltar el aire para levantarme e irme, y en ese instante, es la chica de al lado la que se levanta y se va. Curiosamente, me quedo mirando la mesa y veo una carta. Se le ha olvidado. Me levanto, la agarro y salgo corriendo con la esperanza de encontrarla, pero ya no está. Es normal, es nochebuena. Observo la carta y me doy cuenta que mi nombre está escrito en ella...
Vuelvo a por mi abrigo y complementos y me voy a casa. Mi amigo esta vez se ha pasado, sobre todo cuando leo el Whatsapp que me ha enviado: "No puedo ir, mi chica me tiene atado a la cama".

Me olvido de él y comienzo a darle vueltas a la carta. Nunca me ha hablado y me escribe, ¿por qué? No entiendo. Bueno, tendré que averiguarlo. Es la hora. Me acomodo en el sofá, bajo el volumen de la televisión y desdoblo cuidadosamente la carta.

Querido chico de la mesa de al lado,
Todo comienza con un querido... en este caso, Marcos, pero no.
Tú has sido el chico que se sentaba todas las semanas en la mesa de al lado, haciéndome compañía, aunque tú no lo supieras. Tu amigo siempre venía tarde y te enfadabas. Tienes una sonrisa muy bonita para esconderla, aparte de que esos hoyuelos te hacen más gracioso. No hay día que no pida verlos, de una manera u de otra, verte feliz es uno de mis deseos.

¿Recuerdas aquel cappuccino con cacao que te "regalaron"? Fui yo. Tu amigo, rara vez, estaba allí y nombró que era tu cumpleaños. Eres una gran persona, transmites bondad a través de tus ojos y de tus gestos. Me hubiera gustado saludarte o contestarte todos los días que me decías hola o adiós, creeme que lo hubiera hecho si pudiera... Soy muda, pero no sé el lenguaje de signos. Mis padres me abandonaron cuando se enteraron y mendigaba por las calles noche tras noche, hasta que un agente de policía me llevó a una casa de acogida... tampoco me querían, pero al menos comía, me duchaba y podía descansar en una cama de verdad. Nada comparado al cartón. En casa hay internet y me enseñé, por mí misma, a leer y escribir. Debo darte las gracias por ser mi motivación e inspiración, ya que desde el primer día que te vi, cambiaste mi vida. También agradecerte, aunque no hayamos hablado ni nos conozcamos, hacer que mi corazón lata con más énfasis. No sabía que era el amor y creo que, ahora, sé lo que es. No espero que me correspondas, ni que me tengas lástima.

Solo espero que  no te haya molestado e incomodado la carta. Tenía la necesidad de agradecerte todo lo que has hecho por mí sin ni siquiera darte cuenta.
Que pases una dulce y bonita navidad.
Un fuerte abrazo,

Melissa

Acerco la carta a mi pecho y me doy cuenta de que tengo la cara empapada. Ha sido imposible no emocionarme. No le tengo lástima, le tengo admiración; como una niña, ahora adulta, ha salido adelante sin recriminarle nada a nadie. Ahora, sabiéndolo, retiro lo de maleducada. Era obvio que no me saludara.
Miro el reloj, las nueve de la noche... ¡llego tarde y mi madre me va a matar! Salgo disparado de casa, guardando antes la carta en la cartera y abrigándome bien. Ahora hará más frío.
Mis padres viven cerca de mi casa, así que en quince minutos estoy allí. Sin embargo, una calle antes de llegar a la casa, me encuentro con la dueña de la carta, sentada en un portal, con la boca llena de sangre, abrazada a sus piernas y tiritando de frío. Me acerco a ella rápidamente y veo sus ojos en lágrimas, su nariz carmesí, un moratón en la mejilla derecha y noto su respiración intranquila.
-Dios mío, ¿qué te han hecho? -La agarro impulsivamente y la pego a mí-. Te voy a llevar a mi casa. -No dice nada, simplemente tirita y pega su cara a mi pecho. Creo que todavía no es consciente de quién soy.

La llevo a casa de mis padres, y nada más llegar, me ayudan con Melissa. Mi madre se encarga de ayudarla en la ducha y de vestirla con ropa de mi hermana. Por lo que nos ha dicho, tiene el cuerpo amoratado. No sé quién habrá podido hacerle algo así...
Le explico, de mientras, a mi padre todo y éste me aprieta el hombro.
-Hijo, no creo en las casualidades. -Sonríe-. Y esos ojos dicen mucho más que las palabras. -Me da unas palmadas en la espalda y sonrío. Sé lo que me ha querido decir.

Mi madre y ella salen al comedor y ésta se sonroja. Me acerco a ella y acarcio dulcemente su mejilla. Cierra los ojos y sonríe. Está tranquila y eso me reconforta. Busco en el mueble una libreta y un bolígrafo. Cuando lo encuentro le escribo.

¿Cómo estás?
Mejor, gracias.
Gracias a ti por ser tan valiente y mostrármelo.
¿Has leído la carta?
Te he leído a ti. ¿Te quieres quedar con nosotros?
¿Puedo?
SIEMPRE

¡Hola corazones! Espero que os haya gustado este relato corto. No sé porque los guiones salen cortos... si son los mismos que utilizo en otras obras... Pero bueno, quitado de eso, espero que hayáis disfrutado de la lectura.
Un besazoooo :333

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