Agua

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Hay finales y finales. Algunos terminan bien, otros mal, y éste ha sido uno que no ha terminado muy bien. Las peleas continuas eran insoportables, los insultos acuchillaban nuestros corazones y las lágrimas inundaban el salón tras tirarse los trastos a la cabeza. Era imposible tener un día feliz porque realmente nosotros no éramos felices. Sin embargo, yo la amaba pero ella había cambiado mucho desde que nos habíamos conocido. Los celos podían con ella, la rabia y la envidia que tenía por las demás chicas era algo sobrenatural. Se obsesionó con ser la mejor de su clase, la más lista, la más guapa, en cuanto a mí me enamoró lo normal y natural que era. Con esa sonrisa en los labios y esas frases que solo soltaba ella cuando le venían a la cabeza. Era una payasa de diez, pero se esfumó. No sé donde está, no la he vuelto a ver. Mis amigos dicen que estará con otro chico, que mejor estar solo que mal acompañado, pero no son las palabras que busco para reponerme e ir hacia delante. Necesito un poco de ánimo, unas palmadas en la espalda, un abrazo, un todo va a ir bien, un encontrarás a la mujer de tú vida... ¿Pido tanto?

Miro al cielo oscuro cubierto de tenues luces blanquecinas que brillan y acompañan a la luna. El viento se hace notar y es como una señal que me deja las ideas claras. Comienzo a caminar por el amplio paseo de Gandía. El lugar está solitario, no hay ni un alma y lo agradezco. El viento vuelve a bufar y giro a ver la playa, lleno mis pulmones de aire, y sigo el camino, sintiendo la arena meterse en mis deportivas. Decido quitármelas y las dejo al lado de las duchas. Ahora es cuando disfruto del contacto de la arena meterse entre mis dedos, está fresca y suave, es relajante. Cierro los ojos mientras camino hacia delante. Abro los brazos intentando coger todo el aire y fuerza necesaria. La decisión está tomada, éste es el último contacto con el exterior antes de hundirme en la tranquila playa, dejando que el agua se apodere de mis pulmones y de mi vida. 

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