Escape

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Sin pensarlo me eché a correr y los hombres de negro me siguieron. Me adentré más en el parque arboleado de cerezos que llenaban de un peculiar tono rosa los caminos. Me detuve, volteé a verlos, ellos desvainaron sables, entonces con la pistola de esta época disparé a uno de ellos, quien al caer al suelo en total silencio sus dos acompañantes sin voltear a verlo en ninguna circunstancia, dejaron caer sus espadas en un instante. Y después sus rostros se desfiguraron por un momento, perdiendo su forma como un batido, recuperando sus caras entre la túnica sacaron un revólver al mismo tiempo. Maldije y me asqueé a la vez y sin pensarlo me puse a correr, tratando de buscar ayuda.

Salí del parque y me encontré cerca de una cervecería, afuera sobre una mesa rectangular había varios hombres bebiendo. "El sueco ahorcado" decía la placa colgando del establecimiento. No se me ocurrió otra cosa que gritar: ¡Me atacan dos suecos!

Inmediatamente se levantaron los hombres de sus asientos y miraron amenazantes a los hombres de negro. Estos sin expresión levantaron sus armas y uno de ellos cayó al suelo al ser disparado desde la espalda. Su aterradora compañía miró detrás y vio al joven con el rifle humeando, con la intención fría de dispararle en ese momento me abalancé contra él, rápidamente el resto de los varones armados con cualquier cosa me apoyaron, en el jaloneo me tiró al suelo y vi cómo terminó siendo golpeado una vez tumbado. Luego vi una mano enfrente de mí, era el joven del rifle que ofrecía levantarme, acepté su ayuda y me dijo:

–Han de ser espías. Esos desgraciados, definitivamente no saben dejarnos en paz desde que perdieron la guerra. Todos ellos, debieran de aceptarlo de una vez.

–Gracias por el apoyo –dije.

–Hermano. Para eso estamos ¿no? Qué sería de la Nueva Novohispania si no nos cuidáramos la espalda.

Me alejé del joven cuando se distrajo y regresé intencionalmente al parque de cerezos, esperando encontrar a la extraña pareja. Chocando las espadas es como me los encontré, el sonido del metal me atrajo hasta ellos. Jugando esgrima con las espadas de los terroríficos atacantes.

–Te libraste de esta –comentó el hombre, dejando de jugar.

–Buena actuación –dijo la mujer.

–¿Quiénes eran esos? –dije.

–La Sombra, son una plaga dentro de los mundos –explicó el hombre.

–Sí, la Sombra, así se les conoce. Interfiriendo en los tiempos y espacios de los mundos paralelos a generaciones enteras. ¿Nunca has oído decir de un niño que ve hombres de negro en su habitación? Incluso adultos que han sobrevivido para contarlo. A los niños visitan para cambiar sus destinos o hacerles diferir de ciertas ideas. A los adultos los visitan para eliminarlos. Tú eres un suertudo, has sido de los que viven para contarlo –comentó la mujer.

Ambos se quedaron mirándome, como esperando más de mí.

–Creo que han de saberlo, un joven me habló de una guerra... ¿Y acaso hay inmigrantes alemanes por aquí? –dije.

–Oh sí... son descendientes de alemanes. Nacidos en América –dijo la mujer.

–Otra cosa que tienes que saber de este mundo paralelo, es que la Guerra de los 30 años la ganó la Alemania católica del emperador Fernando II, lo cual se dio una leve inmigración de alemanes desde el siglo XVII a la Nueva España. Eso explica también la ligera obediencia de Francia a respetar lo que sugiera el monarca de España –explicó el hombre.

–Por eso el comercio se ha desarrollado más en este universo dentro de la Nueva España. Los alemanes patrocinaron diferentes iniciativas mercantiles. Este parque es una conmemoración de la reapertura de Japón al comercio con la américa hispana. Como regalo de buena voluntad, los nipones entregaron estos adorables cerezos –indicó la mujer.

–Y ustedes, ¿quiénes son? –les dije.

–Somos tus ángeles guardianes –dijo la mujer.

–¿Entonces son seres espirituales?

–Obvio no... tenemos cuerpo –señaló la mujer.

–Eso sería tan contradictorio –dijo el hombre, y ambos se sonrieron.

–Ya es tiempo de que te vayas a casa. Lo mereces... –dijo la mujer y me pasó un reloj de mano. –Parece un reloj convencional, pero esto te llevará a tu mundo. Cuídate.

–Suerte... –agregó el hombre.

–Gracias... pero, aún no sé quiénes son... –dije, en ese instante comencé a cambiar de mundo, vi y sentí como me alejaba de ellos sin moverme, era como si se "estirara" el espacio, un instante después me encontré en un callejón, observé el reloj en mi mano, humeaba y estaba roto. Lo tiré en un bote cercano.

Despabilado de todo lo vivenciado, salí del callejón y vi un cartel que señalaba las festividades del Centenario de la Independencia, ahí me di cuenta de que debía estar en el tiempo correcto, me faltaba ver si era mi mundo. En un kiosco de periódicos vi una nota que decía:

"Mantener el Orden y Progreso en el país siempre ha sido y será la primordial ordenanza de la Pax Porfiriana. NO, a los que atentan contra estos fundamentales principios republicanos".

Vacilando si era mi mundo, seguí caminando por la avenida y mirando al frente en la distancia, pude apreciar algo que me calmó, una joya arquitectónica monumental en la Ciudad de México y de este buen gobierno, el orgullo de los mexicanos, reflejo de la justicia y orden. Sin duda el arquitecto Émile Bénard fue el idóneo para el trabajo. Es decir, tiene que ser el mundo real, ahí estaba el resplandeciente Palacio Legislativo.

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Crónicas ucrónicas: La Nueva NovohispaniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora