Arte

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Verla día a día era como un castigo para mis sentidos y un regocijo directo al alma. ¿Cómo poder tolerar ante tan espejismo de inmaculada belleza y gracia? Verla andar y pensar que el tiempo es el peor enemigo de alguien. Queriendo disfrutar más de ella, tener una imagen nueva y no recurrir de manera auxiliar a una antigua. Deambulando por las aceras y con la vista en alto, esperando ardorosamente verla. Pensar en cómo el ser humano puede llegar hacer tan obstinado cuando sus pupilas disgustan algo deleitable para la vista, es tenebroso pero alucinante. Verla palpar con delicadeza y vehemencia su sublime rostro, eso es amor por sí misma. En como sus ojos recorría su propio cuerpo desnudo, acariciándolo, abrazándolo como si fuera oro. Jamás me resiste a su exquisitez, al visualizarla de esa forma era fascinante. Verla tocarse a sí misma, escuchar sus melodiosos suspiros y gemidos juntándose en una sola sinfonía. En como sus finos y delgados dedos trazaban pequeños círculos en su entrepierna era precioso. Es como ver agua y fuego juntos, en como las respiraciones se volvían espesas y el aire con un toque de sudor se transformaba en un oloroso pero atrapante roció, impregnando nuestros cuerpos con deseo y calidez.

Tan solo verla a ella e imaginarla era arte. 


Recuerdos de un hombre enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora