Añoranza

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Mi querida luz, si percibes estos pensamientos es porque te estoy llamando a un encuentro celestial conmigo. Quiero que tu silueta aparezca en el umbral de mi apartamento, requiriendo que la dejase entrar. Extraño mi camiseta, aquella que rompiste con tus suaves manos para limpiar el café derramado en el piso. Tu imprudencia e impulsos siempre me hicieron cuestionar tu madurez. Rezaba por las noches junto a mi cama que maduraras, que no fueras un desastre en vida. Invoco ese desesperante recuerdo en donde hicimos tan fallido trato, Tú queriendo que yo me divirtiera, que dejara las leyes e conformidades de lado y yo negociando que fueras alguien común, alguien que al caminar junto conmigo, no canturreara lo tedioso que era vivir junto tan exasperantes personas. Aun no puedo creer que siquiera habían pasado cuatro días y mi alma te imploraban con fuerza que fueras como la de antes. Que fueras esa mujer que vivía un día sin limitar su existencia, renovándote a todas horas. Con un vigor inagotable de hacerme fastidiar. Ese día terminamos desnudos y enrollados en el suelo de mi ordinario apartamento. Ahora no puedo evitar un grito ahogado de lamentaciones y plegarias, deseando volver a verte tendida, haciéndome una invitación con tus garrafales piropos. Quiero que tu espectro de ternura y compasión me abracen por la espalda, susurrando seductoras palabras sobre lo mucho que te encantaba verme desnudo. Que tus sutiles manos, escurridizas como el agua recorran mi escasa anatomía, ahora falta de tu menester cariño.

Recuerdos de un hombre enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora