Y ahora?

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Tres días... exactamente tres días de libertad fue lo que tuve. Estaba en la cama escuchando la radio cuando escucho que tocan la puerta de la habitación. Abro extrañada y veo a mi madre con su ceño fruncido. Volteo mis ojos al escuchar como comienza a pelear sola y me toma por el brazo.

Todo el camino miré por la ventana ignorando los regaños de mi madre y su novio. Mataré a Logan por ser un puto sapo. Veo que mi madre toma una dirección que no es la de nuestra casa y cuando frena estamos frente a un convento.

-Qué hacemos aquí? - frunzo el ceño.

-Tú qué crees?- dice mi madre enfadada.

-No puedo estar aquí... esto es contra mi voluntad.

-No me interesa.- y sin más me obligan a bajar del auto y entrar.

Una vez dentro miro todo el lugar, aquí todo es anticuado, hago muecas por cada cosa que veo. No sé cuanto tiempo mi madre estuvo hablando con la monja pero cuando terminó esa señora se me acercó y tomó mi mano.

-Sígueme pequeña.- estaba tan enojada con mi madre que ni siquiera la miré. Seguí a la monja hasta llegar a una habitación.- aquí dormirás, sé que no te gusta la idea de ser una monja pero... date una oportunidad.- me sonríe.

-No quiero.- suspiro.- solo quiero ser libre, se que hay un Dios pero no quiero ser monja. Dios me hizo libre.- lloriqueo.

-Te dejaré sola... descansa, mañana empezamos temprano.- la veo salir y me acuesto mirando el techo hasta quedar dormida.

A la mañana siguiente escucho como tocan la puerta y me despierto. Al abrir la puerta veo que en una cesta hay ropa negra. La tomo y entro a la habitación, saco la vestimenta de la cesta y la miro. Ropa de monja, hago otra mueca y me visto. Después de pelear conmigo y la vestimenta salí. Me encontré a la señora de anoche, ésta me llevó al comedor y me sirvió el desayuno.

La señora se ve muy buena persona y siento que me trata con cariño. Tal vez aquí pueda sobrevivir con ella. Al terminar de desayunar me llevó por todo el convento, me pregunto cuánto tiempo estaré aquí.

~Tres Meses Después~

Ya son tres meses, no he recibido ni una sola llamada, ni una sola visita. He estado aquí nada más, si no fuera por la monjita que me ha cuidado no estuviera viva. Me ha protegido como si fuera su hija y eso me gusta. Me cuida de las demás monjas que parecen odiarme.

-Ven aquí Alex, te enseñaré a tejer.- me sonríe como solo ella sabe hacerlo.

-Tejer? Eso no es para mi.- río suave.

-Tampoco es para ti ser una monja... y mirate. Tienes buena conducta, buenas notas ya eres todo una señorita.- sonríe.

-Pero sabes que peco... no puedo servirle solo a Dios. Sabes que me gusta un chico y ya con eso no puedo ser monja.- bajo la mirada.

-Lo sé pequeña, pero saldrás de aquí. Tu madre quería que mejorarás conducta y lo has logrado. Ahora bien, mira como se hace esto.- comienza a Tejer y pongo atención.

~Cuatro Meses Después~

Aunque no lo crean he mejorado mis actitudes y siento paz en mi interior. La monjita me ha ayudado en todo lo que puede y yo a ella. En otra vida debe ser mi madre, sonrío ante el pensamiento. Escucho que tocan mi puerta y voy a abrir.

-Si? - miro curiosa a la otra chica.

-La monja mayor quiere verla, su condición ha empeorado.

-Cómo va a ser? Anoche le di su medicina y se sentía mejor.- suspiro y salgo de la habitación.

-Al parecer le ha empeorado... pero ya, menos charla y ve a verla.

Salgo casi corriendo para verla y al llegar a su habitación toco y espero que me autorice a entrar. Cuando escucho su voz entro suave y al vernos ambas sonreímos.

-Cómo está? Me dijeron que ha empeorado...- me acerco.

-Así es, quiero hablarte... pase lo que pase, sabes que siempre estaré contigo...

-No digas esas cosas... no me gustan.

-Sabes que ya no aguanto más, he luchado por quedarme solo por ti pero mi cuerpo ya no puede.- mis ojos se cristalizan y bajo la mirada mientras escucho como tose.- tranquila mi pequeña... nunca estarás sola.

-Sí usted no está... estoy más sola que el búho en la noche.- sollozo.

-No pequeña... cuando yo no esté, superarás nuevas pruebas y podrás ser libre.- me sonríe. - regalame una sonrisa, no me gusta verte llorar, lo sabes.- se notaba fatigada.

-Pero no quiero que se valla.- trato de sonreírle pero es en vano ya que mis lágrimas aun salían.

-Debes abrirte a los demás como lo hiciste conmigo. No todas las personas son malas, ve y busca a tu padre... tal vez él no te abandonó. Ocupa tu mente cuando yo no esté.- me sonríe suave y tose muy fuerte y me preocupo más. - no lo odies por algo que tal vez no hizo.- sigue tosiendo.

-No hable más por favor...- tomo su mano mientras sollozo.- está bien... lo buscaré.- la veo sonreír suave mientras tose y se queda de repente asfixiada.- ayuda! Alguien! - miro a la madre superiora.- no me dejes...- siento como trataban de moverme de su lado hasta que lo consiguieron. Me encerraron en mi habitación mientras moría de angustia. Ella era lo único bueno que tenia en la vida, fue la única que me apoyó en todo.

Dos horas después entro un señor calvo con una bata blanca que me miró y negó suave. Entendí lo que me quiso decir y cubrí mi boca mientras rompía en llanto. ¿Cómo puede ser que cuando al fin le abro mi corazón a alguien se muere? Me dolía el pecho y me costaba respirar. ¿Qué haría ahora? Estoy sola en este mundo... sollozaba como si no hubiera un mañana.

Las siguientes semanas no tenia ánimos de nada, no comía, no reía, ni los niños lograban hacerme jugar. Las monjas trataron de sacarme de mi habitación pero me reusé. Eras el tercer viernes del mes y escuché tres toques en la puerta. Me levanté y abrí lentamente, frente a mi estaba Katherine y Ken que al verme entraron sin permiso y me abrazaron.

-Te echamos mucho de menos.- dijo Katherine.

-Estas más pálida y más flaca.- dijo Ken haciendo una mueca.

Cambiar yo? Never!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora