Capítulo 1

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     Caleb Coin estaba en una silla de madera disfrutando del festival. Ese día, dieciséis de octubre, se celebraba el cumpleaños número dieciséis de su hija, Celeste Coin. Decidió dejar su corona por un rato, decidió dejar su cargo como rey del Reino Oscuro, decidió ser simplemente un invitado más para festejar el cumpleaños de su hermosa hija.

     Celeste Coin tiene el cabello oscuro y ondulado como su padre, tiene la piel blanca como la porcelana y unos hermosos ojos de color esmeralda como su madre; era de una estatura adecuada para su edad; tenía una sonrisa que encantaba a cualquier joven que la viera, hasta podía hacer dudar a las mujeres.

     Caleb como regalo de cumpleaños le cambiaría el nombre de su reino por uno que la representara a ella, su única hija.

       –¡Hora de abrir los regalos! –gritó Emma después de mandan a ser silencio a todos los invitados –. ¡Naturalmente, primero el mío!

     Celeste se acercó hacia su madre la que le extendía un hermoso vestido azul celeste.

     –Es muy importante para mí que tengas este vestido –dijo Emma llenándose los ojos de lágrimas. Cuánto amaba a esa mujer –. Cuando tenía dieciséis fui rechazada por mi pueblo por ser una bruja y con este vestido viví mis primeras aventuras.

     Celeste tomó el vestido y dijo que le fascinaba. Luego abrazó a su madre; mientras Emma le llenaba en hombro de lágrimas, Celeste estaba contenta.

     –¿Mi turno? –preguntó Caleb levantándose de la silla donde estaba sentado –. Es esto –levantó los brazos indicando que era cada rincón de la sala y cada rincón del reino –. Por ti, hija mía –señaló a Celeste con orgullo –. El Reino Oscuro caerá, y en su lugar renacerá el Reino Celestial.

     Celeste miró a su padre con asombro. Ella siempre pensaba que para que su padre tuviera treinta y seis años era muy atractivo, al igual que su madre con treinta y cinco años. Celeste amaba recordar esa historia que tanto le fascinaba sobre cómo sus padres de conocieron, y vivieron esas aventuras.

     Tú. Tú eres nuestra aventura favorita, recordó que alguna vez su padre le había dicho eso. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y halando de su madre se unieron los tres en un abrazo; ellos esperaban que hubiera más como esos en el futuro.

     Los invitados, entre ellos estaba Faunus, aplaudieron.

     La velada pasó grandiosa y tranquila. Recibió muchos obsequios, la mayoría hechas a mano con has, palos y más, y Celeste siempre se mostró agradecida.

     –Prométemelo, que no le dirás nada –le decía Celeste a su madre, ellas juraban que Caleb no las podría oír, pero allí estaba justo detrás de una columna escuchando cada palabra.

     –Hija, algún día se enterará –le refutó Emma cruzando los brazos. A veces, Emma era tan jovial y eso a Caleb le encantaba. Él amaba cada célula de su cuerpo, cada rasgo, cada herida, cada lunar, cada defecto, cada cabello y cabe destacar que le encantaban esos ojos que siempre lo miraban con pasión y ternura.

     –Eso es malo, señor –dijo la voz ronca de Aquamarine que salía de su estanque. La pobre dragón de escamas azul claro, ya estaba vieja y torpemente comía. Antes le encantaban los conejos o los peces de agua dulce, pero ahora solo se resigna a comer un vez a la semana, alguna rata que consigue caminando cerca del estanque.

     La chité rápidamente, y ella notó la imprudencia.

     –¿Caleb? ¿Cariño? –preguntó Emma con nerviosismo.

Las Aventuras de Caleb Coin: Reino FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora