Capítulo 4

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     –¿Serán mis amigos? –preguntó el gigante cuando les ofreció a ambos unas enormes tazas llenar de un líquido caliente. Ambos solo tomaron un sorbo de la bebida, y luego Gaizca se tomó el resto.

     –Gaizca, tenemos que llegar a un lugar –le confesó Caleb usando un tono tranquilo, como si estuviera hablando con un niño, pero uno muy grande.

     –¿A dónde van, aventureros? –preguntó Gaizca colocando los codos sobre la mesa y acercando su rostro a ellos para poder apreciarlos mejor.

     –Muy lejos de aquí.

     Lo positivo era que el lugar estaba cálido y no hacía nada frío como afuera. Lo negativo era que no sabían cómo escapar ya que si solo se movían un par de metros Gaizca los empujaban nuevamente a su sitio.

     –De pequeña mi hermana y yo jugábamos a las escondidas –le animó Emma –, ¿no quieres jugar ahora?

     Rebecca. Era tan hermosa como Emma pero tan maligna como cualquier demonio, por ejemplo Rey Charles.

     –No, eso no –los planes se habían desmoronado.

     –¿Por qué no? –pregunto Emma con el tono maternal.

     –Una vez encontré a unos amigos y quisieron jugar a las escondidas, y nunca los encontré –comentó Gaizca –. Pobre, seguramente siguen escondidos a la espera a que yo los consiga.

     –Pobres –dijo Emma ya un poco obstinada.

     Gaizca pasó todo ese tiempo contando como era su vida en ese lugar. Me rompió el corazón cuando dijo que sus padres y amigos murieron por culpa de un dragón mucho mayor que ellos, esperó nunca cruzarse con esa criatura porque sería su fin y no habría arma que pudiera salvarlos. Gaizca le cayó unas lágrimas, para la desgracia de Caleb ésta reventó enfrente de él e hizo que lo bañara de las rodillas hacia abajo. Emma trató de ocultar una risa para que el gigante no creyera que se reía de su desgracia.

     Entonces, los puercos en la parte trasera de su casa comenzaron a quejarse y chillaban fuerte. Gaizca al principio no les prestó atención, pero luego les continuó las gallinas, y los caballos y por último las ovejas.

     –¡Seguramente es un zorro! –dirigiéndose hacia la salida pero sin antes tomar un caja enorme, y cubrir a sus invitados con ella para que no escaparan.

     Duró más de cinco minutos, pero cuando volvió Gaizca los descubrió escapándose, ¿qué había ocurrido?

     Leonart se encargó de molestar a todos los animales del corral trasero, mientras que Celeste junto a Darwin se deslizaban debajo de la puerta y entraban hasta la casa. Se escondieron debajo de una mesa. Un ratón salió y Celeste ahogó un grito, por suerte Darwin le cubrió la boca y no los descubrieron. Esperaron hasta el momento en que Gaizca salió a inspeccionar que ocurría y corrieron hasta la caja que le habían colocado Gaizca sobre Emma y Caleb.

     Darwin unió todas sus fuerzas y levantó un poco la caja. Dejando una pequeña abertura por donde Caleb y Emma lograron salir.

     –¡Madre! –Celeste abrazó a Emma –¡Padre! –luego abrazó a Caleb.

     –Tenemos que irnos.

     Entonces mientras saltaban de la silla a un taburete para luego caer al suelo, a una distancia segura, apreció Gaizca.

     Los miró como trataban de escapar. Cuando llegaron al suelo, Gaizca se lanzó sobre todos ellos pero sin resultados.

     Todos estaban seguros debajo de una cómoda, o eso pensaban ellos. El gigante tiró la cómoda al suelo dejándolos al descubierto. Corrieron debajo de otro mueble de la casa, y el gigante seguía tirándolos al suelo. Estaban a pocos metros de la puerta, pero si trataban de correr a ella era posible que Gaizca los atraparan.

Las Aventuras de Caleb Coin: Reino FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora