✖ Encuentro funesto ✖

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Dennis, el Perro Salchicha, definitivamente no está de mi parte

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Dennis, el Perro Salchicha, definitivamente no está de mi parte. Lo menos que tenía ese can era adiestramiento, la perra que lo parió.
Ya verás de qué hablo. Hasta ahora sigo enfadada con ese animal.

Sí, lo sé. Estaría genial tener una habitación para mí sola en la Agencia. No soportaría otra vez dormir en una habitación ajena. Primero, porque no quiero vivir de otras personas; segundo, porque esta vez preferiría dormir en absoluta soledad.
Pero no estaba programado en mis planes pasar con él la noche.

Con solo llegar al gigantesco edificio, vi que Norman se alejaba parsimoniosamente de la sala principal de la Agencia, y conjeturé que a lo mejor se refugiaría en su dormitorio para no tener que volver a ver la luz. Ya sabes, lo típico.
Recordé que mi habitación se encontraba al lado de la suya, así que decidí seguirlo para no perderme y quedar en ridículo frente a tantas personas.
Mi mochila, repleta de cosas, pesaba en mi espalda como si estuviese cargando a un elefante o a un cadáver muy corpulento. Creo que si hubiera cargado mi casa entera sobre los hombros hubiera tenido el mismo efecto, e incluso sería más productivo.

Corrí detrás de Norman sin hacer movimientos bruscos para evitar sorprenderlo. Rayos que se veía sexy, muy guapo desde atrás: espalda ancha y brazos bien trabajados, desgraciadamente cubiertos por su chaqueta negra.
Verlo sin camiseta sería algo parecido al paraíso, ¡una visión digna de los dioses!

Cuando produje suficiente eco como para llamar su atención, Norman se volteó y me vio. Era espeluznante y turbia su mirada, que combinaba con su estilo gótico.
Si antes me hubieran dicho que existían detectives así de emos me habría dado un ataque de risa. Norman no se parecía a un detective; de habérmelo cruzado por la calle sin antes conocerlo, me hubiera dirigido hacia la cuadra opuesta para evitar cruzarme con él, apartándome de su camino, como tantas otras personas hacían sin conocerlo, sin saber que es un auténtico caballero. Y eso me daba lástima, pero a Norman no le importaba quedarse sin amigos, prefería estar donde estaba.

—¿Qué te ocurre, Crista? —preguntó al lado del ascensor.

—Tu habitación está en el piso 4, ¿no? —inquirí.

—Correcto. ¿Quieres subir a tu habitación, entonces?

—La mochila pesa una tonelada. Me conviene.

Norman negó con la cabeza. Apretó con fuerza el botón del ascensor y esperó.

—Sí —suspiró—. Claro que sí.

La cabina bajó silenciosamente unos minutos más tarde. Pasé primero, y después entró Norman.
En una de las paredes del ascensor se encontraba un inmenso espejo que reflejaba toda la luz, parte de ella impactando en mi cara, claro.

Lime se había quedado abajo junto a Keith. ¿Creía que se iba a deshacer de mí por tanto tiempo, eh?
Lease marchó directamente a la fiesta: ni siquiera pasaron por sus habitaciones para cambiarse, qué falta de respeto —pensando irónicamente que soy igual—.
Si yo no tuviera tanta prisa y nervios, de seguro hubiera pasado por la fiesta para tomar unos cuántos tragos, cosa que era habitual que yo hiciera en casos como éste.
Pero estaba el Tema Norman. Si yo me emborrachaba, no quería que se sintiera solo, y mucho menos que cargara con mi cuerpo hecho de trapo. Solución de Norman, que odia ir a fiestas y tomar: no drogas, no problemas.
No me gustaría que Norman sintiera vergüenza de mis desquiciadas elecciones alcohólicas.

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