✖ Así comenzó ✖

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Una vez que concluimos la visita al estacionamiento de la Agencia, consideramos que sería mejor volver a la celebración en el salón de bailes con el resto de las personas

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Una vez que concluimos la visita al estacionamiento de la Agencia, consideramos que sería mejor volver a la celebración en el salón de bailes con el resto de las personas.
Allí seguramente estaría Miller Loid entre la multitud.

Trataríamos de convencerlo de unirse a nuestro improvisado grupo de rescate costase lo que costase; aunque tuviéramos que pagarle sumas millonarias.
Estaba segura de que accedería.
¡Obvio que aceptaría!

¿En quién confiaría más para rescatar a su hermana?
¿En Ian Vay —el Detective traidor por excelencia—, o en nosotros?

Ian con seguridad lo apuñalaría por la espalda, riéndose soberbiamente ante su sufrimiento, sacando a relucir sus brillantes colmillos.
Con solamente mirarlo te dabas cuenta de que ese chico no era alguien cordial y bondadoso.

Retornamos nuevamente la marcha hacia el ascensor con renovado ánimo.
Nos elevamos unos cuántos pisos más hasta que llegamos finalmente a la cafetería y al salón de fiestas.

Esta vez estábamos más felices que de costumbre; sobre todo Morton, claro.
Era adorable y amigable, de carácter muy hiperactivo.
Reía sin parar, ponía expresiones chistosas al hablar o reaccionar; imitaba voces...
Sería un buen actor de cine o serie juvenil, supuse.

De vez en cuando, Mort me dirigía una mirada suspicaz, alzando las cejas repetidamente, como diciendo "Vaya, vaya...".

Me pregunté cuántas novias habría tenido.
Tenía pinta de no tener pareja y ser el simpático chico soltero.

Mientras tanto, a mi lado, Félix permanecía cruzado de brazos mirando a Mort con cariño.
Se llevaba mal con él, pero al parecer lo quería como si fuera su hermano.
Era comprensible: sería prácticamente imposible odiar a Morton Bradson.

Por otro lado, Keith Loid sonreía con complicidad a Lime.
Se tomaron de las manos dulcemente, mientras él le decía cosas al oído —como siempre—, y ella reía con delicadeza.
Intenté no concentrarme en ellos; porque después de todo, no me correspondía.

Para calmar las ansias, Lease, Norman y Maverick se pusieron a contar chistes de todo tipo.
Escucharlos dialogar y reírse me sentó bien; parecía que Maverick y Norman se estaban llevando mejor.
Al menos no discutían, lo cual resultaba ser todo un acontecimiento.

—¿Cuál es el colmo de un matemático? —empezó Norman, aprovechando una nueva oportunidad.

—Ni idea. —Respondieron.

—Que plante un árbol, y le salga la raíz cuadrada.

Norman rio para sí mismo, aplaudiendo.
"Badum-Tss".
Lease y Maverick ni siquiera sonrieron.

—Ese ya lo había escuchado hacía poco —inquirió Maverick, frunciendo el entrecejo.

—Yo también —concordó Lease.

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