Gracias a unos pequeños

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-hola, ¿quieres jugar conmigo?, ellos no quieren porque soy muy pequeña- dijo una niña rubia bajita

-ehh, si claro- nos sentamos y empezamos a colorear  dibujos que tenía sobre una mesita

-muy bien Josefina, ya has hecho una amiga- ambas miramos

-¿tu nombre es Josefina?- pregunte a la niña

-sí, ¿también tu?- sonreí mientras asentía

-creo que harán una gran pareja- nos guiño un ojo y continuó

Pase todo aquel día con esos niños, ellos eran tan felices solo si les prestabas un poco de atención  y yo sufría más de la cuenta. Ese día decidí que ya que no iría a la universidad, ayudaría a Marco con estos niños,  cambiaria mi vida porque eso querría Sebastián.

Hable con mis padres sobre  congelar mis estudios, por supuesto la idea no les pareció pero no estaba a discusión, hicimos los trámites necesarios  para dejar todo arreglado y  fui donde un doctor para examinar el tema de mi sobrepeso, estaba decidida a que todo mejorara. 

Mis días comenzaban y terminaban exactamente igual, como mis padres no me pedían que trabajara o me  exigían un aporte en mi casa, tenía bastante tiempo libre y  después de la visita al doctor  y el grado de ansiedad que este me había  diagnosticado lo mejor era no estar sola y menos cerca de la nevera, por lo que decidí comenzar ayudar a Marco en la iglesia. Aún seguía teniendo mucha rabia contra Dios, por todo lo que me había quitado al elegir llevarse a mi Sebas, y aunque constantemente el curita me repetía “quizás el necesitaba su ayuda más que tú, y ahora es tu ángel guardián” y mi respuesta  siempre era la misma, que mi bonito ya era mi ángel teniéndolo aquí conmigo, su Dios había sido egoísta al quitármelo, pero después de un tiempo solo era redundar en el mismo tema, asique solo lo escuchaba y me dedicaba a esos niños.

Para ser sincera me sorprendí de mi misma, nunca me habían gustado los niños pero por ellos sentía un cariño especial, los sentía tan solos como  yo y podíamos hacernos compañía mutuamente. En ese minuto creí que los estaba ayudando, pero hoy me doy cuenta que fueron aquellos pequeños los que me salvaron, sus juegos, sus risas, sus dibujos e incluso sus travesuras me ayudaban a no pensar constantemente en la idea de querer morir. 

Los meses fueron pasando e inicie cursos de catequesis que me pedía Marcos para darle clases a los pequeños, y fue durante esos estudios que poco a poco fue dejando de  sentir rabia en contra de Dios. Jamás creería esa idea de que él necesitaba a Sebas más que yo  porque era mentira,  incluso hoy aún lo necesito, pero me obligue a pensar que mi bonito era demasiado bueno para este mundo, esa idea me ayudo a seguir en algo con mi vida… eso y esa alegría que me provocaban aquellos inocentes pequeños. Ya  estaba decidida  si en mí estaba ayudarlos, lo haría, no dejaría que sintieran la soledad que yo sentí mientras crecía.

Gracias al esfuerzo que realice mi cuerpo otra vez volvía a ser el mismo de antes,  mi doctor me felicitaba por lo que había hecho durante un año, pero lo que más alegría me estaba dando era mi apego a esos niños,  por eso el día de Navidad cuando cumpliría 21 elegí celebrarlo con ellos, mi familia no estaba muy de acuerdo pero  estos niños estaban solos en un día  que se supone debemos estar en familia.

Mis padres habían continuado depositando  mi mensualidad hasta que decidí salir de la universidad, pero nunca realice mayores gastos, por lo que con parte de este dinero y otro que se recaudo con la ayuda de la comunidad  preparamos una cena y compramos obsequios para todos los niños, esto sería una forma de intentar endulzar su mundo.

-Josefina,  ¿te quedaras hasta que cantemos al niño Jesús?- pregunto uno de los pequeños

-sí, esta noche cenaremos juntos, y luego abriremos los obsequios- sonreí

-gracias por cuidarnos, eres una gran maestra- me abrazo la pequeña Josefina

-veo que ya has hecho amigos- dijo a mi espalda una voz conocida

-Carlos-  lo mire seria aún  con la niña aferrada a mis piernas

-Marco me dijo que pasaras aquí Navidad-

-sí- dije cortante, sé que ya había pasado mucho, pero verlo me recordaba aún más una época demasiado difícil, si esa era la palabra…difícil

-hoy  es tu cumpleaños, deberías estar con tu familia, con tus amigos- dijo levantando al mismo pequeño que me había preguntado si me quedaría

-mi familia y mis amigos  son estos niños, es justo con ellos con quien quiero pasar mi cumpleaños- no quería ser grosera o mal educada con él, después de todo no estaba siendo  antipático ni nada por el estilo- tú ¿te quedaras?-

-sí,  luego  iré con mi familia y los chicos… hoy tocaremos si quieres  ir a ver a la banda- me miró

-no creó que sea una buena idea, además prometí quedarme para ver sus regalos y luego hay que  ordenar todo- sonreí  triste

-estas distinta - sonrió y se marcho

Sí, lo estaba, poco a poco había aprendido a volver a la vida, tenía que intentar ser feliz de algún modo.

Paso ese año  y ya todo estaba un poco mejor, la vida era tranquila… Completamente feliz  creó que nunca volvería a ser, pero me sentía plena, ayudar a los niños me había ayudado profundamente a mí.  Después de pensar mucho, decidí volver a la universidad, pero estudiaría algo en lo que pudiera ser útil, asique  me matricule en la misma institución pero en trabajo social, sabía que esto disminuiría  mi tiempo con los niños pero también quizás podría en el futuro ayudarlos.

Pasaron unos meses y ya entraba a la Universidad, muchos de mi ex compañeros seguían ahí y más de uno, no me reconoció debido a mi disminución de peso, lo que era lógico. Mis nuevos compañeros eran muy simpáticos, tuve una buena relación con todos, aunque era evidente que estábamos en posiciones muy distintas frente al mundo. Ellos salían a festejar constantemente y yo prefería ir a un parque con los niños, ayudarles o simplemente darles clases sobre cualquier tema.

Siempre Tuyo, Siempre Mia, Siempre NuestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora