Daniel me llevaba varios metros de distancia, a decir verdad, le llevaba varios metros a todos. Corría ligero como una pluma y rápido como una bala, era deprimente y sorprendente verlo liderar el maratón. Deprimente porque nadie parecía tener una oportunidad contra él, y sorprendente porque era jodidamente bueno. No llevábamos ni veinte minutos y yo estaba sudando como si me alguien hubiese dejado caer un balde de agua sobre mí, no sentía mis piernas y debo admitir que no llegaría ni en el veinteavo lugar. Correr no era precisamente lo mío, y este maratón solo se encargaba de recordármelo.
Después de un rato perdí de vista a Daniel, de seguro ya había llegado a la meta o algo así. Me concentré en no detenerme, puesto que si lo hacía estaría descalificada. Comencé a cansarme mucho, me estaba costando mucho mantener el ritmo, todos estaban pasándome. Por mirar al resto no me fijé en el bache del camino y me tropecé, cayendo de bruces al piso. Para mi sorpresa y disgusto, nadie se detuvo a ayudarme. Me enderecé y me senté en el piso, sintiendo un dolor punzante en mi tobillo. Dolía como el infierno, y estaba segura de que estaba dañado y no podría llegar a la meta. En donde me encontraba, seguir adelante era tanto camino como devolverme. Estaba en medio y no podía ponerme de pie. Alcé la vista cuando todos me habían sobrepasado, y corriendo en la dirección opuesta, es decir hacia mí, venía Anthony.
Lo vi llegar jadeando, se notaba cansado. Se apoyó en sus rodillas y recuperó el aire antes de hablar.
- Madison me dijo que te caíste – comentó mirando mi tobillo. Madison era una de nuestras compañeras de clase.
- ¿Pudo alcanzarte para decirte pero no detenerse un segundo a ayudarme? – rodé los ojos. – Cada día pierdo más fe en el ser humano...
- ¿Te duela algo? – preguntó él.
- El tobillo, creo que lo he lastimado bastante.
Se acercó más y tomó mi pie, provocando que yo soltara un quejido de dolor.
- ¡Más cuidado!
- Está hinchado – él hizo una mueca. – ¿Puedes moverlo?
Moví el pie lentamente, lo que significaba que no estaba roto.
- Debe ser algo leve – sonrió. – Ven, vamos a terminar esto juntos.
Me levantó del piso y me sostuvo de la cintura mientras yo me apoyaba en su hombro para no perder el equilibro. Y fue así como pude llegar a la meta casi quince minutos después que el resto.
- Somos los últimos – dijo Tony.
- Lo siento.
- No importa, no quería ganar de todos modos – sonrió.
Todos nos estaban esperando en la meta, ya cansados y aburridos. Divisé a Dan dando vueltas de un lado para otro, mientras Sam intentaba calmarlo. Entendí su preocupación, Anthony y yo habíamos desaparecido y éramos los últimos en llegar. En cuanto me vieron, cojeando y apoyada en Tony, todos corrieron a nosotros. Los paramédicos me tomaron como si mi vida pendiera de un hilo, Anthony quedó olvidado atrás y Dan, Sam y Grace corrieron a mi lado hasta llegar a una camilla junto a la ambulancia. Nadie me dejaba hablar, estaban haciendo un gran alboroto, todos agrupados a mí alrededor mientras los paramédicos me revisaban el tobillo y los ojos.
- ¿Te golpeaste la cabeza al caer? – preguntó uno de ellos, el que me revisaba los ojos.
- No... frené la caída con las manos – le mostré mis manos raspadas con sangre y tierra.
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Rosas Para Audrey
Teen FictionAudrey es la clase de chica que sueña con su príncipe azul pero que jamás lo admitiría en voz alta, es demasiado orgullosa. Se acerca San Valentín y Audrey comienza a recibir regalos de un anónimo, quien parece estar bastante empeñado en enamorarla...