Capítulo 12: Ninguno

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Daniel me llevaba varios metros de distancia, a decir verdad, le llevaba varios metros a todos. Corría ligero como una pluma y rápido como una bala, era deprimente y sorprendente verlo liderar el maratón. Deprimente porque nadie parecía tener una oportunidad contra él, y sorprendente porque era jodidamente bueno. No llevábamos ni veinte minutos y yo estaba sudando como si me alguien hubiese dejado caer un balde de agua sobre mí, no sentía mis piernas y debo admitir que no llegaría ni en el veinteavo lugar. Correr no era precisamente lo mío, y este maratón solo se encargaba de recordármelo.

Después de un rato perdí de vista a Daniel, de seguro ya había llegado a la meta o algo así. Me concentré en no detenerme, puesto que si lo hacía estaría descalificada. Comencé a cansarme mucho, me estaba costando mucho mantener el ritmo, todos estaban pasándome. Por mirar al resto no me fijé en el bache del camino y me tropecé, cayendo de bruces al piso. Para mi sorpresa y disgusto, nadie se detuvo a ayudarme. Me enderecé y me senté en el piso, sintiendo un dolor punzante en mi tobillo. Dolía como el infierno, y estaba segura de que estaba dañado y no podría llegar a la meta. En donde me encontraba, seguir adelante era tanto camino como devolverme. Estaba en medio y no podía ponerme de pie. Alcé la vista cuando todos me habían sobrepasado, y corriendo en la dirección opuesta, es decir hacia mí, venía Anthony.

Lo vi llegar jadeando, se notaba cansado. Se apoyó en sus rodillas y recuperó el aire antes de hablar.

- Madison me dijo que te caíste – comentó mirando mi tobillo. Madison era una de nuestras compañeras de clase.

- ¿Pudo alcanzarte para decirte pero no detenerse un segundo a ayudarme? – rodé los ojos. – Cada día pierdo más fe en el ser humano...

- ¿Te duela algo? – preguntó él.

- El tobillo, creo que lo he lastimado bastante.

Se acercó más y tomó mi pie, provocando que yo soltara un quejido de dolor.

- ¡Más cuidado!

- Está hinchado – él hizo una mueca. – ¿Puedes moverlo?

Moví el pie lentamente, lo que significaba que no estaba roto.

- Debe ser algo leve – sonrió. – Ven, vamos a terminar esto juntos.

Me levantó del piso y me sostuvo de la cintura mientras yo me apoyaba en su hombro para no perder el equilibro. Y fue así como pude llegar a la meta casi quince minutos después que el resto.

- Somos los últimos – dijo Tony.

- Lo siento.

- No importa, no quería ganar de todos modos – sonrió.

Todos nos estaban esperando en la meta, ya cansados y aburridos. Divisé a Dan dando vueltas de un lado para otro, mientras Sam intentaba calmarlo. Entendí su preocupación, Anthony y yo habíamos desaparecido y éramos los últimos en llegar. En cuanto me vieron, cojeando y apoyada en Tony, todos corrieron a nosotros. Los paramédicos me tomaron como si mi vida pendiera de un hilo, Anthony quedó olvidado atrás y Dan, Sam y Grace corrieron a mi lado hasta llegar a una camilla junto a la ambulancia. Nadie me dejaba hablar, estaban haciendo un gran alboroto, todos agrupados a mí alrededor mientras los paramédicos me revisaban el tobillo y los ojos.

- ¿Te golpeaste la cabeza al caer? – preguntó uno de ellos, el que me revisaba los ojos.

- No... frené la caída con las manos – le mostré mis manos raspadas con sangre y tierra.

Rosas Para AudreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora