Capítulo 19: Un corazón partido en dos

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Tres mes más tarde.

Las mañanas de verano tenían un olor que me encantaba, el césped recién cortado, el aire limpio, el bloqueador solar recién puesto en la piel. ¡Ah! Un verdadero sueño. Me encontraba en la entrada de mi casa subiendo un par de bolsos a la van de los Monroe. Dan, Sam y Tony me ayudaban.

- ¿Empacaste tu cepillo? – preguntó mamá. Sonreí y asentí con la cabeza.

- Sí, madre.

- ¿Y los tampones? – susurró.

- También, mamá.

- ¿Necesitas cambio? – sacó su billetera. – No en todas partes aceptan tarjeta.

- Papá me dio suficiente cambio – me acerqué a ella y la abracé. Parecía genuinamente preocupada. Y la entendía, me iba de vacaciones con Samuel, Daniel, Anthony y Grace por una semana al lago y era la primera vez que pasaría tanto tiempo lejos de casa yo sola. Y a pesar de que los chicos eran mis amigos y nada más, mamá no podía evitar estar nerviosa. Solo pensar en cinco adolescentes solos durante una semana debía darle dolor de estómago. – Estaré bien, solo es una semana.

- Lo sé, confío en que esos tres te cuiden – sonrió viéndolos ingeniárselas con las maletas casi como si jugaran tetris. Y es que llevábamos muchas cosas, los chicos hasta habían amarrado sus bicicletas al techo de la van, y cada uno traía consigo unos tres bolsos.

- Nos cuidarán a mí y a Grace, estoy segura.

- Chicos, ese nudo parece un poco flojo – mi padre se acercó a ayudar a mis amigos.

Suspiré, mis padres trataban a mis amigos casi como si fueran una extensión de nuestra familia.

- ¿Y Grace? – preguntó mamá.

- Pasaremos por ella en cuanto terminemos de ajustar esas bicicletas – anuncié.

- Perfecto, no olviden llamarme cuando lleguen. Y enviar fotos, quiero fotos de todo.

- Por supuesto mamá – le dediqué un guiño. Me volteé a ver a papá y los chicos. – ¿Y bien? Quiero que comencemos nuestras vacaciones hoy mismo, y así como los veo... no sé si salgamos de la ciudad antes del atardecer – reí.

- Ya está – celebró Dan. – Estamos listos.

Sam corrió hasta el asiento del conductor, por fin era él quien manejaría la van por una semana completa. Nadie entendió muy bien por qué se la dejaron, pero nos serviría durante estas vacaciones y estábamos demasiado contentos como para hacer preguntas.

- Adiós chicos – dijeron mis padres a coro en cuanto nos subimos a la van. Nos habían otorgado a cada uno un apretado abrazo y se quedaron mirando mientras Sam encendía el motor y los chicos y yo nos asegurábamos los cinturones.

Dan se subió de copiloto, Anthony y yo nos quedamos atrás. Hacía tanto que no lo veía en persona, todo lo que quería era estar pegada a él durante el viaje.

Teníamos suerte de que nuestros padres nos hubieran dejado salir todos juntos y sin supervisión.

Dan lanzó una mirada por sobre su hombro y luego volvió la vista al frente. Se me revolvió el estómago. No había pensado que quizás, tan solo quizás, ese viaje sería un tanto incómodo.

Sabía muy bien lo que Daniel debía estar pensando, debía ponerlo como loco que Anthony y yo fuéramos atrás los dos solos, a pesar de que Grace se nos uniría en breve. Desde ese día en que nos besamos en mi casa, él y yo no volvimos a hablar del tema, sin embargo, en otras dos ocasiones nos volvimos a besar del mismo modo. ¡Todo era tan intenso! Y tan confuso, ninguno decía una sola palabra al día siguiente. Era como si nada hubiera pasado.

Levanté las cejas ante esos recuerdos, sus besos, su aliento tibio chocando contra mis labios, mi pulso acelerado, sus manos sosteniéndome fuerte por la cintura. Oh, Daniel. Me tenía pensando en él cuando menos me lo esperaba.

Y para qué hablar de Anthony, con quien hablaba a diario, vídeollamadas, mensajes de texto, un sinfín de compartirnos vídeos de cachorritos haciendo travesuras en internet. Su partida parecía habernos unido más, y lo sentía más cercano que nunca. Era lo más dulce que jamás fue, y me hacía suspirar por las noches al recordar nuestras conversaciones. Teniéndole frente a mí no pude evitar soltar otro suspiro poco disimulado.

- ¿Te encuentras bien? – preguntó acercando su mano a mi rostro para mover un mechón de mi cabello. Yo le sonreí.

- Estoy perfectamente.

Cinco minutos más tarde, Sam detuvo la van frente a la casa de Grace, quien caminaba campante en dirección a nosotros mientras sus padres la miraban despidiéndose desde la puerta.

- ¡Estas serán las mejores vacaciones! – chilló en cuanto abrió la puerta corredera.

La ayudamos a subir a ella y sus cosas, y enseguida vi cómo Samuel se tensaba tras el volante. Grace y Gabe habían terminado su relación unas semanas atrás, y Sam guardaba en su corazón la esperanza de tener una oportunidad con ella. Le dediqué un guiño a Samuel a través del espejo retrovisor; esa semana sería la ocasión perfecta para unir ese par de una vez por todas. Si tenía que actuar de celestina por mis amigos, lo iba a hacer sin dudar.

- No puedo creer que este sea el último verano que estaremos juntos – soltó Grace. – El siguiente estaremos demasiado ocupados pensando en la universidad y no es seguro que nos veamos.

- No quiero pensarlo – arrugué la nariz. – No me imagino separándome de ustedes.

- Si, ya es suficiente con que Anthony esté lejos – agregó Dan volteándose y lanzándome una mirada penetrante. – No quiero pensar en cómo será estar cada uno en lo suyo.

- Quizás deberían considerar ir a estudiar a Seattle – dijo Tony dedicándome una sonrisa. Asentí y por algún motivo me tensé en mi lugar. – Así estaríamos juntos otra vez.

- No es mala idea – mascullé con nerviosismo. ¿Qué me estaba pasando?

Samuel subió el volumen de la radio y todos nos concentramos en el camino.

Vi cómo ingresábamos a la autopista y un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿Qué esperaba de aquella semana en el lago? ¿En qué estaba pensando cuando decidí que sería una buena idea embarcarme en este viaje con los dos chicos que me partían el corazón en dos? ¿Cómo iba a seguir fingiendo que entre Dan y yo jamás volvió a pasar nada? ¿Cómo pensaba disimular mi risa de quinceañera cuando Anthony dijera algo que me hiciera ruborizar?

Mis dilemas no habían terminado con el año escolar, solo habían comenzado para dar paso a un verano que de seguro me iba poner el corazón pendiendo de un hilo.

Fin.

Rosas Para AudreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora