Qué voy a … — El rostro de Rougue Aragón presentaba los signos típicos de alguien que no había dormido en días: demacrado y ojeroso. — ¿Qué se supone, que voy a hacer este mes? Dime ¿Qué debería hacer? — Le preguntaba a Edgar.
El rubio, haciendo gala de su calma y madurez, dijo tranquilo — Todo estará bien, deje que yo me encargue.
Pero el hombre totalmente desquiciado, se levantó y apuntando al chico con el dedo índice, comenzó a gritarle — ¡¿Qué demonios puedes saber tú?! ¡No tienes idea, de lo que nos va a pasar de ahora en adelante! — Y a medida que se acercaba, Edgar sentía el hálito alcohólico. — ¡Necesito a Dalia, necesito restaurar los poderes de Dalia! ¡Maldición! ¿Por qué pasó todo esto?
Se desplomó derrotado, de rodillas en el suelo mientras se revolvía el canoso cabello. No había caso, su jefe no escucharía consejos ni razones. Edgar decidió retirarse en silencio, era lo mejor que podía hacer, al menos por ahora.
— ¿Lo mismo de siempre? — Preguntó Mex, el cual era amigo de Edgar desde que empezó atrabajar en la mansión, al verlo reaparecer en el recibidor de la casa.
— Sí, creo que ha perdido la razón. Será mejor que vaya a ver a la señorita Aragón.
— Espero que no salgas herido en el intento, Edgar. La señorita ha estado igual de desganada y violenta que su padre. — Le advirtió su colega.
Pero haciendo caso omiso a la advertencia de su amigo, subió las escaleras en dirección a la habitación de Dalia. Se detuvo un momento afuera, antes de llamar a la puerta y suspiró fuertemente. Convertirse en el sucesor de Victor como jefe de los guardaespaldas de la familia Aragón, se había vuelto prácticamente una tortura desde que la habilidad predictiva de Dalia había sido robada.
Dio dos golpes suaves, con la mano. — Señorita Aragón ¿Se encuentra bien?
— ¡No te atrevas a entrar! ¿No te dijeron, que no deseo ver a nadie?
Edgar se frenó por un momento, pero giró la perilla después de unos segundos. Sabía que era un error y que habría consecuencias, sin embargo, estaba realmente preocupado por la integridad emocional de su jefa. Y tal cual había predicho, al abrir la puerta un objeto contundente atravesó el cuarto y de no ser por los rápidos reflejos del rubio, este hubiese impactado de lleno en su rostro.
— Discúlpeme por entrar así nada más, yo solo quería…
— Ya estás aquí ¿No? — Le espetó la chica, ocultando su rostro entre las piernas. — Siéntate ahí — Dijo, señalándole una silla junto a su cama.
La habitación de Dalia estaba hecha un desastre; había papeles y lápices regados por todos lados, libretas de apuntes y cuadernos.
— No es necesario que se fuerce, señorita Aragón. Ambos sabemos que no volverá a hacer una predicción. — Habló serio, Edgar.
— Deja las formalidades de lado, por favor Edgar. Llámame por mi nombre. — Inhaló hondo. — Y sí, sé que he perdido mi habilidad, es tan terrible. Mi padre…
Y en ese momento, Rougue Aragy hacía entrada en el cuarto de su hija. Estaba evidentemente ebrio, eso Edgar lo sabía pero no imaginó que producto de ello, sería capaz de lo que sucedió a continuación.
— Dime que has podido hacer, al menos una — Le decía, mientras se acercaba rápidamente.
— No, papá. Mi poder escritor se ha ido, no habrá más predicciones — Y se le quebró la voz — Lo sien….
Pero no alcanzó a terminar la frase, cuando su padre le profirió una fuerte abofeteada. — ¡¿Qué no lo entiendes?! ¿Acaso no lo ves, Dalia? Sin tus poderes no soy nada, perderé mi fortuna y el respeto de todos, y junto con ello puedes ir olvidándote de todas tus ragalías — Le gritaba, mientras la zarandeaba por los hombros.
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Fuera De Esquema
RomanceDesafortunadamente, su único amigo en ese lugar se encontraba fuera de la ciudad, debía cumplir unos encargos y estaría de vuelta mañana. Necesitaba hablar con alguien respecto a aquella tarde, que dicho sea de paso, no terminó de la mejor forma. Qu...