Capitulo 2

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— ¿Qué es esto? — Preguntó Edgar con algo de desconfianza, mientras sacaba el cheque que Dalia acababa de entregarle en un sobre.

La chica le mostró la lengua, en un gesto infantil. — ¿Qué, acaso estás ciego? Es por la molestia que te tomaste ayer, si no hubieses estado ahí para defenderme…— Y bajó la mirada.

— Le recuerdo, que trabajo para usted. Solamente cumplí con mi obligación.

— Tú trabajas para mi padre, además no es tu obligación meterte en los asuntos que son familiares. Lo que hiciste ayer, pudo costarte tu puesto como guardaespaldas ¿Sabías?

Edgar sonrió de lado. De alguna forma, Dalia parecía preocupada por él. Lo que no entendía, era por qué le estaba pagando. — Como le dije ayer a su padre, golpear a una mujer es de cobardes. Yo sólo hice lo que un caballero haría; defender a una dama que está siendo violentada. Lo siento señorita, pero no puedo aceptar que me pague por algo, que es éticamente correcto.

La muchacha sintió cómo los colores se le subían al rostro, con las palabras del rubio. Ella no conocía el desinterés, ya que toda su vida su padre le había dado todo lo que ella pidió a cambio de sus predicciones. Sus empleados trabajaban por dinero, incluso Edgar lo hacía pero ella nunca imaginó que el muchacho, no esperara una especie de recompensa por lo que a sus ojos, fue 'un acto heroico'.

Tomó el sobre de vuelta. — Bien, como quieras. Yo solo quería mostrarte mi gratitud.

— Ya le dije, que no es necesario. — Soltó un poco cabreado. Estaba mareado, o una sensación extraña en el estómago que no sabía definir con exactitud.

Dalia frunció el ceño y giró en sus talones para dejarlo solo, cuando una idea fugaz cruzó por su mente. Se dio la media vuelta y de un salto abrazó a Edgar, besándolo tierna y sonoramente en la mejilla. — Recuerda, que te pedí que dejes las formalidades. Seamos amigos ¿Vale?

Edgar tuvo la intención de responder, pero las palabras se le quedaron atascadas den la lengua y cuando se dio cuenta, estaba solo de nuevo. Se llevó la mano a la mejilla, aquella donde Dalia había depositado el beso. Esa niña lo confundía. Un día le estaba gritando, aventándole cosas por la puerta y exigiéndole que la dejara sola, y ahora le pedía que fueran amigos. "Caprichosa", fue la palabra que se le cruzó en ese instante.

En su habitación, la peli-rubia sentía agitación en su pecho. En parte se ofendió por la negación de su guardaespaldas, al no recibir lo que ella llamó gratitudy por eso se sentía triunfante de haberlo besado de manera tan sorpresiva. "Quizá debí besarlo en los labios", se regocijaba a solas, aunque la sola idea de pensar en eso la hacían sonrojar. Dalia nunca había tenido un acercamiento con alguien del sexo opuesto, a menos que fueran sus guardaespaldas, quienes generalmente eran mucho mayores. Su padre se encargaba de eso precisamente, para que nadie tuviera que ver con ella en algún otro plano que no fuera el de jefe-empleado. Edgar era la excepción a esa regla, una excepción bastante atractiva a sus ojos.

De pronto, tuvo la necesidad de saber más de él y quería saciar esa curiosidad, ahora mismo. Claramente ir y preguntarle, no era una opción viable pues el hombre era cerrado como una ostra. Salió de su habitación en busca de la persona, que consideraba podía ayudarla.

— Entonces…Edgar y tú son muy amigos ¿No? — Preguntó ávida y sin rodeos, Dalia a Mex. Habían salido de casa, con la excusa de querer ir de compras. Habían pasado en el centro comercial toda la tarde y la chica recién se había atrevido a formular aquel cuestionamiento, luego de muchos rodeos.

El chico peli-blanco de hermoso ojos color zafiro, había insistido en pedir la compañía del peli-rubio, pero su jefa se había negado rotundamente. Y ahí tenía la respuesta a sus por qué. — Sí – Contestó algo insegura.

— Cuéntame de él por favor, Mex. Debes conocerlo bastante ¿o me equivoco? Aunque parezca una loca idea y se que eres hombre obviamente no te fijas en lo guapo que es Estar ¿Verdad?

Mex quedó de una pieza. El siempre se había limitado a tener una relación laboral con Dalia y bajo ninguna circunstancia, se habría imaginado que estaría algún día soportando sus golpes hormonales y hablándole de muchachos, mucho menos de Edgar. Y para su suerte, justo en el momento que pretendía contestar con alguna evasiva, Dalia siguió hablando atropelladamente.

Por un momento, Mex pensó que su cabeza realmente estallaría. Definitivamente Dalia Aragón estaba pasando de la adolescencia, a un intento de madurez que de no tener la guía correcta, se transformaría en un completo desastre. A pesar de las preguntas y comentarios algo contradictorios que su jefa le lanzó sobre el rubio, pensó que quizá no se trataba de un mero capricho. Claro, eso lo supo porque cada vez que se detenía a escuchar su ritmo cardíaco, este llevaba un compás tranquilo y armonioso cuando su conversación se centraba en él. Nada que ver, a lo que podía sentir cuando deseabaalgo.

No quiso ahondar mucho, sólo se limitaba a asentir o negar algunas cosas, pero cuando vio que la chica le dirigía una mirada desaprobatoria, supo que debía decir algo. — Pero señorita, dudo que su padre vea con buenos ojos, el interés que demuestra por Edgar. — Y vaya que lo decía en serio. Rougue Aragón jamás aceptaría que su hija, pusiera sus ojos en un trabajador.

Dalia entonces, detuvo su andar y se giró a verla con las manos en la cintura. — Y por eso, es que será nuestro pequeño secreto. — Dijo seriamente, mientras le guiñaba un ojo.

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Edgar estaba con el semblante serio, y miraba con reproche a su colega y amigo. — Fue muy irresponsable de tu parte, ni siquiera avisarme que saldrían.

Mex bajó la mirada, un poco apenada. — Lo sé, Edgar. De hecho iba a decirte que nos acompañaras, pero la señorita insistió en que fuéramos solo nosotros dos. Y tampoco quiso que te dijéramos, por temor a una negativa.

— No me importa lo que ella quiera, su integridad está en peligro allá afuera. El señor Aragón está lo bastante endeudado, como para que los otros mafiosos ya le hayan puesto precio a su cabeza.

— Lo siento, no se repetirá. — Dijo con pesar.

— Eso espero. — Respondió Edgar, ya con las facciones más relajadas — Debes ser inflexible, Mex. Afortunadamente, el jefe se la ha pasado encerrado en su oficina, así que ni cuenta se dio de su ausencia. — Suspiró.

— Eres un exagerado ¿Ves? Nada nos pasó. Deberías dejar tu mal carácter de lado, alguna vez. — Irrumpió estruendosamente, Dalia.

— No se trata de eso, Dalia. Solamente cumplo con mi trabajo, y ese es protegerte. — Le espetó algo irritado, si había algo que el rubio detestaba, era ser oído a escondidas.

— Tu trabajo, tu trabajo, tu trabajo — Comenzó a subir el tono de su voz — ¡Si tanto quieres cuidarme, de ahora en adelante serás tú quien se encargue de llevarme a todos lados!

—Soy tu guardaespaldas, no tu niñero. No haré cosas innecesarias, menos sobreexponerte.

La chica, echa un manojo de rabia por esa frase, se dio media vuelta dispuesta para irse, no sin antes agregar — Trabajas para mí, me lo dijiste ésta mañana. Así que guarda silencio, si quiero que seas mi niñero, pues lo serás.

Edgar se había quedado mudo, pero nuevamente con esa sensación de náuseas en el estómago. Ahí estaba, esa era la Dalia a la que él estaba acostumbrado, y precisamente era esa Dalia quien lo cabreaba tremendamente.

Mex estaba de piedra, había observado y principalmente oído todo aquel intercambio de palabras. — Deberías tenerle algo más de paciencia.

— ¿Paciencia? Lo que necesita es madurar, no que la sigan tratando como la niñita que, evidentemente ya no es.

— Aún así, no puedes culparla del todo. Su padre la enseñó así de pequeña, y esos rasgos son difíciles de erradicar. — Y ahora sonreía, como si maquinara algo en su cabeza — Además, si hablamos de madurez, conocemos a alguien que puede ayudarla un poco en esa tarea. — Y sin decir más, se retiró.

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