Un «lo siento» no es suficiente

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Sintió cómo su barriga sonaba, despertándolo. ¿Qué hora era? ¿Dónde estaba? ¿Quién era él? Las típicas preguntas que se hace uno al despertarse y no tener noción ni de su propia existencia se hicieron presentes en su cabeza. Pero sí estaba segurísimo de una cosa: tenía un hambre de mil demonios. Sentía que, si no comía algo pronto, su estómago iba a comenzar a auto-digerirse, por lo que se dispuso a levantarse de una vez por todas de su cama. Por la poca iluminación que entraba desde su ventana, supuso que serían las ocho de la mañana. Ese día, por suerte, no tenía que ir al colegio, por lo que no se apresuró en dejar la cómoda estructura de madera cuyas mantas lo incitaban a dormir algunas horas más. Pero tenía hambre, y comer en esos instantes era mucho más importante que dormir.

Cuando estuvo a punto de dejar la cama, sintió que unos brazos se aferraban aún más a su cintura. Se giró a ver de qué se trataba. Sus mejillas tomaron un leve color al encontrarlo a él..., al encontrar a Golden allí..., acostado..., a su lado. En ese instante, recordó todo, y se sintió estúpido por haberlo olvidado tan fácilmente. ¿Acaso era idiota? ¿Cómo iba a olvidar que el único chico por el que había sentido algo parecido al amor sentía lo mismo que él?

Dejó de lado sus insultos mentales y se dispuso a ir, pero nuevamente algo le impedía hacerlo: se perdió en las facciones tan perfectas del rubio. Se veía tan..., hermoso. Su rostro estaba calmo, cosa que le alegró. Rara vez se veía tan relajado como ahora. Siempre llevaba una expresión demacrada o cansada. Pero ahora..., estaba sereno... Como si no le importase nada... Como si no hubiese un mañana que, probablemente, fuese más difícil de pasar que el ayer.

—Freddy, ¿qué querrán tu novio y tú para desayunar? —le preguntó su madre, adentrándose en su habitación y cortando sus pensamientos. Freddy se levantó de golpe, logrando despertar a Golden también.

Un momento..., ¡¿se había referido a Golden como su novio?!

—E-eh..., y-yo... —No sabía qué decir o cómo reaccionar. Su madre los había encontrado in fraganti.

—Quiero hotcakes —susurró Golden, más para sí mismo que como respuesta a lo preguntado por la señora.

—Está bien, hotcakes serán. —La mujer les sonrió y partió a la cocina para hacer lo que su yerno le había pedido.

Freddy se tapó el rostro con las manos, totalmente sonrojado y avergonzado. No podía creer que su madre los hubiese descubierto.

—¿Osito? ¿Qué pasa? —le preguntó Golden a su castaño. Éste se giró a verle, dejando a la vista un, para el rubio, adorable carmín que cubría todo su rostro.

—Mi madre nos..., nos vio —susurró abochornado. Golden sólo sonrió, enternecido por su actitud, y se levantó para darle un pequeño pero tierno beso en la frente. Este chico lo iba a matar de lo adorable que era.

«—Freddy, eres patético», dijo Fred, apareciendo –y, para Freddy, arruinando– en escena. El castaño decidió ignorarlo y, tomando de la mano a su novio, cosa que lo sorprendió, ya que nunca pensó en ver a Freddy tomando la iniciativa –aunque también era hombre después de todo, por lo que era de esperarse–; lo guio hacia la cocina, en donde comerían juntos –más la mujer mayor– su desayuno.

•••

—¿Nos vemos hoy a la tarde en la práctica? —le preguntó Freddy a Golden, mientras se despedían en la entrada de su casa.

Golden miró a su osito algo apenado. Estaba seguro de qué le diría su padre cuando llegase a casa. No lo iba a dejar salir como mínimo por un mes. Además de que había faltado a una sesión de fotos aquella mañana. Debía estar más que furioso. No quería romper la ilusión de Freddy sobre poder pasar toda la tarde juntos, pero decidió que no le mentiría..., no más de lo que ya había hecho...

El príncipe y el plebeyo (yaoi/gay) [#FNAFHS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora