A Marlene le gustaba pasear por ciudades desconocidas, perderse entre sus calles y absorver su cultura. Se fijaba en pequeños detalles en los que los demás no reparaban. Como el color de las nubes al atardecer en las playas gallegas, los gestos que realizaba la gente en Alemania, la ropa estrafalaria de Nueva York, las miradas que se lanzaban las personas cuando pensaban que no eran vistas en París, a la vera del Sena, la música que se escuchaba procedente de un balcón en la Plaza Mayor de Madrid. Pero el detalle que inspiró está historia fue el del hombre que leía en la ventana del Panteón.
Cuando ella fue a visitar este punto, justo antes de entrar, se paró en la plaza desde la que se ve la puerta a través de las columnas y comenzó con su táctica de escuchar,ver y sentir el exterior, para acabar dándose cuenta de que en la ventana más alta del edificio vecino al Panteón se encontraba la silueta de un hombre que leía. Lo observó detalladamente y distinguió unas gafas y una barba, que este vestía un jersey azul celeste y unos vaqueros. Que las gafas resbalaban sutilmente por su nariz hasta llegar el momento de volver a colocarlas.
Y de repente, Marlene se encontraba en aquella ventana, leyendo aquel libro, y con aquellas, las mismas ropas. El libro no tenía título, o quizás era demasiado largo. Se levantó y observó la estancia. Las paredes amarillentas habían sufrido el paso de los años, las estanterías estaban repletas de libros y sobre la mesa se encontraban numerosos mapas de distintos lugares del mundo. Anotaciones a en los márgenes y caminos trazados. Sintió un impulso de seguir al hombre en su secreta aventura, así que cogió el mapa y acercándose a la impresora sacó una fotocopia. Hizo un avión de papel y lo lanzó por la ventana, arrojando su futuro a través de ella.
Miró el reloj y vio que ya había pasado el tiempo. Parpadeó y se dio cuenta que ya no se atopaba en la antigua habitación, si no delante del Panteón. Pero alguien la estaba mirando fijamente, con una expresión atemorizada a la vez que furiosa desde la ventana del edificio vecino al Panteón. Algo había salido mal.
La mirada finalmente se vio interrumpida por un avión de papel que se interpuso en el medio, y que Marlene recogió en el aire, mucho antes de acercarse al suelo. Echó a correr, sintiendo como si los ojos de aquel hombre estuvieran a unos centimetros de ella.