Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí rodeado de las exóticas flores de colores vibrantes y de las resistentes lianas por las que Tarzán se hubiera columpiado en caso de acudir.
El que fuera un enorme reptil ahora no era grande, quizás no medía más de medio palmo, pero en la soledad de su infancia el dinosaurio le había acompañado como un fiel seguidor, siendo su mayor confidente.
Desde el día que le llevaron a la habitación recubierta de almohadones, y con el señor que hacía demasiadas preguntas. El dinosaurio siempre había estado ahí ahuyentando a los monstruos que gritaban y trataban de moldear su pensamiento. Pero el pequeño estaba sufriendo cambios que disminuían su fuerza combirtiendolo en una presa fácil para los monstruos que acechaban en la oscuridad. Esos que le miraban abrazar al dinosaurio desde la otra punta de la habitación y que comenzaban a acercarse a ellos. Tanto, que ya casi podía oírlos.Nota: este es un trabajo de lengua castellana que me mandaron relizar. Consistía en escribir una continuación al microrelato de Monterroso que titula este texto. Ya que me gustó el resultado, he decidido compartirlo, os invito a que hagais vuestro propio texto y que me lo mandeis, estaré encantada de leerlos. He de decir también que hace unas horas me percaté de que ya tenemos casi 200 visitas (¡¡¡siii!!!), así que aprovecho esto para agradeceroslo. Aunque sinceramente, he de deciros que ojalá votarais o comentarais algo más. Dadme vuestra opinión siempre, me encanta recibir criticas (constructivas, claro). Nada más que decir, besos y gracias por perder minutos de vuestra vida leyendo estas tonterías❤
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Marlene
RastgeleSimples pensamientos. Te espero cada viernes en una nueva historia.