Mientras el agua resbala por su piel como un suave abrazo, se comienza a recostar poco a poco en la bañera, evocando el recuerdo de cuando era una niña y lo hacía para esconderse de lo que acechaba en el exterior. Su cabeza comienza a tocar el agua y poco a poco, se hunde. Pero esta vez, no todo sucede como antaño. Lo que solía ser un silencio ensordecedor escondido entre la humedad ahora se veía sustituido por un grito. Un grito lejano que pedía auxilio. La voz no le resultaba familiar, pero a través de ella podía sentir lo mismo que aquella mujer.
Marlene sacó la cabeza del agua alterada, pero pronto volvió a sumergirse ya que la curiosidad era insaciable. Pero esta vez, todo era normal. En el interior del agua no se escuchaba nada. Absolutamente nada. Una vez fuera de la bañera, Marlene comenzó a cuestionarse que era aquello que había escuchado, dudando de su veracidad. Acabó creyendo que se trataba de algo que creó su imaginación a partir de un ruido de las cañerías.
Un par de días más tarde Marlene repitió el proceso volviendo a hundir la cabeza, sorprendiéndose, porque esta vez sí que oía un grito. Se trataba de una voz masculina que pedía clemencia alegando que tenía una familia a la que cuidar. Marlene salió demasiado asustada del agua, ya que no podía creerse que aquello estuviera sucediendo realmente. Finalmente volvió a asegurarse a si misma que se lo había inventado, aunque esta vez con mayor desconfianza.
Tres días después, la voz seguía allí, escondida en en agua. Asustada, y comenzando a creer en su demencia fue a contarle lo ocurrido a su madre.
Tras relatar la historia su progenitora no dijo nada, si no que se llevó los dedos a los labios y realizó un gesto para pedir silencio. Marlene no comprendía que conclusiones debía sacar de eso, pero su madre la volvió a sorprender cuando se giró y salió al exterior dejando la puerta completamente abierta tras de si.
Marlene, algo desconfiada, la siguió. Su madre la llevó a través de calles y bosques desérticos, para finalmente dar a un edificio solitario que se hallaba en los extrarradios de la ciudad.
Su madre entró antes y se apartó a un lado para que su hija también pasara. Una vez hecho eso, cerró la puerta. La estancia era enorme, y las paredes eran completamente lisas y de un color oscuro. Al cerrar la puerta esta se había fusionado con la pared haciendo que parecieran solo una.
Su madre se situó en el centro de la sala y de repente comenzó a convulsionarse, a moverse de un lado a otro mientras no paraba de reír.
Marlene se acercó precipitadamente e intentó ayudarla. La risa no provenía únicamente de su madre, si no de todos lados. La joven se tapó lo oídos y cerró los ojos mientras comenzó a gritar. Un grito desgarrador, que hubiera partido el corazón de cualquiera con su intensidad. De repente, la risa paró y cuando Marlene abrió los ojos se sorprendió al no encontrarse a su madre. Lloró durante varios segundos hasta que se dio cuenta de que el suelo comenzaba a estar lleno de agua No sabía su procedencia, pero pronto comenzó a aumentar su nivel alarmando a Marlene. Acabó llegando casi hasta el techo, y en los últimos segundos Marlene aprovechó para coger aire y se sumergió. El tiempo parecía pasar insufriblemente rápido bajo el agua, y sus pulmones comenzaban a quemar por la extrema necesidad de oxígeno. Pero de repente aquel fuego se extinguió y se vio sustituido por una terrorífica tranquilidad El estrés y dolor que contenía se vieron liberados y la vista poco a poco comenzó a desenfocarse su vista. Notó que ya había llegado su hora. En la lejanía del agua veía una figura acercarse. Esta iba vestida totalmente de negro y nadaba paulatinamente hacia ella. Cuando por fin llegó a Marlene, la joven cerró los ojos, esperando aquel beso que cerraría su destino.