Capítulo 2:

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Un estridente sonido hizo que el joven dejase de cargar las cajas. Las abandonó en el suelo y volvió a caminar rápidamente hacia el interior del pueblo.

Cas odiaba tener que volver corriendo cada vez que las campanas del ayuntamiento repicaban sin cesar. Con esa alarma sólo podía ocurrir dos cosas: alguien había muerto o desaparecido. Ninguna  era algo bueno pero en la isla de Odull, que era el puerto de enlace más cercano a tierra firme, se había convertido en algo habitual.

Giró a la derecha y comenzó a subir los escalones de dos en dos. El cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados, poco le importaba. Tan sólo deseaba llegar a casa sano y salvo. Continuó corriendo calle arriba hasta alcanzar el comiendo de la linde de la granja, su madre asomaba por la ventana gritándole algo que él no llegaba a comprender. Cuando se hubo acercado unos metros más entendió que no era a él a quien gritaba sino a su padre que salía del granero escopeta en mano.

-¡Padre! ¡¿Qué sucede?!- Dijo intentando seguir su paso.

-¡Quédate en casa Cas!

-Yo voy contigo- Su padre se detuvo con el arma colgada a la espalda lo sujetó con fuerza al mismo tiempo que le decía:

-Cas, entrad en el granero y cerrad todo.

-Pe-pero...

-¡Cas! Haz lo que te digo- Lo interrumpió su padre- Coge a tus hermanas y a tu madre y meteos ahí. Un monstruo anda suelto por el bosque.

Él asintió sin llegar a comprender del todo las palabras de su padre.Volvió a correr hacia la casa. Nada más entrar comenzó a ordenar:

-Martha coge la lámpara, madre cierre todas las puertas y ventanas. Liam busca mantas y comida- Sus hermanas de apenas trece y quince años lo obedecieron sin rechistar.

Él se dirigió a toda prisa a las ventanas traseras que daban a los campos de cultivo para dejarlas bien cerradas. Con toda su familia reunida en la entrada principal su madre abrió la puerta para poder salir hacia el granero.

Una vez dentro, atrancó la puerta principal. Hasta los animales parecían inquietos en sus establos. Su madre retiraba los restos de heno esparcidos por el suelo para dejar al descubierto una trampilla en el suelo de madera.

-Cas, la puerta trasera- Le dijo su hermana menor.

-Hijo entra- Su madre sostenía las tablas de madera.

-Pase usted primero madre. Yo iré después de cerrar la puerta trasera- Sujetó la puerta por ella y le sonrió para tranquilizarla- Si no vuelvo, no salgáis y no hagáis ningún ruido.

Tras decir estas palabras dejó caer suavemente la puerta de madera. Esparció de nuevo el heno para que no se notase la entrada y caminó hasta el fondo de la estancia.

Se acercó hasta la puertecita, no sin antes asomarse a la creciente penumbra. La granja colindaba en su parte más posterior y lateral derecha con el bosque, por lo que los primeros arbustos quedaban a apenas unos pasos. El joven se alertó al escuchar el crujir de una rama, en su interior rezaba porque fuera un animal, en su logar una forma humana emergió de las sombras: Se trataba de una joven de cabello oscuro, llevaba un vestido en sus orígenes blanco, ahora manchado y roto apenas le tapaba el torso. Estaba muy nerviosa y sus ojos grises se encontraban muy abiertos. Como si a un animal salvaje le apuntasen con un farol:

-A- ayuda- Fue la única palabra que consiguió decir, su respiración estaba muy agitada.

-¿Qué te ha pasado?

-Me persigue.

-¡¿El qué?!- Ella se agarró a su camisa, cogiendo aire y exhalando.

-No lo sé- Cas intentó sostenerla, pues sus piernas estaban temblando- Ti- tienes que acompañarme a mi barco... por favor.

Arlet: Historia de una cazarrecompensasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora