Capítulo 4

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El continente era una enorme masa de tierra hostil para unos y hogar para otros. Aún si no quería reconocerlo también pudo haber sido el hogar de la cazadora. Arlet recorría las praderas con su capa, ya estaba cerca de la villa que daba paso al bosque. La había visitado en incontables ocasiones y, sin embargo siempre le parecía nueva y horriblemente vieja. Debía parar para comprar comida y descansar, dos días caminando no eran de gusto de nadie. Todo sería más fácil si las naves voladoras pudieran surcar la tierra firme, pero la experiencia de la humanidad y el tratado que se había pactado hacía un siglo lo impedían.

En la capital seguían con la búsqueda del ladrón en los portales. Había llegado un punto en la investigación que sólo estorbaba, pues con sus cuernos y cola animal no podía viajar al otro mundo y seguir siendo de ayuda.

Por suerte llevaba una jugosa orden de busca y captura de la milicia. En Kostina se asentaba un vampiro acusado de varios secuestros y asesinatos de mujeres en la capital. Eso reflotaría su economía, la cual se había visto seriamente afectaba por ese estancamiento con el ladrón de los portales. El padre de una de las chicas, tenía fuertes contactos en la milicia. Debía llevar o la cabeza del asesino o el anillo de la joven, cualquiera de las dos cosas calmaría los humos y le haría cobrar la recompensa.

Estaba caminando por el sendero ya próximo a las primeras casas de la aldea. Era pequeña de construcciones pequeñas de piedra, envuelta por lenguas de espeso bosque eso la hacía un lugar peligroso para la colonia de humanos. Los bosques del continente tenían una vida especial, un equilibrio establecido, guardado y cuidado por las mismas criaturas que allí habitaban. Arlet veía vida salvaje, mientras que los humanos veían peligro. Nada más entrar en la aldea buscando algún lugar donde parar las miradas no se hicieron de esperar.

Ella siguió como si nada, en el centro de la pequeña plaza había una fuente. Se sentó en el borde para rellenar la cantimplora, quizás debía buscarse alguna forma de transporte...

-¿Qué queréis?- Alzó la mirada para ver de quién provenía la voz:

Un chico que no alcanzaría los quince años estaba plantado frente a ella, con los hombros erguidos y seguido de un par de amigos. La cazarrecompensas se levantó dejándolos como pequeños tapones pegados al suelo:

-¿Sabes dónde queda la tienda más cercana?- Sus ojos espantados hacían que Arlet quisiera echarse a reír.

-¡Vete de aquí! ¡No queremos monstruos!

Ella se marchó de allí con paso sereno y la vista bien alta. Eso no pareció de su agrado pues los muchachos siguieron insultándola. No era violenta y no iba a empezar a serlo. Como siempre iba a buscar un lugar en el que abastecerse y largarse de allí.

La única tienda que vio aparecer tenía de todo lo que pudiera necesitar un viajero. Por suerte para ella, tras el mostrador se erguían unas enormes estanterías atestadas de instrumentos,conservas entre otras cosas. Una pequeña silueta apareció tras una de ellas, la anciana de prominente joroba alzó la vista mostrando sus iris completamente blancos y preguntando:

-¿Quién anda ahí?

-Vengo a comprar- Respondió Arlet sintiéndose extremadamente grande.

Esquivó una jaula al mismo tiempo que se colocaba frente a ella.

-Perfecto, perfecto- La anciana se movió rápidamente llenando un zurrón con algunas cosas básicas- ¿Vais de acampada al bosque?

-Algo así- Dijo ella con ironía.

-Vas a Kostrina, ¿verdad?- La joven la miró curiosa mientras ella se encaramaba a una escalera y trepaba hasta los más altos estantes- Seré vieja pero no soy tonta jovencita.

Arlet: Historia de una cazarrecompensasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora