Capítulo IX

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-Y tienes todo a mano: restaurantes, cines, comida rápida, tiendas de vestir, lo que tú quieras. Y lo mejor de todo ¡no tienes que caminar tanto! Todo allí es pura ciudad y todo está al alcance con tan solo dar unos pocos pasos –parecía estar emocionado pero su voz llevaba un tono melancólico.

-¿Estás seguro de esta decisión, Frank? Yo no sé, abandonarías los esfuerzos de cuatro años de Universidad, cuatro años que te mataste estudiando para ¿arrojarlos así por la borda? No me parece que sea buena idea, ¿Por qué no esperas un año a que te recibas y luego si quieres puedes irte a donde tú quieras?

-No Willy, mira, si hago eso no sé hasta cuando estaré estancado en esta ciudad, tu sabes que yo siempre ame Madrid y es mi ciudad natal, allí residen mis padres y me gustaría poder tenerlos al lado, visitarlos, saber cómo están después de tanto tiempo de no vernos. Y ambos sabemos que ando un poco atrasado con las materias, yo no sé si en un año podré terminar la carrera.

-Pero oye, ¿entonces abandonaras así como así?

-Bueno, no del todo, allá hay otra Universidad y puedo hacer cambio de institución, ya investigué y lo tengo permitido, solo que algunas materias que hice aquí me las aceptarán y otras no, a esas deberé volver a hacerlas en aquella otra facultad.

-No creo que sea producente para tu futuro. ¿No podrías decirle a tus padres que soporten tus gastos aquí un poco, hasta que termines la Universidad?

-Mira, Willy, soy su único hijo pero no estoy seguro de que tengan el soporte económico como para hacer eso por mi, si la empresa donde soy empleado se muda a Madrid entonces yo debo ir con ella. No puedo darme el lujo de perder mi empleo, no hay otra fuente de dinero para mi si no es esa.

-Supongo que te irás y con el paso del tiempo dejaremos de vernos.

-¡No seas melodramático! –comenzó a reír con gracia-. Yo vendré a visitarte los fines de semana.

Continuaba serio y con el gesto angustiado al contrario del moreno.

-Entonces, supongo que ya es decisión tomada, no hay nada que te lo impida, ¿verdad? –se había puesto bastante triste, más por el desperdicio de tiempo y esfuerzo que Frank había hecho todos aquellos años dedicados a la carrera.

-A decir verdad si hay algo que me hace palanca: mis sentimientos hacia ti, Willy. Y no te exaltes, ¿sí? –dijo un segundo antes que el pelinegro le reprochara por tener esas emociones que él tanto se había esforzado en dejarle en claro que jamás hubo ni iba a haber nada entre ellos que no fuera amistad-. No estoy acorralándote ni pidiéndote absolutamente nada, solo digo la verdad, pero yo sé que es imposible porque tu corazón no me pertenece y además se nota que realmente estás enamorado. Yo no sé quien será ese S, pero te aseguro que se ha ganado la lotería contigo: tú eres maravilloso Willy, eres la compañía perfecta para cualquier persona. Ya quisiera ser yo ese tal S.

Que le dijera algo como aquello le hacía sentir miserable, amaba a Frank pero de la manera en que amas a alguien que te acompaña, que te cuida y quiere lo mejor para ti, como lo hace un amigo o un hermano; pero jamás de una manera copular; aunque se sentía feliz de que aquel lo comprendiera y le dejara tranquilo con ese tema. Le ponía verdaderamente contento saber que Frank le aconsejaría de buen corazón mientras le contara sobre S, a pesar de también estar consciente que lo más probable era que aquel estuviera destruido por dentro al oír tremenda confesión por parte de Willy, y aun así le recomendaba, le aconsejaba y mostraba interés por él y porque fuera feliz. Definitivamente Frank era un hombre con buen corazón, cualquiera que le tuviera como pareja algún día seguramente también debería de estar muy agradecido de encontrar a alguien como aquel.

Todos aman a Willy {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora