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Imagínate después de haber recibido una paliza, que te ha dejado imposibilitado, tienes la oportunidad de poder bañarte, curarte y acostarte, cerrar tus ojos y literalmente diez minutos después... se enciendan las luces y alguien entre a presionar botones, anotar tonterías y salir como si nada ha ocurrido ¿Molestó? si, ¡ni te lo imaginas! Para ser exacta y tengas una idea de mi sufrimiento después de haber sufrido terriblemente ayer después de tener que levantarme de esa cama nuevamente, ya tengo dos días aquí y es increíble como algo tan simple como caminar se convirtió en una tortura de lo más cruel, todo bajo el supuesto de que me ayudaría a sanar más rápido. Es ambigua la relación que existen entre el dolor y la sanación, el cuerpo humano es tan masoquista, requerimos ser quebrantados para ser curados. Creo que los medicamento están teniendo el efecto colateral de filosofía en exceso. Pero continuando con mi argumento, una enfermera entra cada dos horas, incluso durante las noches, para darle seguimiento a mi caso. Desde que desperté, hace dos días, no he comido nada, siento como si un sismo y sus múltiples réplicas tuvieran lugar en mi estómago. Lo más triste es que estoy con Nuber con menos frecuencia y ya la realidad es mi verdugo.   

Temprano llega el doctor a realizar una revisión más amplia de signos vitales, mi herida y estado de ánimo, lo último estaba en mal estado desde antes de llegar aquí, es bastante obvio. 

Poco a poco pude recuperar mi voz, no sorprenderá que mis primeras palabras sean:

- Déjeme en-pa-z - la enfermera no paraba de decir que solo faltaba un paso más, y al darlo, otro más, y al darlo, otro más, mínimo quería una maratónica, menos mal que esta vez si me escuchó y dejó sentarme en la silla de ruedas. 

*** 

Entrada la tarde del tercer Lucrecia salió un poco antes del bar y trajo algunos objeto, al parecer la estancia iba para largo, tenía que estar unos cuatro días más en este encierro, nunca imagine que iba a extrañar la escuela, ¡Dios! ni siquiera había pensando que era semana de finales, ¡de la que me libre!, pero aún así ya quería salir de esa cárcel pública y con licencia para torturar los pobres jóvenes.

- Me dijo la enfermera que ya puedes hablar, ¿cómo te sientes? - dijo mientras se dirigió a un costado de mi cama, tomó peine y cepillo y comenzó a tratar de desenmarañar algo más que mi cabello, mis pensamientos, supongo que trató de evitar el contacto visual para darme el espacio para poner analizar su pregunta y se que no solo se refiere a lo físico. 

- Ten-go ham-bre - fingí no poder hablar bien, pero nadie me conoce más que Lucrecia - ahhh no jales mi cabello, duele. 

- ¡Ahh! con que milagrosamente puedes hablar bien, excelente. 

- Si, ya me siento mejor - expresé sin más. 

Terminó de trenzarme el cabello en una cola muy parecida a la que me hacía te pequeña, bueno después de muchos fallos e intentos no era muy buena peinando, se sentó a mi lado y con su mirada rayos X sabía que algo rondaba ese cerebrito, nada bueno suponía, y preferí interrumpirla: 

-  ¿Qué hacía Katherine aquí? ¿No se supone debía estar "en mi ultimo viaje de negocios" - agudicé la voz para parecerme a la de ella. 

- Como verás ella te aprecia mucho, inmediatamente le dí la noticia, tomó un vuelo directo, ella es una gran persona, incluso está pagando todos los gastos médicos, deberías reconsiderar tu actitud hacía ella. 

- Lucrecia mi actitud hacia todo el mundo es la misma, ¿Cuál es el sentido de querer comprar a las personas con buenas acciones, solo para que te veneren e idolatren? Si ella lo hizo así, muchas gracias, pero que no espere nada más de mi parte. 

- Esta bien - dijo con su típica voz de rendición - actúa como siempre - la elevó - como una mal agradecida, mejor piensa en la oferta que te hizo Katherine, porque es la única que tienes. 

Esas palabra me frenaron porque eran totalmente ciertas. 

- Pero en serio Engels - bajo el tono de la voz y me miró con desesperación - necesitas hablar, desahogarte, hija lo necesitas. 

Ya daño todo.

- ¡No me digas hija! - adopte una mirada amenazante, odiaba con todas sus letras esas palabras - no necesitas usar tu breve intento de ser profesional de la psicología conmigo, solo estoy tratando de recuperarme en este mísero lugar para terminar la escuela e irme lejos de tí, si lo piensas bien estoy aquí por tu culpa, fue tu maldito y cerdo esposo que me hizo esto - mi presión arterial se elevó, y ahora es inevitable no solo sentirlo, sino también oírlo con estas máquinas - dale gracias a Dios que ese perro no me violó miles de veces, que no me mató con anterioridad, porque nunca fuiste capaz de ser suficiente mujer y dejar ese pedazo de basura. 

Lágrimas comenzaron a salir tanto de mi ojos, como de los de Lucrecia, una enfermera entró fruto de semejante escandalo: 

- ¿Qué es lo que ocurre? La paciente debe estar en reposo - se acercó a mi - tiene que calmarse joven.

Lucrecia y yo nos quedamos mirando una a la otra, como si la enfermera no existiera, ninguna de las dos dijo nada.

- Tiene que darle un momento, para que se calme y por favor recuerden que están en un hospital hay personas que desean descansar. 

-¡ Uyyy! ¿como si se puede en este lugar? - dirigí mis palabras a la enfermera. 

Me ignoró y salió de allí. 

- Mejor voy por un café. 

- ¿Me puedes dar mi teléfono? Digo ¿Si se puede?

- Si claro - ya se notaba el claro efecto de mis palabras en su ánimo. Buscó en su bolso y me lo extendió. 

- Gracias - ni siquiera la miré. 

Salió de la habitación como lo había hecho muchas veces más en los últimos años, siempre era yo quien me quedaba en la habitación y ella se iba a otra, nunca ha sido capaz de proseguir, ya que siempre termino profirieron mis armas mortales contra ella, siempre alegando su incompetividad, su rota relación con Oscar, su mísero trabajo, siempre provocandola para que flaqué y por una vez muestre que en verdad le afecta las cosas de su vida, pero nunca lo ha hecho, siempre se mantiene fiel a su papel de mostrarse fuerte y que todo algún día estará bien, que todo mejorará, que la cosas serán diferentes. Cuanto quisiera que ella sea capaz de decirme cómo seguir viviendo después de perder sus padres también, su hermana y sólo tener en el mundo un borracho marido y una niña que sólo dá problemas y sólo ha sabido ser en la vida un maldito estorbo. Pero esta vez se sentía diferente, sentía algo dentro, una sensación diferente hacía ella, más allá de pena, algo como remordimiento, algo como ¡simplemente la acabo de joder!

*** 

Volvió después de hora y media, no dijo ni una palabra, ni siquiera me miró, se recostó en el sofá para los acompañantes, como siempre no pude dormir, y al día siguiente se fue temprano a trabajar. Después de las ocho pude cerrar los ojos y dormir, logré conciliar el sueño por dos fantásticas horas, y al despertar grande fue la  sorpresa que me lleve, cinco mensajes de David, ¿Qué querrá este tonto? sólo pensé.   

Déjame VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora