¿Una receta para el amor?

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—Y un toque de perejil para decorar.

John Watson contempló orgulloso el platillo frente a él, por fin estaba completo; el olor era excelente y la presentación impecable. A pesar de ser un chef joven tenía una visión muy clara de su concina. Le fascinaba practicar y experimentar con nuevos sabores. Y cada vez que terminaba uno de sus nuevos platillos deseaba que muchas personas lo probaran para saber su opinión, pero esa noche solo su acompañante tendría tal honor.

—Es asombroso, John. ¡Se ve delicioso!

Su amiga Molly Hopper le sonrió. Ella era más que una simple amiga, también lo ayudaba a llevar la administración del restaurante que había abierto unos meses atrás. Molly había sido la persona responsable que lo animó a compartir su sabor con más gente. En sus sueños siempre estuvo el conservar un lugar donde pudiera compartir sus recetas, donde las personas degustaran una excelente comida sin pagar precios demasiado altos –otra de las metas de John era demostrar que podía crear platillos deliciosos sin gastar una fortuna. La insistencia de Molly y la ayuda económica de su hermana Harry, aceleraron el proceso de la culminación de su visión. Gracias a ellas sustentaba un lugar que representaba parte de su hogar.

Molly, ajena a sus pensamientos, no dejó de sonreír mientras admiraba al jarabe de arándanos escurrir por el apetitoso trozo de carne roja.

—Siempre dices lo mismo.

—Pero es la verdad, John. Me gustaría que tuviéramos más clientes que probaran tu comida —Molly apartó a un lado el vistoso platillo y lo miró directo a los ojos—. Y hablando de eso, tengo una sorpresa para ti.

Las sorpresas de Molly nunca terminaban bien. Recordó las ocasiones en la universidad cuando ella intentaba animarlo por haber tenido un mal día, y todo acababa en desastre. La quería mucho, casi la consideraba una hermana más como Harry, pero a veces sobrepasaba un poco los límites.

—Algo me dice que no va a gustarme.

—Primero escúchame —insistió—, el otro día entré a la página de Restaurant Magazine, la famosa revista gastronómica, y me contacté con uno de los encargados del área de publicidad. Le supliqué demasiado e insistí mucho, pero al final conseguí el correo de Sherlock Holmes. ¿Sabes quién es él?

Sería un tonto si no supiera de quién hablaba. El rumbo de la conversación comenzaba a inquietarlo.

—¿Y?

—¿Cómo que "y"? Me armé de valor y le mandé un mensaje con algunas fotografías de tus platillos, le pedí que viniera a Baker a probar tu comida. ¡Casi me desmayo cuando él respondió!

En efecto, la idea le desagradó por completo. Tendría que tratar con Sherlock Holmes, uno de los críticos gastronómicos más temidos y respetados del medio, sus análisis destrozaban por completo la moral de los chef. Pocas personas, casi contadas con los dedos de una sola mano, disfrutaban del privilegio de jactarse por estar a la altura de su paladar. Por ejemplo; la exótica y hermosa chef Irene Adler o el caprichoso e imponente James Moriarty. John Hamish Watson no despreciaba su cocina, pero dudaba mucho que estuviera al nivel de cocineros de talla internacional como ellos dos. ¿Qué haría si terminaba en desastre? ¿Cómo lograría salir adelante si hundía sus recetas?

—Vendrá...

Aún le costaba créelo.

—Sí, estará por dos meses en la ciudad y me confirmó que tendría tiempo libre —ella le palmeó el hombro en señal de apoyo—. Imagínate, John, si conquistas su paladar podría tratarse de nuestra oportunidad de oro. ¡Seríamos reconocidos!

One-shot JohnlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora