primer puente

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Un sueño recurrente es completamente normal si acontece dos o tres veces durante espacios de tiempo prolongados; pero Josh llevaba todas las noches de la semana teniendo las mismas visiones durante su tiempo de sueño. Era extraña e incluso sádica la sutileza con la que las sombras se desvanecían y resurgían en un arcoiris sombrío y grisáceo durante sus ensoñaciones, como un halo de luz revelando partes de un cuerpo en la oscuridad, dejando entrever ojos refulgientes en sangre y cabellos mojados que despegaban hacia arriba, clavículas que goteaban sudor y piel llena de cortes sanguíneos y hematomas violáceos. Era terrorífico, perturbador incluso, pero por razones que desconocía, aquellos sueños sádicos estaban lejos de ser pesadillas. Josh no sentía el menor miedo ante aquel espectro teñido en sangre; más aún, la compasión solía llenar su cerebro durante los sueños, un sentimientos puro y fresco susurrando dentro de su cabeza. Era extraño, y Josh lo sabía.

Acababa de suceder; el chico tuvo de nuevo una de esas visiones vívidas que parecían estallar como fuego cándido tras sus ojos, porque al despertar siempre tenía la cabeza caliente y el resto del cuerpo frío. Eran las dos de la mañana con treinta minutos; los únicos ruidos que se oían eran los ladridos de los perros y los ocasionales autos que conducían a la deriva a aquellas horas de la madrugada. Había un rumor de grillos que Josh confundía con el zumbido en sus oídos, mientras estaba sentado con las piernas encogidas y la cabeza entre las manos, encontrándose confundido.

El motivo de su confusión derivaba de su neutralidad: cualquier persona normal que sueña con un chico tétrico desangrándose entre la oscuridad y luego despierta a altas horas de la noche se encontraría aterrada, perturbada, transpirando e intentando recuperar la tranquilidad, repitiéndose a sí misma que sólo fue un mal sueño, sacudiéndose el recuerdo de este. Josh no sentía ninguna de esas cosas al evocar los recuerdos de la ensoñación, aparte de la extrañeza abriéndose paso en él y la bizarra sensación entre sus pulmones al rememorar los ojos acuosos de la criatura de su sueño. Sentía que se estaba volviendo loco.

Sacudió la cabeza, de todas formas, y se puso de pie para buscar un par de píldoras para dormir, porque quería aprovechar su día libre para descansar lo más que pudiera: las semanas que venían eran las anteriores al concierto de elencos e iba a quedarse hasta tarde revisando partituras. Pero no aquel día. Aquel día era su día libre y debería estar durmiendo, no descifrando sueños raros a mitad de la noche.

Sus pies descalzos se pegoteaban a la cerámica del suelo de su departamento, mientras caminaba a tientas hacia la cocina por un vaso de agua y una tableta de pastillas. No recordaba cuándo llegó y cuándo se zampó los medicamentos con un sorbo de jugo, porque aún le pesaban los párpados y tenía la mente llena de niebla, y probablemente dejó el vaso medio vacío en la encimera o se le cayeron un par de píldoras. Era lo de menos, lo único que quería él era echarse una siesta que durara hasta la siguiente semana.

Sí pudo sentir, sin embargo, el repentino frío en que estaba sumado su sala de estar. No recordaba que el ambiente estuviera así cuando caminó hacia la cocina. Se le puso la piel de gallina en su torso descubierto cuando la temperatura del lugar bajó repentinamente, sin dar aviso alguno; y muy pronto el frío era demasiado para su piel, sintiéndose como si estuviera parado fuera en un día nevado sin camiseta. Era sólo una ráfaga helada de aire que corría constantemente alrededor de él hasta que pudo reaccionar, cuando sintió su nariz y sus orejas congeladas y las mejillas hormigueándole, y el pensamiento de cerrar la ventana cruzó su extrañada mente, adormecida por la medicina y el sueño, así que se dispuso a caminar hacia la primera ventana que divisó para cerrarla.

Existen cosas que no se pueden explicar. Uno habría podido explicar los sueños recurrentes de Josh con teorías sobre cambios bruscos en su vida o realizaciones psicológicas a las que estaba sometiéndose él mismo, y podríamos atribuir el repentino frío en su cuerpo a una descendencia de la presión en su organismo debido al reciente shock momentáneo y la automedicación congruente; pero tardaríamos un poco más en explicar lo que sucedió después.

En cómo Josh giró su cuerpo entero hacia el umbral para cubrir cualquier rendija del vidrio abierto, y sus músculos se detuvieron cuando una pared invisible de aumento de presión lo detuvo a medio camino. Como si una persona hubiera puesto todo su peso y su cuerpo frente a Josh, pero él no la pudiera ver. ¿No la podía ver? Un par de parpadeos más, y todas aquellas moléculas que componían al chico quedaron estáticas al unísono, incapacitando sus movimientos.

Fue una caricia. Él la sintió como una.

También la vió, pero no estaba seguro de lo que vió. Él sólo- fue su mente haciendo cortocircuito, porque aquel choque sinestésico era más que una simple aparición repentina, porque, nítida y suavemente, una mano pálida y pequeña; la vio con la piel y la sintió con su vista. Era una mano blanca y pequeña, suave y fría, con un hematoma en dos de los nudillos que se sintió como un cosquilleo en sus nervios; se apróximo a él y le dio un toque delicado y efímero, justo en el entrecejo, para desvanecerse después, sin dejar rastro de su aparición.

Fueron casi dos minutos en los que Josh no pudo moverse, reaccionar, procesar lo que acababa de ocurrir en la propia e impía sala de su apartamento. No podía decir que estaba asustado, él sólo- él sintió que le debía algo a alguien. Estuvo esta extraña sensación que se asemejaba a la que sentía durante sus sueños recurrentes. Extraño.

No pudo pensar más en ello, de todos modos, porque la píldora hizo efecto en un santiamén, como quien activa un interruptor, y el sueño pesado que le atacó la cabeza lo obligó a caer dormido en el sofá de un dos por tres.

touch [joshler]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora