cuarto puente

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Hay quien dice que los desórdenes mentales nunca se superan por completo. Uno escala fuera de la fosa, uno se posa sobre sus dos pies con intensa seguridad y disciplina amoldadas a la personalidad, intentando no romperse en el camino hacia la luz. Muy pocos lo logran, y aún así, a esta minoría siempre le quedan pocos o muchos rasgos de su enfermedad, que tienen que cargar consigo como cadenas que se atan al pesar de su corazón, al recuerdo de un malestar superado. Josh era una prueba viviente de ello, y si tengo que destacar algo, es que Josh lo manejaba excepcionalmente bien: no trataba de ignorarlo pero tampoco hacía un gran escándalo a partir de ello, y él estaba bien por estas razones. Era consciente, era jodidamente cosnciente cuando su cabeza empezaba a generar un pensamiento tras otro y todos empezaban a amontonarse en su subconsciente hasta que él se desbordaba y explotaba, con las manos sudorosas y la respiración desbocada. Lo había vivido y sabía que lo seguirá viviendo por el resto de su vida, y lo único que lo había salvado de no caer en la locura crónica es que sabía lidiar con ello.

Mas ahora, Josh estaba preocupado. Las cosas no podían continuar así. Si seguía pensando tanto en los últimos acontecimientos paranormales que le habían estado acechando, estos iban a abrumarle la cabeza y prontamente desembocarían en un ataque de pánico de esos que no le gustaban para nada. No podía permitirse algo como eso, no ahora. Y si continuaba despertándose a mitad de la noche con el corazón en la boca y los gritos atrapados en la garganta, las consecuencias podían ser igual de desastrosas e incluso mucho peores. Es por esto que pasó por la farmacia a por un par de píldoras que le permitieran dormitar pacíficamente durante toda una noche.

Josh no era idiota. Él sabía que los sueños y las visiones no eran algo bueno y mucho menos algo normal. ¿Qué tan normal era ver cosas que nadie más veía a mitad del día, sin explicación y sin sentido aparente? Él era consciente de que necesitaba encontrar una solución, y si vamos a ser condescendientes con él, podríamos decir que lo ha estado pensando. La realidad era que se mataba la cabeza todo el día preguntándose qué es lo que estaba mal y qué podía hacer al respecto, porque así era Josh.

Dejando todo eso de lado por un momento, Ashley le llamó cuando estaba saliendo de su trabajo. Josh respondió con buen ánimo, algo amortiguado por el cansancio que sentía, para escuchar la voz de la chica insistiéndole repetidamente en que se pusiera el traje azul bonito que había usado en la boda de su hermana. Josh gruñó, expresando su disgusto, y Ashley lo amenazó. Que no quería verlo aparecerse en la cena con uno de esos horrendos suéteres que, en realidad, Josh sabía cargar con elegancia; pero que eso no les quitaba lo horrible. Y que el esmoquin azul y el esmoquin azul y el esmoquin azul y Josh seguía arrugando la nariz con disgusto, alegando que el terno le apretaba en los costados y le picaba en la cintura y- al final terminó accediendo. Después de otro par de amenazas, Ashley colgó.

Puesto que el dichoso traje se hallaba enterrado en algún lugar del armario donde guardaba cosas que casi nunca utilizaba, una hora después se vio tirando del portaternos, para sacarlo de donde dos cajas lo tenían atrapado. Probablemente no era muy buena idea jalarlo pues se podía estirar o malograr, pero allá él. Y Green Day sonaba en la radio en la estación qué él hubo programado mientras planchaba una camisa como su mamá le había enseñado.

Tuvo que esperar a que Ashley llegara porque vaya, no sabía anudarse la corbata debidamente todavía.

"Necesitas conseguirte una esposa o algo." renegó Ashley, arreglando el desastre de tela que Josh había intentado hacer. "No sabes cocinar, no sabes hacer estas cosas... dime que al menos has lustrado tus zapatos."

"No tenía cera."

"Idiota." suspiró la chica, y Josh pudo ver perfectamente cómo parecía perder los nervios.

touch [joshler]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora