Regreso

1.2K 324 99
                                    

Me coloqué de pie y me bañé como siempre. Ya estaba listo para ir a comprar panes.

«Las vacaciones son lo más genial que existe, ya son las nueve y no tengo nada para hacer...»

—¡YUPIIII!

—¡Leonardo!

Pero a excepción que ya conocía a mi mamá con su típica llamada a las 9:05 para que fuera a comprar los panes...

«Ojalá no me toque como el día de ayer, de volver a ir en la tarde a comprar.»

Tomé la plata sin no antes mi mamá darme la bendición.

—Dios me lo bendiga.

—¡Amén!

Cuando iba a medio camino, otra vez me los encontré. Se veían más sucios que ayer y el que observó mi pan antes estaba muy adolorido del estómago.

Compré los panes y fui de atrevido a llegar donde ellos estaban.

Cuando andaba llegando sólo habían dos esta vez, pero seguía estando el que miraba con interés mis panes.

Tenía miedo. Pero supe que debía hacerlo, era mi momento. Sujeté el pan y se lo di al chico.

—Ten.

—¿Y esto? ¿por qué me lo das?

—Porque tienes hambre y no se habla con la boca llena de hambre.

El segundo chico que estaba ahí se empezó a reír como un loco.

Acto seguido me marché y estando muy lejos escuché un tímido agradecimiento.

—Gracias...

Llegué a mi casa y estaba ansioso por hablarle a mi mamá.

—¡Leonardo! Te comiste otra vez un pan.

—Lo siento mamá. No vuelve a pasar.

—Está bien...—Mi mamá estaba tranquila y luego siguió hablando.

—Ay mi Leo... cómo me recuerdas a tu papá. Qué esposo más maravilloso y buen padre... Dios ya se lo llevó. Pero dejó aquí a un niño precioso... ¡Pero que se come los panes!—Al final dijo entre risas.

Yo no le dije nada y solo fui a mi cuarto a dormir. No sé, pero sentía una rara sensación de alegría dentro.

Lo sentí cuando le di el pan al chico.

La bolsa de panesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora