Comida

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Mi mamá esta vez al hacer el desayuno hizo una súper comida con Omelletts y panquecas con mucha miel. Y de tomar jugo de cerezo y también había guanábana.

—¡Esto está delicioso!

—Disfruta mi niño.

Mi mamá se veía algo extraña pero ya había empezado a comer y todo estaba delicioso.

Luego de terminar el desayuno, ya eran las 9:04 y mi mamá recitó sus acostumbradas palabras.

—Leonardo, los panes.

—Ya voy.

—Dios me lo bendiga.

—Amén.

Otra vez agarré el dinero, pero en esta ocasión eran puras monedas que contaban en total cinco dolares.

Fui corriendo.

Pero pronto recordé que se me olvidaba traer el soldado de juguete de los chicos para ir a jugar con ellos.

Y cuando regresé para abrir la puerta, observé a mi mamá hablando por teléfono, llorando con una de sus amigas.

—Lily, ya todo se acabó... La casa me la van a embargar en estos días, si no pago el arriendo, y ahora ya no tengo nada de dinero. Creo que necesitaré que te encargues de mi hijo en estos días querida amiga...

No soporté más las palabras de mamá y fui a comprar el pan de inmediato. Cuando venía de vuelta le di los tres panes a ellos como siempre hacía, luego le di el cuarto a Eric que se lo comió con mucho gusto y después que acabaron les comenté lo sucedido.

Tenía una cara de tristeza...

El primero en notarlo fue Brin.

—¿Qué te pasó Leonardito? ¿por qué esa cara?

Apenas habló él, voltearon a verme Eric y Larry.

—Es que... Creo que al parecer pronto me les uniré amigos, a mi mamá y a mí nos van a embargar la casa.

Yo no entendía qué significaba la palabra “embargar” pero sabía que era un término muy complejo y que tenía mucho de malo, porque mamá estaba llorando y ella nunca llora, sólo hacía eso cuando se fue papá.

Todos colocaron cara de pesar con amargura y pronto me empezaron a dar consejos.

Primero comenzó Eric.

—No desistas Leo, eres un buen chico y estás junto a tu madre, apóyala en todo.

Luego Brin.

—Leo, si nos necesitas aquí estaremos, a pesar de no tener dinero te ayudaremos a conseguir lo que necesites para comer.

Finalizó Larry y esta vez fue muy amable y agradable conmigo.

—Oye Leonardo no te preocupes, verás como Dios se encarga de colocar todas las cosas en su sitio.

Me despedí de mis amigos y llegué a casa muy animado, mi mamá estaba con una gran sonrisa esperándome.

Yo sólo le seguí el juego hasta el final.

—Ven hijo, siéntate ya está servido.

—¡Caracoles!

Era mi comida preferida, papas fritas con albóndiga y pasta.

—¡¡¡Gracias mami!!! ¡se ve delicioso!

—Come hijo, come.

Después de comer acabé muy satisfecho y mi mamá tenía una gran sonrisa. Empezaba a dudar de si estaba mal o bien con eso de la embargación.

—Leo.

—Dime mamá.

—Tu sonrisa es como la de tu padre...

—Sí mami, ya me lo di...—Me interrumpió.

—No, no es por eso.

Me sorprendí y ella continuó.

—Te digo lo de tu sonrisa, porque ésa es la misma sonrisa que él colocaba cuando me mentía.

Mi cara de brutal asombro no la pude ocultar e intenté tapar mi reacción a eso.

—¿Mi papi mentía mamá? ¿Era un mentiroso?

—Sí hijo... pero era un mentiroso de los buenos.

—¿Buenos?—admití curioso.

—Sí hijo, él mentía, pero lo hacía cuando ayudaba a alguien.

Abrí mis ojos con sonrisa...

—Tu padre era un hombre magnífico, siempre llegaba con esa enorme sonrisa y yo sabía que había ayudado a alguien allá afuera. Cada dos o tres días llegaban amigos y me agradecían por mi esposo. Él le regalaba comida a indigentes, la mitad de su sueldo la donaba a los pobres y siempre pero siempre almorzaba en el Restaurant Santa Elena y dejaba la mitad de su carne a los perros de la calle, que siempre lo esperaban para un buen pedazo.

—¡¡Guau mami!!, ¡¡mi papá era genial!!

—Sí papito... y nos quería mucho. Tristemente Dios lo llamó muy pronto...

Mi madre empezaba a mostrar síntomas para llorar y me acerqué a su lado tocando su hombro.

Ella volteó mientras tenía su puño tapando de sus labios con los ojos aguados.

—Mami, ya no te preocupes, él esta allá con Dios muy feliz, y no te quiere ver así.

Ella asintió.

Y me dio un beso en la frente.

—Ve papito, ve a dormir, mañana me iré temprano para donde una amiga, ¿Sí? te dejaré la plata para que compres los panes.

—Listo mami.

Me fui a la habitación a dormir, y revisé que mi consola se había dañado. Me sentí mal por ella, pero por alguna extraña razón ya no la usaba tanto como antes, simplemente la había dejado abandonada y tampoco le quise decir nada a mi mamá. Quería evitar que se colocara más triste.

La bolsa de panesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora