Padre

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Todo estaba listo, y mi mamá siguió en sus típicos acordes diarios llenos de amor de madre.

—¡¡Leonardo!!  ¡¡Los panes!!

—¡Voy!

—¡Dios me lo bendiga!

—¡Amén!

Cuando iba de camino, los chicos se quedaron postrados viéndome con mucha sorpresa. No los saludé por pena ya que sabía que a la vuelta los volvería a ver.

Al regresar, saqué esta vez tres panes, y les di uno a cada uno.

Sentí un aire en mi corazón, algo como una dulce sensación. 

Ellos sonrieron y agradecieron por el pan nuevamente.

Y volví a mi casa sin no antes despedirme.

—¡Adiós! 

Los tres cuando giré a verlos tenían una gran sonrisa, no sé qué había hecho yo en ellos...

Después de llegar al apartamento, en la hora de la cena mi mamá me preguntó algo.

—Papito, ¿Por qué tienes esa sonrisa mijito?

—Ah, no mamá por nada, es que le gané a un boss muy difícil en el juego...—Mi mamá comenzó a reírse.

—Hay papito tú y esos juegos de esa "plaistaichun".

—¡Mamá! ¡así no se dice!—Imposible no reírme aquí—, siempre dices lo mismo aún así te diga que no es así como se dice.

Mi mamá solo volvió a reír.

—Tienes la misma sonrisa de tu padre, así sonreía él cuando se sentía feliz...

—¿Sí?

—Sí mi niño, si supieras que casi siempre me sonreía así... 

Seguidamente mi mamá me acarició el pelo...

Y me miró con una gran sonrisa. 

—Eres todo en mi vida hijo.

Yo sólo le sonreí mirando al piso tímidamente, sin decir más.

—Sé que tu padre está muy feliz allá arriba en el cielo, eres un buen chico mi niño.

La bolsa de panesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora