Mi mamá tardó un poco más de lo esperado, hasta que por fin a las 9:27 me gritó su gran himno materno.
—¡Leonardo! ¡los panes!
—¡Voy para allá mamá!
—¡Dios me lo bendiga!
—¡Amén!
Al ir para donde los chicos, sólo me encontré con Brin y lo saludé, me dijo que Larry y Eric habían ido al baño.
Después de regresar a la panadería los encontré a los tres nuevamente y les di a cada uno los tres panes como acostumbraba hacerlo.
Cuando lo hice, al lado de donde se ubicaban los tres había una pequeña alcantarilla, y de ahí sacaron una figura de madera que habían hecho con el tiempo libre en su estancia en las calles del Dharmie.
Era un soldadito de juguete de esos que me encantaba cuando tenía ocho.
—¡Guau! ¡Muchísisimas gracias! ¡Está genial!
Mientras decía mis palabras una de las personas que pasaba por la calle me dijo:
—Oiga niño, ¿esos vagabundos son amigos suyo?
Los tres bajaron su cabeza al suelo, en vergüenza por las palabras dichas.
Yo no me reservé por sus feas palabras y le dije fuertemente.
—¡Sí, son mis amigos! ¿Algún problema?
El señor se sorprendió y me volvió a decir.
—Cuidado niño que ellos son malas personas.
Yo negué con la cabeza y contesté, sentenciando.
—La mala persona es usted que me dice que ellos son malas personas. Y disculpe señor, pero ¡No hablo con extraños!
El señor se volvió a sorprender y se fue muy enfurecido, y yo al voltear a ver a los chicos estos tenían unas grandes sonrisas.
—¡Guao! ¡asombroso Leo!, ¡cómo le diste su merecido! y ¡le dijiste todas esas cosas! ¿en serio somos tus amigos?
—Sí, claro, obvio ustedes son mis amigos.
—Pero... ¿aún así seamos feos, olamos a mal y no tengamos nada?
—Pues en mi requisito de ser un amigo sólo debes ser una buena persona y tratarme bien, el resto no importa.
Todos volvieron a verme nuevamente con una enorme sonrisa y me dijeron contentos.
—¿Podemos abrazarte Leo?
—Sí.
Y los cuatro nos dimos un abrazo grupal, a pesar de que olieran tan desastroso. Nunca me habían dado un abrazo así, la única persona que me abrazaba era mi papá y mamá, ni siquiera mis amigas de la escuela lo hacían.
Me sentí muy bien.
—¡Hasta luego amigos!
—¡Hasta luego Leo! ¡gracias por los panes!—dijeron Brin y Eric agradecidos excepto Larry que se encontraba con gran sonrisa.
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La bolsa de panes
Short StoryMi mamá me mandó a comprar pan, sin saber que eso era lo que me iba a cambiar la vida. Todos los derechos reservados. ©