8. Sus ojos llenos de amor.

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Al día siguiente me fui obligado a levantarme debido a los molestos rayos de que golpeaban de lleno en mi cara. Trate de taparme y seguir durmiendo, pero era imposible, así que saque fuerzas de donde no sabia que existían para levantarme, estirarme y ver por la ventana.

El día estaba despejado, habían nubes pero estas no impedían que el sol brillara , el pasto estaba verde, muy verde. Todo parecía indicar que seria un día radiante para celebrar mi cumpleaños, aunque estuviera solo.

Lo primero que hice al levantarme de la cama fue buscar las prendas que me había comprado el día anterior, que no viera a nadie no significaba que no pudiera vestirme bien, por ende me puse los jeans, la remera  y finalmente una camisa para bajar a la cocina.

La casa estaba en un completo silencio, pude entender que Alan ya había partido, y lo había hecho con el menor ruido posible para no despertarme. Hubiera preferido que se despidiera de mi, aunque al bajar pude ver la verdadera razón por la cual no se despidió.

Mientras descendida a la cocina me inundo el olor a cafe y a todo tipo de masas, mientras agarraba una me di cuenta que un nota venia pegada en la taza.

"Feliz cumpleaños pequeño! espero que pases un agradable día y disfrutes de tu desayuno (me tomo varias horas hacerlo) nos veremos a la vuelta xx"

Las masas estaban tan buenas, que me relamí de gusto. Antes de servirme una buen taza de café deje que los olores me transportaran en el tiempo a los días felices, donde mi abuela preparaba el desayuno y mi madre me preguntaba como había dormido. Con taza en mano decidí ir hacia la biblioteca y abrí el libro de cuentos por curiosidad, las paginas de este estaban un poco amarillas y algunas dobladas, al pasarlas con rapidez pude ver como un papel  que estaba entre las hojas, caía. Era una nota escrita con papel azul, al ver la letra me tomo menos de cinco segundos reconocer la caligrafía, era de mi madre, y por un segundo mi corazón dejo de latir al pensar que ese libro le pertenecía. No me resultaba raro que en aquella casa hubiera cosas de ella, ya que La Dehesa había sido propiedad de mis abuelos, lo extraño era que después de tantos años ella no se lo haya llevado. 

Decidí terminar con la curiosidad que me lleno todo el cuero y leí la nota:

   "Hay momentos que justifican una vida.

   Y vidas que duran un suspiro.

   La mía tiene sentido amor, porque te he conocido.

  Recuérdalo: «En el bosque de los corazones dormidos solo cuenta el tiempo en que se ama porque, en realidad, es el único vivido».

   Tuya siempre

   A" 

Al terminar de leer la nota todo alrededor pareció tomar un matiz blanco y negro, no había sonidos, e incluso sentí que mi corazón dejaba de latir.

Un sudor frió cubrió toda mi frente al descubrir la identidad de A

A, la amante de mi tío, era mi propia madre.

De repente, todo lo que había leído en aquellas cartas de amor cobraba sentido. Un sentido tan evidente, que me llamé idiota en voz alta por no haberlo descubierto antes: su enfermedad, los impedimentos para estar juntos, las recaídas... Incluso la máquina de escribir encajaba en aquella historia. Mi madre odiaba su letra. Yo era de las pocas personas en el mundo que podía descifrarla, pero hasta cuando tenía que escribirme alguna nota para el colegio, lo hacía a ordenador. 

Alexander y mi madre eran amantes. No me había percatado que la taza de café estaba en el suelo rota en miles de pedazos hasta que mire hacia abajo, incluso me dieron ganas de vomitar al imaginarme tales escenas.

El bosque de los corazones dormidos l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora