Al ver aquella silueta se quedó inmóvil en su lugar, a dos escalones del suelo mientras aquel intruso inspeccionaba todo rastro de la sala. Harry solo tenía que bajar dos escalones hasta llegar al interruptor, encender la luz y darle su merecido a aquel que logro entrar en su cabaña.
Estaba a solo unos segundos del interruptor cuando siente algo chocar, o a alguien contra la mesa de roble, no tuvo que esperar mucho ya que a los pocos segundos escucho
—¡Mierda! ¡Mi pie!
Aquel timbre de voz dejo helado a Harry.
No podía de ninguna jodida manera ser él, era sencillamente imposible.
Termino de bajar y acciono la luz.
—¡Sorpresa!
Unos bellos ojos azules le dieron la bienvenida cuando entro a la sala.
Ojos que brillaban como el sol, a pesar de que la luz tenue de la sala quería opacar, ojos que te daban amor cuando su mirada se posaba en uno, ojos llenos de historias y risas y deseos.
Harry conocía cada historia que guardaban los ojos de su mejor amigo.
—¿¡Qué haces aquí!?
El menor quería bajar y fundirse en un abrazo hasta que sus pechos fueran uno y sus brazos se hagan polvo.
Bueno, tal vez exageraba.
Ahí parado en medio del salón se encontraba Niall Horan, ese pequeño rubio con ojos color paz, una sonrisa cargada de cariño y unos brazos listos para sostener a Harry.
Así que parecían dos niños de siete u ocho años que se encuentran luego de no haber ido al parque a jugar por mucho tiempo. Su amistad, en pocas palabras, era pura, íntima y un poco aniñada.
Harry no sabe cuánto tiempo paso exactamente en los brazos del rubio, tampoco sabe cuándo fue que se puso emocional a tal punto que tenía los ojos con pequeñas lágrimas.
Lo había extrañado, por supuesto que lo hizo, le hizo falta mucho esa sonrisa amigable cuando estaba triste, o ese clásico sentido del humor cuando se quedaba sin.
Niall era un pequeño trocito del sol, capaz de llegar en un día gris y hacerlo brillar.
Así que después del abrazo, el ojiazul inspecciono la apariencia de Harry, comenzando por aquellos ojos verdes, pasando por rizos alrededor de orejas, siguiendo por su no tan ancho torso, y terminando por sus piernas y un tobillo envuelto en vendas.
Él también se fijó en la apariencia de su amigo, seguía de la misma estatura, su cabello estaba un poco despeinado, sus ojos seguían igual de brillantes, y a pesar de que vivía cerca de las playas, se sorprendió al no encontrarlo bronceado o con algún tatuaje. Pero casi instantáneamente recordó que Niall le tenía pánico los tatuajes y también se quejaba seguido del matiz de su piel, aunque tratara y tratara, era muy difícil que alcanzara un bronceado digno.
—¡Estas casi estupendo Harry! A pesar de ese pie hinchado —dijo el risueño rubio.
—¿Casi? Niall, te conozco desde los 10, doy asco —finalizo el menor.
—No das asco, pero esas ojeras si dan terror, ¿No has probado con cremas? ¿Maquillaje?
Largo una risa por las ocurrencias del rubio mientras negaba con la cabeza. No es como si le importara demasiado su aspecto.
Su mejor amigo había cruzado océanos y carreteras para estar con él, por el momento todo lo demás era irrelevante.
—Bueno... ¿Qué esperas para prepararme un té, invitarme a tomar asiento y contarme que es lo que te sucedió en el bendito tobillo?
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El bosque de los corazones dormidos l.s
Hayran KurguDonde Harry debe buscar su próximo hogar junto a su único familiar vivo en un pueblo cercano al bosque, pero siente el peso de unos ojos azules a sus espaldas desde que ha entrado a su nueva residencia